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Nuestros presos políticos

Hay que haber estado preso, en las garras de una dictadura cruel, para saber lo que es eso. Es lo que está pasando en la Nicaragua actual. Cuando te llevan los esbirros, tienes suerte si no te han dado una patada o un manotazo, mientras simultáneamente te mientan la madre, que en un torrente de lágrimas se ha quedado llorando y gimiendo en la casa, nadando en un mar de incógnitas, dificultades y desconsuelos. Si tiene además el dulce cognomento de abuela, verá a su alrededor a sus nietos —niños inocentes de la maldad escalofriante— y tratará como la gallina con sus polluelos de abrigarlos bajo sus alas, mientras pasa la tormenta que envenena la conciencia del régimen dictatorial de los Ortega-Murillo, en nuestra desventurada nación.

Pero sigamos con los presos. La dictadura, fiel a su malevolencia y a sus planes siniestros, en vez de construir escuelas y centros de salud, que tanta falta hacen, ha construido nuevos edificios para albergar a los que ha secuestrado, privándolos de su libertad arbitraria e innecesariamente. Cuando estos llegan allí, sin saber por qué ni para qué, los sicarios siempre dispuestos a mostrar su incondicional estupidez por unos dólares más, los reciben con miradas hoscas, el ceño fruncido y gestos obscenos que presagian males mayores para su incierto porvenir.

Luego, de acuerdo con las informaciones fidedignas de organismos nacionales e internacionales de Derechos Humanos, los prisioneros son sometidos a vejámenes y humillaciones inhumanas, que solo reflejan el grado de perversidad tan bajo a que ha llegado la pareja presidencial de los Ortega-Murillo, con tal de mantenerse en el poder contra viento y marea. Hay, de acuerdo con esas mismas informaciones, quienes han sufrido torturas, mujeres que han sido violadas por sus cancerberos y campesinos presos que han desaparecido. Por estas y otras razones, hay graves presunciones de que el dúo fatídico podría ser acusado de haber cometido delitos de lesa humanidad, siendo este el leitmotiv por el cual se han propuesto impedir la realización de elecciones libres y transparentes el 7 de noviembre próximo, tal como lo mandata nuestra Constitución. Temen enfrentar la justicia sin la impunidad que les garantiza el poder, por espurio que este sea.

La verdad es que en los anales de la historia latinoamericana, ni antes ni después de la aprobación de la Carta Democrática en septiembre del 2001, nunca jamás se habían observado ¡por insólitos!, los casos que están ocurriendo en Nicaragua. Ni en las más brutales dictaduras que asolaron a nuestros pueblos en el siglo pasado como la de Stroessner en Paraguay, la de los Trujillo en República Dominicana o la de los Somoza en Nicaragua, nunca se había visto que en pleno proceso electoral se mandara a encarcelar a los pre-candidatos presidenciales como lo están haciendo los Ortega-Murillo con Cristiana Chamorro Barrios, Arturo Cruz Sequeira, Félix Maradiaga, Juan Sebastián Chamorro y Miguel Mora.

Tampoco se había visto que se encarcelara a los dirigentes opositores en pleno proceso electoral por pensar de manera diferente, como es el caso de Pedro J. Chamorro Barrios, de la Alianza Ciudadana y los dirigentes de Unamos: Dora María Téllez, Ana Margarita Vigil, Suyén Barahona, Hugo Torres, Víctor Hugo Tinoco y Tamara Dávila. Al clamor internacional por elecciones libres en Nicaragua, me permito sugerir que se agregue el de la libertad inmediata de todos los presos políticos, porque no pueden haber elecciones libres y transparentes en un país en donde la mayoría de los dirigentes opositores guardan prisión, sin oportunidad de exponer sus puntos de vista al electorado.

La grandeza de estos héroes vivientes es que al salir de la cárcel no solo no claudican de sus elevados principios sino que salen con renovados bríos, para seguir luchando por los más caros valores que encarnan nuestra nacionalidad. Comprenden que el camino de la gloria esta sembrado de espinas y que el extraordinario sacrificio que están realizando, con probado estoicismo, no solo los enaltece a ellos ante el altar de la patria en el presente, sino que los proyecta hacia el porvenir cuando sus hijos y los hijos de sus hijos los recordarán, con eterno agradecimiento por haber intentado legarles una patria con democracia y libertad para todos.

El autor es periodista y secretario general de la Asociación de Nicaragüenses en el Extranjero (ANE).

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