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Osas y Peliones

El inmortal poeta nicaragüense y universal, Rubén Darío, dice en la séptima estrofa de su poema lírico Momotombo que dedicó a Víctor Hugo y el cual contiene el vibrante verso “¡Oh Momotombo ronco y sonoro!” 

Padre de fuego y piedra, yo te pedí ese día
tu secreto de llamas, tu arcano de armonía,
la iniciación que podías dar;
por ti pensé en lo inmenso de Osas y Peliones,
en que arriba hay titanes en las constelaciones
y abajo dentro la tierra y el mar.

Osas y Peliones. Estas son dos montañas de Grecia cercanas al elevado monte Olimpo donde los dioses establecieron su residencia. Además de ser accidentes geográficos las dos montañas son parte de la antigua mitología griega. Con ellas está vinculado el mito de Oto y Efialtes, dos hermanos gigantes que asaltaron el Olimpo e intentaron derrocar a Zeus y los demás dioses olímpicos.

Oto y Efialtes eran hijos de Poseidón y de Ifimedes. Pero su padre formal era Alóade, el esposo de Ifimedes, y por eso eran llamados los Alóadas. 

Sobre Ifimedes, quien perdió la razón al enamorarse de Poseidón, publiqué una columna en LA PRENSA del 13 de enero de 2012. Allí relaté que ella era una mujer muy hermosa que  todos los días, al caer la noche, se paseaba desnuda por la playa echándose agua sobre sus hermosos pechos, para atraer a Poseidón. Hasta que el dios se sintió atraído por ella, la poseyó a la orilla del mar y la embarazó de dos gemelos que fueron los gigantes Oto y Efialdes.

Los Alóades participaron en la Gigantomaquia, como se le llamó a la guerra que los gigantes libraron contra los dioses del Olimpo. La Gigantomaquia ocurrió después de la Titanomaquia, que fue la guerra que libraron los titanes contra los dioses olímpicos, también para sacarlos del poder, pero fueron vencidos y sepultados en lo profundo de la tierra.

Gea, madre de Cronos y Rea y abuela de los Titanes, se resintió por el trato que le dieron a sus nietos y creó a doce gigantes, uno por cada dios del Olimpo, para que los enfrentaran y derrotaran.

Los gigantes se juntaron al pie del Olimpo y trataron de escalarlo, pero no podían llegar a la cumbre donde estaban los palacios de los dioses. Entonces a Oto y Efialtes se les ocurrió remover las montañas Osas y  Peliones y ponerlas una sobre otra.  

Al llegar a las residencias de los dioses Oto quiso violar a Hera, la esposa de Zeus. Acudió Apolo en su auxilio y lo derribó de un flechazo que le atinó en uno de los ojos.

Efialtes quiso también violar a Artemisa, la diosa virgen, quien para escapar del agresor se convirtió en una cervatilla. Y mientras Artemisa se ponía a salvo, Zeus lanzó uno de sus poderosos rayos contra el gigante para derribarlo y someterlo.

Los gigantes fueron vencidos por los dioses olímpicos, igual que lo habían sido los titanes, y del mismo modo fueron encerrados para siempre en lo más profundo de la tierra.

Pero Oto y Efialtes recibieron un castigo adicional por haber pretendido violar a Hera y Artemisa. Fueron condenados a ser atormentados incesantemente por una serpiente que los muerde y una lechuza que les pica los ojos. Castigo que sufrirán hasta el fin de los tiempos.

Además, en la montaña Osa, cuyo nombre le fue puesto en recuerdo de una heroína que tuvo amores con Poseidón, se establecieron los Centauros. Allí, Quirón, el más sabio de aquellos fabulosos seres mitad hombres mitad caballos a los que también cantó Rubén Darío, educó a varios de los grandes héroes mitológicos.

El monte Pelión fue convertido en un lugar sagrado al  establecerse allí el culto y centro de veneración de Feme, una diosa alada que recogía y esparcía las noticias y los rumores. Feme tenía un ojo detrás de cada pluma de sus alas, y una lengua por cada ojo la cual repetía todo lo que oía y aprendía.

Como hecho histórico se conoce que Alejandro Magno escaló el monte Pelión, al parecer buscando el santuario de Feme de la que esperaba saber todas las noticias que le interesaran.

Opinión Rubén Darío archivo
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