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Ximena recibió varios golpes al momento que fue secuestrada. LA PRENSA/Cortesía

El drama de la joven nica detenida en Estados Unidos que busca reunirse con su familia en el exilio

La joven es hija de un reconocido matrimonio de Diriamba que en 2018 huyó hacia Estados Unidos por la represión del régimen

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Ximena Palacios Molina, de 19 años, no estaba lista para salir del país, pero una severa golpiza la obligó a huir. La joven se enrumbó hacia Estados Unidos en la primera semana de julio de este año, después de haber sido víctima de un secuestro por parte de presuntas personas ligadas al orteguismo, quienes antes de soltarla le propinaron una salvaje paliza.

Con sus padres y hermanos menores en el exterior, Ximena fue la única de su familia que se quedó en Nicaragua. Se dedicó a estudiar la carrera de Medicina en una universidad de Jinotepe, pero en los últimos días el asedio y persecución incrementó en su contra —denuncia—, hasta el punto de ser secuestrada por sujetos a quienes Idania Molina, madre de la joven, identifica como adeptos a la dictadura.

Lea además: El relato de la familia diriambina que viajaba en la caravana migrante y logró llegar a EE. UU.  

Tras años de acoso y persecución por parte del régimen de Daniel Ortega, fue víctima de un último y brutal ataque físico. Por ello partió hacia el norte donde la espera su madre Idania Molina, reconocida opositora de Diriamba. Desde el 2019 sus padres residen en Estados Unidos, también huyeron de la represión de la dictadura, que en reiteradas ocasiones allanó su casa en Diriamba en represalia por haber apoyado a los estudiantes que estaban en los tranques de ese municipio en el 2018.

Responsabiliza de golpiza al régimen

Desde Estados Unidos, Idania relata la experiencia que vivió Ximena: «Mi hija iba saliendo de la universidad, como a las 2 cuadras sintió que la venían persiguiendo dos hombres, ella intentó avanzar más rápido, pero la agarraron y la montaron en una camioneta Hilux blanca, la metieron como en una funda y mientras la camioneta iba avanzando le iban diciendo cosas y golpeando a la vez», relata la madre basada en el testimonio que le dio su hija.

Los hombres la llevaron a un lugar que —según Idania— su hija desconocía. La sentaron y cuestionaron que quiénes eran los muchachos que estuvieron en los tranques de Diriamba, quiénes los financiaban, dónde estaba su mamá y dónde estaba un arma que supuestamente la familia de la joven tenía enterrada en su casa. «Mi hija solo les respondía ‘no sé’, pero en cada ‘no sé’ le daban un golpe», narró la madre.

A los dos días de su desaparición, los sujetos dejaron abandonada a la estudiante en la carretera que va entre Dolores (Carazo) y Diriamba. «La dejaron golpeada, bañada en sangre, como sonámbula, hasta que ella paró una mototaxi que la llevó hasta el barrio donde vive mi familia», cuenta entre llantos su madre.

«Yo trabajé para el Gobierno y lógicamente me les volteé, yo digo, sostengo y acuso al gobierno de Daniel Ortega y a la Juventud Sandinista (JS) de mi ciudad, que siempre molestaban a mi hija en la calle, por las golpizas brutales contra mi hija», sostuvo.

Ximena cursaba el primer año de la carrera de Medicina y Cirugía en una universidad de Jinotepe. LA PRENSA/Cortesía

Detenida en Estados Unidos

Cuando Ximena apareció, su madre vio con urgencia la necesidad de sacarla del país. Antes, dice, interpuso una denuncia ante la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH) donde fue atendida por psicólogos debido a los traumas que le causó el secuestro.

«Fue ahí cuando yo decidí sacarla del país, ya ella estaba angustiada con traumas, con persecución y por eso decidimos que saliera cuanto antes», dice.

La estudiante de Medicina, dejando sus estudios a medias, salió de Nicaragua en los primeros días de julio vía terrestre, por puntos ciegos y demoró más de una semana en el trayecto para llegar a la frontera entre México y Estados Unidos. Según el relato, ella se entregó el sábado 10 de julio a eso de las 10:00 de la mañana con el objetivo de gestionar su solicitud de asilo político en ese país norteamericano. «Se entregó en la frontera de Baja California, le llaman El Algodón», cuenta su mamá.

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Ahora Ximena permanece resguardada en un centro de detención ubicado en la ciudad de Eloy, condado de Pinal, en el estado de Arizona. «Ayer que hablamos me dijo que tenía miedo que la regresen a Nicaragua, ‘ya no quiero que me golpeen más (en Nicaragua)’, me dice mi hija, por eso no quiere que la deporten», agrega Idania, otra vez quebrantada.

Por ahora tanto Ximena como su madre y hermanos están a la espera de las acciones que tome el gobierno del presidente Joe Biden. Lo único que le han dicho las autoridades migratorias es que deberá permanecer resguardada durante 14 días y posteriormente puede ser llevada a otro centro de detención.

Una familia perseguida por el régimen

Después de meses huyendo, de dormir en las calles y de comer de lo que les regalaban, la familia Velásquez Molina, originaria de Diriamba, llegó a Estados Unidos en agosto de 2018. Ese viaje lo emprendieron Axel, de 14 años; su hermana Alexa, de 10 años, junto a su papá Lesther Velásquez González, alias Memín, de 38 años y su mamá Idania Molina.

Huyeron poco después de que la dictadura ejecutara el denominado Plan Limpieza, con el objetivo de “cazar” a todo opositor o ciudadano que hubiera participado o colaborado con las protestas contra el régimen. En Nicaragua ofrecían recompensa por la «captura» o «desaparición» de esta familia. Las fotografías de Axel y su papá aparecieron en volantes pegadas en paredes y postes de energía eléctrica de Diriamba, como si se tratara de peligrosos delincuentes.

«Mi hijo y yo participamos fuertemente en los tranques, mi hija participó en algunas marchas y nos llevaba café a los tranques. A raíz de todo eso nosotros tuvimos que huir, pero no me dio tiempo de sacar a mi hija, nos allanaron varias veces, fui abusada sexualmente por paramilitares y por todo eso tuvimos que irnos de inmediato», recordó Idania.

En cuanto a la situación migratoria de la familia, la joven madre comenta que en diciembre tienen programada la cita en la Corte con un juez para saber si les aprobaron el asilo político. Por ahora, explica, tienen permiso de trabajo y la cédula que proporciona el Estado para poder permanecer legales, mientras dura la espera que definiría el futuro y la vida de su familia.

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