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Ese día quedaba muy poco del “gallo ennavajado” que había mantenido una actitud pendenciera a lo largo de su campaña electoral. Frente a doña Violeta Barrios de Chamorro estaba un hombre demacrado por varias noches en vela, con una expresión melancólica de estrella de rock caída. Daniel Ortega se echó a llorar y doña Violeta lo abrazó.
“Mi muchacho, no pasa nada”, le dijo. Y lo invitó a sentarse a su lado, en una mecedora, como ella misma lo narraría en su autobiografía Sueños del corazón. Daniel Ortega había llegado a la casa de doña Violeta para felicitarla por su triunfo electoral. Acababa de abrirse en la historia de Nicaragua un capítulo que a la fecha no ha terminado de cerrar.
Derrotado en las elecciones generales del 25 de febrero de 1990, Ortega entregó la presidencia del país; pero sus críticos afirman que en el fondo nunca aceptó los resultados. Durante 16 años se dedicó a “gobernar desde abajo” hasta que en 2007 finalmente logró volver al poder, en el que ya lleva 14 años consecutivos.
El recuerdo de aquella derrota inesperada lo ha perseguido desde la noche en que escuchó, pasmado, los primeros números de las Juntas Receptoras de Votos. Cuando estuvo de regreso en la silla presidencial, Ortega se las arregló para controlar por completo el poder electoral, a fin de no volver a asistir a unos comicios libres, y ahora ha desatado su aparato represivo contra Cristiana Chamorro Barrios, quien encabeza las encuestas de popularidad como precandidata presidencial opositora de cara a las elecciones de este noviembre.
Perseguida por supuestos delitos de lavado de dinero y prisionera en su propia casa, la hija menor de doña Violeta se ha convertido en el principal blanco político de la dictadura. 31 años después de aquellas elecciones, el fantasma de la señora de cabeza algodonada y traje blanco continúa atormentando a Ortega.
Cristiana
Casi todas las encuestas favorecían a Daniel Ortega, que insistía en llamar “candidata del imperialismo yanqui” a su principal contrincante, doña Violeta. Se rumoraba también que el Frente Sandinista había invertido veinte millones de dólares en su campaña electoral y, encabezado por los “hombres fuertes” de la revolución, el partido rojinegro llenaba grandes plazas.
Por el otro lado, doña Violeta era una frágil señora ama de casa que en aquel momento se movilizaba en muletas o silla de ruedas, y cuyas actividades de campaña eran continuamente asaltadas por “turbas divinas” armadas con piedras y machetes.
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Por esas y otras razones “la derrota del Frente no se esperaba”, admite Henry Ruiz, uno de los nueve comandantes de la Revolución sandinista. Para Ortega, dice, “fue una sorpresa desagradable, traumática, tanto que a la toma de posesión llegó vestido de gallero, de hombre pendenciero”.
Según el excomandante, Ortega nunca le tuvo respeto a su contrincante. “Siempre se refirió a ella como ‘la vieja renca’, nunca reconoció la estatura ética y moral de doña Violeta. Le parecía que era una señora doméstica”.
Pero debido a esa señora ama de casa, “Ortega y su mujer sufren un trauma y ese trauma lo están viendo ahora”, señala Ruiz. Además, agrega, Cristiana es el nombre de la hija de doña Violeta y ellos (Ortega y Murillo) “adjetivaron una revolución que ya no existe como ‘cristiana, socialista y solidaria”. Ese nombre les suena de una manera terrible”.
Vestida de blanco
De los hijos de doña Violeta, Cristiana Chamorro Barrios es la que más se parece a ella y la que estuvo a su lado durante su gestión como presidenta de Nicaragua, haciéndose cargo de las tareas sociales de una primera dama. También es la hija que estaba junto a ella en el momento en que recibió la noticia de la muerte de su esposo, el periodista Pedro Joaquín Chamorro, asesinado en una calle de Managua el 10 de enero de 1978.
A don Luis Sánchez Sancho ver a Cristiana le trae automáticamente recuerdos de doña Violeta. Él fue jefe de información y prensa de la campaña de la Unión Nacional Opositora (UNO) para las elecciones del noventa. “Cuando vimos a Cristiana vestida de blanco en estos días, a los que estuvimos ahí inmediatamente se nos venía a la memoria la imagen y la figura de doña Violeta, porque además se parecen”, afirma.
Cristiana no solo evoca a su madre por su figura, también por su mensaje. “Su puntos de vista, su visión de Nicaragua prácticamente es la misma”, señala Sánchez Sancho, actualmente editorialista del Diario LA PRENSA. “Su pensamiento democrático, republicano, reconciliador, es el mismo que tenían su padre y su madre”.
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Y si a él Cristiana lo hace pensar en doña Violeta, con mucha más razón a Daniel Ortega, que a juicio del editorialista “guarda con mucho rencor en su memoria la ‘tragedia’ de haber perdido las elecciones y haberse visto obligado a entregar el gobierno”.
Don Luis remarca la palabra “obligado”, porque Ortega fue de los miembros de la Dirección Nacional del Frente Sandinista que inicialmente se negaron a reconocer los resultados y solo lo hicieron por “la presión internacional y la de otros miembros que creían que se debían reconocer”.
Para el editorialista, la persecución que actualmente sufre la hija menor de doña Violeta obedece a dos principales factores, uno político y otro emocional.
El primero es el hecho “concreto y real” de que “una candidatura de Cristiana sería una amenaza grave para Ortega porque ella puede perfectamente derrotarlo en unas elecciones libres y limpias”. El otro viene “desde los recuerdos y los rencores que Ortega ve personificados en Cristiana, los fantasmas que le salen de los armarios y lo atormentan”.
La excomandante guerrillera Dora María Téllez también considera que Ortega “tuvo un gran trauma con la derrota electoral” de 1990, porque no se la esperaba y porque, además, veía a su competencia como “una señora que no tenía las habilidades que él creía tener”. Sufrió una terrible humillación al ser desplazado del poder por una persona a quien él consideraba inferior.
Sin embargo, sostiene, el actual asedio a Cristiana tiene explicaciones un poco más profundas. Como muchos otros, Daniel Ortega se dio cuenta rápidamente de que “ella catalizaba una simpatía importante que tiene una memoria histórica”. El hecho de que la hija del mártir Pedro Joaquín Chamorro y doña Violeta Barrios enfrente al dictador “tiene un empaque emocional muy poderoso que animó a un montón de gente”.
Mientras tanto, analiza Téllez, “al otro lado del espejo se desató el fenómeno contrario: los seguidores de Ortega se deprimieron con la candidatura de Cristiana”. Y todo esto está vinculado con unas elecciones ocurridas hace 31 años.
De manera que no se trata solamente del trauma que Ortega pueda tener, también de las emociones que el recuerdo de doña Violeta puede despertar, a través de su hija, tanto en opositores como en simpatizantes del régimen Ortega Murillo.
Para la exguerrillera, la situación también responde a un indudable “encono personal” de Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo, hacia la familia Chamorro. En el fondo, dice, “Ortega tiene una especie de resentimiento social” que se manifiesta en frases como “estos se creen intocables”. “Por eso tardó tanto el allanamiento a la casa de Cristiana, para infligirle una humillación necesaria para él y para la Rosario”.
Murillo, considera Téllez, pareciera tener otra clase de resentimiento hacia los Chamorro. “Ella trabajó con Pedro Joaquín, fue su secretaria, tal vez eso la hace sentir inferior, no sé, porque ella no era una muchacha pobre y marginada”.
Rosario y los Chamorro
Las vidas de Rosario Murillo y Cristiana Chamorro Barrios se han entrelazado en diferentes momentos, desde que Murillo, a la edad de 18 años, entró a trabajar a LA PRENSA, allá por el año 1968, y Chamorro Barrios era una joven de 15 años de edad que pronto alternaría su tiempo entre Nicaragua y el extranjero por razones de estudio.
En aquel entonces había una persona que las relacionaba: Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, el director de LA PRENSA, jefe de Murillo y padre de Cristiana. No se puede decir que las unía porque Claudia Lucía Chamorro, hermana de Cristiana, no recuerda que ambas hayan sido cercanas, ya que Cristiana a veces estaba fuera del país, estudiando.
Hoy, 53 años después, Cristiana está presa en su casa, acusada de lavado de dinero por el régimen que precisamente Rosario Murillo dirige junto a su marido Daniel Ortega.
Por razones diferentes, Chamorro Barrios y Murillo son mujeres que en algún momento han sido relacionadas con una probable llegada a la presidencia de Nicaragua.
Murillo es hija del terrateniente Teódulo Murillo y una mujer de clase pudiente de Niquinohomo, Zoilamérica Zambrana, sobrina del general Sandino. Su padre la mandó a estudiar a Europa y al volver a Nicaragua entró a trabajar a LA PRENSA, donde hizo buen equipo de trabajo con Pedro Joaquín Chamorro Cardenal y Pablo Antonio Cuadra, los directores.
Con aspiraciones de poeta, se unió al Frente Sandinista (FSLN), que en ese entonces luchaba contra la dinastía de los Somoza. Y en 1978 se unió maritalmente a Daniel Ortega, quien llegó a ser presidente de Nicaragua en los años ochenta.
Cuando Ortega perdió el poder, en 1990, se dio uno de los cruces más importantes en la vida de Murillo y Cristiana Chamorro Barrios, mano derecha de doña Violeta. Más tarde, en 1997, la hijastra de Ortega, Zoilamérica, lo acusó de abuso sexual y Murillo decidió apoyar a su esposo, algo que para muchos, incluida Cristiana, le dio más influencia sobre él.
Ortega regresó a la presidencia en 2007 para ya no bajarse de ahí. Al inicio barajó varias estrategias para perpetuarse en el poder, porque la Constitución Política le prohibía reelegirse. Pensó en hacerse diputado y establecer un régimen parlamentario, quitándole mucho poder al presidente. E igualmente se sopesó la posibilidad de que Murillo fuera candidata presidencial en 2011, pero la vieja guardia del sandinismo la rechazaba y la Constitución prohibía ser candidatos a quienes tenían consanguinidad o afinidad familiar con el presidente.
Finalmente, Ortega violó la Constitución y se reeligió en 2011. En 2016 los Ortega Murillo se consolidaron como dictadura, cuando Ortega llevó como compañera de fórmula a su esposa Rosario Murillo en unas elecciones supercontroladas por el orteguismo.
Murillo no quiere la vicepresidencia. Quiere la presidencia. Pero en abril de 2018 sus aspiraciones se torcieron con el estallido de las protestas sociales que fueron reprimidas con armas de guerra por la dictadura, causando más de 300 muertos en la población civil.
En este proceso electoral de 2021, todo indica que Daniel Ortega nuevamente será candidato con su esposa como fórmula y es aquí donde los caminos de Rosario Murillo y Cristiana Chamorro Barrios han vuelto a cruzarse.
Desde pequeña, Cristiana quiso ser periodista, pero terminó graduándose en Historia y Filosofía. Empezó a reportear para LA PRENSA y en los años ochenta tuvo un papel más activo llegando a ser la directora. Fueron momentos difíciles de censura por parte del gobierno dirigido por Daniel Ortega y los demás comandantes sandinistas.
Con el triunfo de doña Violeta, Cristiana y su esposo, Antonio Lacayo, se convirtieron en un gran apoyo para la mandataria.
Al terminar la gestión, doña Violeta y sus hijos crearon la Fundación Violeta Barrios de Chamorro (FVBCH), un organismo no gubernamental dedicado a fortalecer la libertad de expresión en Nicaragua y a promover el liderazgo de los periodistas, la sociedad civil y apoyar a las instituciones democráticas. Es por este organismo que ahora el régimen Ortega Murillo acusa a Cristiana de estar involucrada en lavado de dinero.
Vestida de blanco, como lo hizo su madre hace más de treinta años, Cristiana salió a enfrentar a Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Insultos, injurias y críticas
Si a como explica Claudia Lucía, la relación de Rosario y Cristiana no fue cercana en los años setenta, cuando la hoy primera dama y vicepresidenta trabajaba en LA PRENSA, esta se rompió definitivamente a partir de 2007, cuando Ortega regresó al poder y se comenzó a ver la influencia de Murillo sobre el mandatario.
En sus artículos de opinión, Cristiana señalaba cómo el caso Zoilamérica había sido utilizado por Murillo para controlar a Ortega.
Parafraseando un comunicado del Movimiento Autónomo de Mujeres (MAM), Chamorro Barrios escribió: “El poder de Murillo se origina en haber canjeado la integridad de su hija por el dominio que ahora ostenta sobre Ortega, su partido y el gobierno. A esta complicidad con un delito de violación sexual, se le suma el peso de las acusaciones en su contra de todos sus ex compañeros en el anterior gobierno del FSLN. La acusan de haber ejercido, durante diez años de revolución sandinista, una dictadura cultural asfixiante. Y ahora regresa sin dar señales del cambio que quiere vendernos con un lenguaje disfrazado de ‘paz y amor’”.
Luego, también le comenzó a criticar la falta de apertura hacia la prensa independiente que mostraban los ahora dictadores. Después vinieron las críticas por la corrupción de los Ortega Murillo con los bienes del Estado y la cooperación venezolana.
Ortega y Murillo, por su parte, tachaban a los Chamorro de vendepatrias y oligarcas y de haber vendido el ferrocarril en los años noventa. También los señalaban porque doña Violeta le había perdonado a Estados Unidos una deuda originada durante la Revolución sandinista.
El único momento cordial ocurrido en los últimos años entre Rosario y Cristiana se dio en 2015, cuando Antonio Lacayo sufrió un accidente mortal al caer en el río San Juan la avioneta en que viajaba con un norteamericano y un piloto nicaragüense. El cadáver de Lacayo tardó en ser recuperado.
En una de sus alocuciones Rosario Murillo dijo: “Estuvimos conversando con Cristiana, compartiendo con ella la dimensión de la tragedia… Yo sé que es una persona muy fuerte, nos conocemos bien y sabemos que hemos compartido momentos de dolor”.
Probablemente fue la última vez que Murillo y Chamorro hablaron. Luego vino una serie de insultos por parte la primera dama en contra de los Chamorro, especialmente cuando se supo que Cristiana sería precandidata presidencial.
En febrero pasado, Murillo dijo sobre la familia Chamorro: “Esos que creen que merecen todo y no merecen nada deberían de pagar por sus crímenes, algún día llegará la justicia, algún día la justicia llegará. Pandilla de ladrones, todas las empresas que tenía el pueblo trabajador de Nicaragua se las regalaron a sus parientes inmediatos, no pagaron más capitales para favorecerse familiarmente”.
Cristiana reaccionó indignada, señalando que Rosario Murillo insultaba e injuriaba a su madre y a su familia.
“Murillo se equivoca rotundamente al creer que con atacar al gobierno de doña Violeta nos va a intimidar. Su burda política de comunicación en contra de la primera mujer presidenta de Nicaragua no tiene efectividad y no exime a su marido ante el pueblo, ni le limpia el pecado político e histórico de utilizar los recursos de los nicaragüenses y el fraude para reelegirse ilegalmente”, ripostó.
Anteriormente, en enero de 2021, Chamorro también le recriminó a Murillo las muertes causadas por la represión gubernamental a partir de abril de 2018: “A ninguno (de los Chamorro) se le ocurrió dar la orden de asesinar, encarcelar y torturar a sus adversarios. Por el contrario, esta familia ha sufrido asesinatos, encarcelamientos, cárcel, exilio forzoso y torturas crueles por defender la libertad de Nicaragua”.
El reciente 2 de junio el sistema judicial, controlado por la familia presidencial, mandó a encarcelar en su propia casa a Cristiana Chamorro Barrios.
“Como de la familia”
Así como Rosario Murillo dijo en 2015 que se conocía bien con Cristiana, esta última afirmó en enero de 2020 que Murillo fue “respetada”, “bien recibida” y tuvo “un lugar” en LA PRENSA, propiedad de la familia Chamorro.
En 1976, recordó Cristiana, Murillo cayó presa durante nueve días y diariamente su padre Pedro Joaquín estuvo atento a ella, orientando que se le llevara comida.
Uno de los momentos difíciles de Murillo en esa época fue la muerte de su niño de dos años de edad, que había procreado con el periodista Annuar Hassan, durante el terremoto de 1972 que destruyó Managua. Y en esa ocasión los Chamorro Barrios no fueron indiferentes con ella.
Cristiana la recuerda en casa de sus padres, y a su madre Violeta dándole cariño. “Mi mamá la consolaba y le puso unas colchas”, ha rememorado.
Por último, cuando Rosario Murillo tuvo que ir al exilio, en 1977, los Chamorro Barrios la mandaron donde unos amigos en Panamá, donde estuvo dos meses hasta que pudo reunir a su familia y luego asentarse en Costa Rica.
Otra anécdota relatada por la propia Cristiana es la que tuvo lugar poco después del triunfo de la Revolución sandinista de 1979. Cuando doña Violeta formaba parte de la Junta de Gobierno y Reconstrucción Nacional (JGRN) se encontró con Rosario Murillo y la vio “sentada detrás de los hombres”. “Rosario, uno no se sienta atrás. Vení, sentate conmigo”, le dijo.
“Mi madre le tenía aprecio y cariño (a Murillo) por todos los años que pasó trabajando al lado de mi padre”, dice Cristiana.
Pedro Joaquín Chamorro Barrios, hermano de Cristiana, se encuentra preocupado por lo que ocurre con su hermana y también con su hermano Carlos Fernando, quien igualmente está siendo atacado por la dictadura Ortega Murillo.
No se imagina todo lo que tuvo que sufrir su hermana cuando su casa fue allanada por la Policía Orteguista y considera que de Rosario Murillo no se podía esperar nada.
“A ella (Murillo) se le trató muy bien (en la familia de los Chamorro), pero uno no puede esperar que después de tantos años haya correspondencia. Ha habido mucha agua que ha pasado debajo del puente”, considera.
Claudia Lucía Chamorro Barrios dijo a la revista DOMINGO, cuando su hermana Cristiana todavía no había sido encarcelada, que “la política en Nicaragua es guerra sucia… Rosario va a sacar todas sus artimañas y Cristiana tiene que saber”.
Traumas de dictador
Si Daniel Ortega hubiera sido un verdadero estadista, ningún rencor, político o personal, tanto de él como de su esposa Rosario, tendría que haberse reflejado en actos contra los Chamorro o cualquier otra familia.
Pero Ortega no es un estadista. Lo demostró en 1990, cuando luego de visitar a la señora que lo había derrotado abandonó “su postura de hombre civilizado” y en los últimos días de su presidencia se “hundió cada vez más y más”, animando a sus seguidores “a saquear hasta el último rincón del gobierno”, narra doña Violeta en su autobiografía.
Se llevaron todo lo que pudieron. Televisores, carros, muebles, archivos, computadoras. “Y lo que no pudieron llevarse físicamente, los sandinistas se lo atribuyeron con falsos títulos”, relata la expresidenta. “De la noche a la mañana, buena parte de Nicaragua fue privatizada a favor de un grupo de sandinistas privilegiados”.
El problema, analiza ahora don Luis Sánchez Sancho, es que perder una elección no es lo mismo para un político democrático que para uno como Daniel Ortega. Para un estadista, una derrota electoral es una eventualidad, porque sabe que se puede perder o ganar. En cambio, personajes como Ortega consideran que “el poder les pertenece para siempre o por lo menos vitaliciamente, que estarán ahí hasta la muerte y lo heredarán”.
Ortega se sentía dueño del poder y una señora a la que ninguneaba se lo arrebató. “Le había costado, había matado, había andado en las armas, estuvo siete años en la cárcel por alcanzar el poder”, señala Sánchez Sancho. “Su mente no admitió nunca que se lo quitaran por medio de unas elecciones”.
Periodistas perseguidos
Hasta este 4 de junio, en un plazo de solo dos semanas, el Ministerio Publico había citado a 36 periodistas, directores de medios de comunicación, miembros de la sociedad civil y extrabajadores de la Fundación Violeta Barrios de Chamorro (FVBCH) por el caso sobre supuesto lavado de dinero abierto en contra de esta organización y, particularmente, su expresidenta, Cristiana Chamorro Barrios.
Marcos Fletes y Walter Gómez, extrabajadores de la fundación, fueron secuestrados por policías y paramilitares y permanecen detenidos injustamente en las celdas del régimen. Mientras que Cristiana fue puesta bajo arresto domiciliar, sin que antes haya habido un proceso judicial.
Entre los periodistas citados por la Fiscalía están María Lilly Delgado, Álvaro Navarro, Octavio Enríquez, José Adán Silva, Carlos Herrera y Roberto Mora. Se trata de periodistas independientes que han realizado proyectos con el apoyo de la FVBCH.