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Defensa fraterna y un editorial

Antes que nada quiero manifestar mi mas enérgica condena a los actos barbáricos de persecución política desatados por el régimen la semana pasada contra mi hermana Cristiana y mi hermano Carlos Fernando, cuyas modestas oficinas fueron asaltadas por segunda vez llevándose la Policía todos los equipos con que hacían el programa Esta Semana y Esta Noche.

Carlos Fernando, mostrando una admirable resiliencia y vocación periodística, logró sacar su programa Esta Semana el pasado domingo “con las uñas” y Cristiana acudió a escuchar los graves cargos que le imputan al interrogatorio en la Fiscalía con su frente en alto, su conciencia tranquila y respondiendo ante los periodistas con firmeza.

La motivación política de las acusaciones contra Cristiana queda en evidencia desde el inicio de este montaje, porque resulta altamente improbable y revelador, que las autoridades de Gobernación no se hayan dado cuenta de las supuestas “inconsistencias” en los estados financieros de la Fundación Violeta Barrios de Chamorro en los años 2015, 2016, 2017, 2018 y 2019, sino que fue hasta en mayo del 2021 que saltaron a la vista, cuando casualmente ella lideraba las encuestas de los precandidatos a la Presidencia, a pesar de no haberse inscrito en ninguna de las dos plataformas electorales opositoras.

El acoso y las imputaciones delictivas a Cristiana se han extendido a todo el gremio de periodistas independientes de Nicaragua a quienes el régimen pretende silenciar, porque la mera publicación de la verdad les incomoda diariamente. Es una embestida más contra la sagrada libertad de expresión y libertad de prensa, principios por los cuales mi padre dedicó y ofrendó su vida.

Es irónico que mientras el régimen de Ortega llevaba a cabo su segundo asalto contra las oficinas de Confidencial y Esta Semana de mi hermano Carlos Fernando, al otro lado del Atlántico, en España, el jurado calificador de la 38 edición de los premios Ortega y Gasset a la excelencia periodística de habla hispana, le otorgaba el premio 2020 en “trayectoria profesional”. Un verdadero espaldarazo a su trayectoria profesional como periodista independiente en tiempos de crisis.

Todo esto y más está ocurriendo rápidamente a las puertas de un proceso electoral, por lo que cabe la pregunta legítima: ¿qué hacer? ¿abstenerse o votar el 7 de noviembre? ¿Caeremos en el derrotismo empujados por los profetas de las calamidades que proponen el no voto antes que el votar por la única alternativa opositora legítima que puede dar la batalla?

La respuesta a estas preguntas las entrega brillantemente el editorial de LA PRENSA del lunes 24, bajo el título “Aún hay por qué y contra quién votar”. Dicho editorial repasa las dos instancias históricas donde se ha optado por la abstención masiva y sus resultados. En el 2016 para la segunda reelección consecutiva de Ortega, que para asegurarse la victoria descarriló el vehículo electoral PLI dejando sin casilla a la oposición que se había amalgamado en la casilla 13 de ese partido.

Los resultados ya todos los conocemos. La otra fue para las elecciones de 1974 cuando Somoza Debayle, en su afán reeleccionista, no permitió la participación de ni un solo partido o alianza real de oposición y mi padre encabezó la lista de 27 ciudadanos que proclamaron “no hay por quién votar”.

El editorial concluye: “Pero ahora, si la dictadura no cancela también la personería a CxL, habría razón para votar, pues si la oposición ha decidido que la única forma de lucha posible es la lucha electoral, hay que practicarla hasta las últimas consecuencias… y también habría por quién votar… por los candidatos de la Alianza Ciudadana. No es fácil participar en elecciones en una dictadura absolutista, cruel y tramposa, pero como dice Fernando Mires acerca de los opositores en Bielorrusia, los que participan “son los héroes de nuestro tiempo”.

Convirtamos esta elección del 7 de noviembre en un plebiscito masivo contra Ortega y a favor del cambio por una república en democracia y libertad.

El autor es periodista, exministro y exdiputado

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