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La verdadera democracia

Democracia (del griego “demos”: pueblo, y “kratos”: poder) significa “poder del pueblo” o “gobierno del pueblo”. En un gobierno democrático todo el poder del Estado pertenece al pueblo y emana del pueblo. En un gobierno democrático es el pueblo quien gobierna, no porque alguien lo diga (muchos lo dicen), sino porque realmente así sea. Pero ¿cómo va a gobernar un país un pueblo de millones de personas? ¿Cómo van a reunirse para tomar juntos cada día todas las decisiones para gobernar? ¡Parece imposible! Pero el pueblo puede hacerlo eligiendo personas que realicen esas tareas en su nombre. Por eso, en una democracia, es básico que existan elecciones libres y honestas donde todo el pueblo en la edad apropiada pueda votar para elegir a sus gobernantes. No puede haber verdadera democracia sin elecciones libres y honestas.

Para elegir a sus autoridades, el pueblo tendrá opiniones casi infinitas sobre a quiénes elegir y sobre las tareas más importantes que deben hacer, por lo que resultaría imposible elegir entre millones de opciones. Por eso, en una democracia, las personas se unen en grupos donde más o menos comparten las mismas ideas, principios y objetivos, formando así los diferentes partidos políticos, los cuales se presentan como opciones ante el pueblo para proponer sus programas y candidatos. Por eso, en una verdadera democracia es necesario que exista libertad para organizarse en diferentes partidos para participar en las elecciones.

Pero ¿se va a elegir acaso a una sola persona para poner en sus manos todos los poderes que emanan del pueblo? Si así fuera, se estaría eligiendo a un rey o a un dictador. En una verdadera democracia nadie debe tener todos los poderes; ni una sola persona ni un solo partido. Es requisito indispensable de toda verdadera democracia la efectiva división de poderes del Estado. Se elige a quienes van a dictar las leyes ejerciendo el Poder Legislativo, con una participación proporcional de los partidos políticos según los votos que obtengan. Aparte, se elige a quien va a ser el administrador general, o sea a quien va a ejercer el Poder Ejecutivo como presidente o, en algunos sistemas, primer ministro. Generalmente los votos de los legisladores eligen a los magistrados o jueces de una Corte Suprema de Justicia que organiza y dirige el Poder Judicial.

Estos tres poderes deben ser absolutamente independientes entre sí y limitar unos el poder de los otros, como pesas y contrapesas, donde nadie tenga todo el poder. (Aclaro que bastaría que existiera un Consejo Electoral formado por personas honestas elegidas por el Poder Legislativo de manera pluralista, sin necesidad de considerarlo un poder del Estado).

En una verdadera democracia los tres poderes tienen poderes limitados, jamás absolutos, ni siquiera en caso de que los tres estuvieran de acuerdo. El pueblo, mediante legisladores electos con “facultades constituyentes”, establece las reglas supremas del Estado que limitan el ejercicio del poder a lo establecido en una Constitución Política, incluyendo su organización como un Estado de Derecho donde impere la ley, el respeto a los derechos humanos, incluyendo el derecho de propiedad privada y las libertades públicas, entre ellas el libre mercado, la libertad de asociación, la libertad de hacer oposición y las irrestrictas libertades de pensamiento y de prensa; así como el grado de injerencia, necesariamente limitada, que se le otorgará al Estado en la economía y en los asuntos privados. Debe incluir los períodos para ejercer los cargos y celebrar nuevas elecciones, y otras disposiciones que impidan eternizarse en el poder o abusar del mismo transformando una democracia en dictadura.

Estos son requisitos imprescindibles para que exista una verdadera democracia, como existe, por ejemplo, en la mayoría de los países de Europa, en Sudáfrica; en Japón o Corea del Sur en Asia; Australia o Nueva Zelanda en Oceanía; y Estados Unidos, Costa Rica o Uruguay en América.

El autor es abogado y comentarista de temas políticos y sociales.

www.adolfomirandasaenz.blogspot.com

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