Con vergüenza e indignación de muchos arribamos a los 200 años de “independencia”, luego de 300 años de vida colonial.
Lo que debería ser una magna celebración de unidad nacional y fervor patriótico, una fiesta pomposa por la separación del colonialismo, lo recibimos tras dos siglos después divididos y con una férrea y obcecada dictadura partidaria y familiar que no tiene apoyo popular, carente de principios y bases pero apoyada en la brutalidad de la represión y las armas. Arribamos a las dos centurias con legisladores que fabrican leyes inhumanas y espurias, a la medida de sus amos; con un sistema judicial injusto y falto de independencia, en el contexto de un Estado fallido; con cárceles repletas de presos políticos y con una economía al borde del precipicio.
Oh patria mía,
¿Qué te hemos hecho?
¿De qué te han servido 200 años de independencia?
¿Hasta cuándo terminaremos de pagar tan trágica deuda?
El autor es ingeniero civil.