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Las primeras muertes por la otra pandemia

El primer feminicidio  del año 2022 en Nicaragua, ocurrió apenas unos minutos después de comenzar el día uno de enero. Según reportó LA PRENSA, ese lamentable hecho sucedió en Bluefields, cabecera de la Región Autónoma del Caribe Sur.

El Diario de los Nicaragüenses también informó que en el mismo inicio del nuevo año, una mujer asesinó a su pareja marital en una comarca de Telica, departamento de León. 

Según la organización feminista “Católicas por el derecho a decidir”, el año pasado hubo en el país 71 feminicidios, la misma cantidad que en 2020. No se conoce el dato de la cantidad de  hombres asesinados por mujeres, pero es obvio que las cifras son mucho menores en este caso.

En marzo del año pasado, un informe preparado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y ONU Mujeres, dio a conocer que una de cada tres mujeres de entre 15 y 49 años de edad en el mundo sufre violencia física y sexual por lo menos una vez en su vida. Esto significa más o menos 736 millones de mujeres. Una gran mayoría de ellas, 641 millones, son víctimas de sus parejas maritales o sentimentales y muchas de ellas son asesinadas. 

Por eso se dice que  la violencia contra la mujer es una pandemia mundial. Como el coronavirus, con la diferencia de que esta es temporal aunque haya durado bastante. La otra es interminable y viene azotando a la humanidad desde tiempos inmemoriales. Y con el agravante de que no es causada por un virus microscópico, sino que es un mal crónico de la conducta humana.

En los últimos tiempos se habla mucho de combatir a fondo e integralmente la violencia machista. Para eso en muchos países se han reforzado los castigos penales a feminicidas, violadores sexuales y perpetradores de cualquier otro abuso contra la mujer.

Pero no es suficiente. Un hombre que mata a su mujer no piensa en el momento de perpetrar su crimen, en la pena de cárcel que le van a imponer. Muchas veces actúa cegado por la ira o  con la conciencia perdida por el efecto de las drogas o del alcohol consumido en exceso. Y por lo general se trata de hombres con escasa o ninguna educación en general, mucho menos en valores morales, laicos o religiosos.

La ministra de Educación y Formación Profesional de España, Pilar Alegría, señala en base de estudios y resultados de programas que se ejecutan en el sistema educativo de ese  país europeo, que “la educación es un elemento fundamental contra la violencia machista”. Tiene razón.

La vacuna contra la violencia machista, de género o como se le quiera llamar, es la educación y el desarrollo cultural. Pero no se trata de cualquier educación. Para disuadir la violencia machista la educación tiene que sustentarse en valores, formar   personas con pensamiento independiente y crítico para que sean capaces de ejercer  responsablemente su libertad y respetar plenamente los derechos y la dignidad humana.

La otra mal llamada educación que forma o más bien deforma a personas sumisas a poderes arbitrarios, esa no sirve para combatir la violencia machista. Solo la empeora y perpetúa.  

Editorial Femicidio Región Autónoma del Caribe Sur archivo
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