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La alfabetización de 1980, cuando miles aprendieron a leer con consignas sandinistas

Hace 41 años, unos cien mil jóvenes salieron hacia todos los rincones del país debido al proyecto sandinista llamado Cruzada Nacional de Alfabetización. El propósito era reducir el analfabetismo y, de paso, adoctrinar en las consignas revolucionarias a alfabetizadores y alfabetizandos

Antes de escribir el nombre del fundador del FSLN, Carlos Fonseca Amador, los campesinos debían aprenderse las vocales en la frase “La Revolución”, además de leer la oración “Sandino: guía de la Revolución”, con la imagen del hombre del sombrero al lado. La tercera lección era leer “El FSLN condujo al pueblo a la liberación”, ilustrada con una imagen de guerrilleros rojinegros alzando sus fusiles.

La Cruzada fue una iniciativa sandinista que movilizó a más de 90,000 jóvenes de las secundarias y universidades, quienes durante cinco meses vivieron en las zonas rurales de Nicaragua para enseñar a leer y escribir con frases alusivas al FSLN a más de la mitad de la población pobre y analfabeta.

Los alfabetizadores les hablaban sobre Carlos Fonseca, Augusto C. Sandino y otras figuras del FSLN a los campesinos. LA PRENSA/ HANS LAWRENCE RAMIREZ

Los alfabetizadores, en su mayoría jóvenes entre 14 y 20 años, les hablaban a los campesinos sobre las figuras del sandinismo, la Revolución o lo malo de la dinastía somocista. Así lo indicaba el “Cuaderno de educación sandinista. Orientaciones para el alfabetizador”, en el cuál también se explicaba cómo alfabetizar con el método de la Educación Popular del pedagogo brasileño Paulo Freire.

El método de Freire ya había dado frutos positivos en países de África y consistía en alfabetizar en base a palabras que vinculen a las personas con su contexto. Se escogía una frase de un tema con el que el campesino estaba familiarizado y de esa oración se extraía una palabra generadora, desde la cual se empezaban a identificar las letras.

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Este método es notorio en otras lecciones de la cartilla como la 10, donde se enseñaban las sílabas ce, ci, cen, cis y cel en frases como “Los genocidas están en las celdas” o “Jacinto es socialista”, cuyas palabras generadoras serían Genocida, Celda, Jacinto y Socialista. En total, eran 57 frases alusivas al sandinismo y su revolución.

Fernando Cardenal fue el coordinador de la Cruzada y en sus memorias tituladas Sacerdote en la Revolución, cuenta que una vez un experto en alfabetización de la India le dijo que no le gustaban los materiales de la Cruzada porque estaban muy politizados y que en lugar de iniciar las lecciones con la frase “La Revolución”, se iniciara con agua u otra palabra similar.

Cardenal le respondió que esa manera también era muy politizada, “ya que hablar del agua y de las nubes en estos momentos era propiciar una educación política en la línea de ocultar la realidad que estaba viviendo el pueblo de Nicaragua”.

Las consignas del FSLN también fueron traducidas al miskito, sumo e inglés criollo para enseñárselas a 16,500 pobladores de la Costa Caribe en una segunda alfabetización que inició el 30 de septiembre de 1980.

Las consignas sandinistas fueron traducidas al miskito, sumo e inglés criollo para enseñarselas a los habitantes de la Costa Caribe. LA PRENSA/ HANS LAWRENCE RAMIREZ

La pedagoga Josefina Vijil explica que el contexto tuvo mucha influencia en el contenido de la cartilla debido a que estaba reciente el triunfo de la revolución. “Indiscutiblemente, no era necesario que fuera así. Se pudieron haber escogido textos que no fueran frases y nombres o que no fueran necesariamente alusivos a la revolución” comenta Vijil, quien considera que pudo haber sido más incluyente utilizar otras frases sin afectar el sentido de la metodología.

Vijil reconoce que el contexto de la época fue lo que definió los contenidos de la cartilla, el cual estaba lleno de esperanza, mística y fervor por el proceso revolucionario. “Los materiales pudieron haber sido más inclusivos con temas menos polarizantes, pero era difícil en ese momento verlo de esa manera”, insiste la pedagoga.

Una visión similar tiene el historiador nicaragüense y catedrático de la Chapman University del sur de California, Mateo Jarquín, quien apunta que en aquel entonces se creía utópicamente que se podía transformar de manera radical al país. “El sandinismo pensaba recrear a la sociedad hasta el nivel de identidades que es formación de ciudadanía, de un nuevo nacionalismo”, y enfatiza en que el contexto es justamente lo que explica el contenido de la cartilla.

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“Obviamente la campaña de alfabetización fue de los muchos programas sociales, el que más le sirvió al gobierno revolucionario en términos de propaganda”, sin embargo, verla como una campaña de adoctrinamiento es “una simplificación grasa, grosera” porque se estaría negando el hecho del analfabetismo que existía hasta antes de la Cruzada y sería reducir todo el programa a sus dimensiones políticas, que efectivamente tuvo.

Por su naturaleza, la Cruzada no se puede apartar del contexto histórico en que se llevó a cabo, justo saliendo de una dinastía que oprimió al país por 40 años y por ello era normal que los nicaragüenses creyeran en ese proyecto. Pero una de las consecuencias que dejó el haber alfabetizado a más de 400 mil nicaragüenses con materiales politizados es que no se fomentó el pensamiento crítico.

Desde la cartilla solamente se contó una parte de la historia de la Revolución y “al no contar las dos o todas las versiones de la historia, no se promovió el pensamiento crítico, si no el pensamiento subordinado” considera Vijil, y agrega que esto ha impactado en una sociedad poco democrática “como la que tenemos actualmente”.

Para la pedagoga, algo distinto fue lo que vino después respecto a los textos educativos que se utilizaban en los centros escolares del país. Estos libros eran conocidos como “Los Carlitos” y tenían contenido “guerrerista y pro violencia” porque enseñaba a los niños a contar con Aks 47, granadas, adoquines y demás artefactos de guerra.

Además, los libros contenían lecturas sobre niños perteneciendo o integrándose a la Asociación de Niños Sandinistas y otras estructuras partidarias del FSLN, lo cual, para la pedagoga, “no es solo adoctrinamiento, si no que una cosa totalmente absurda que no tiene nada que ver ni con la realidad ni con los intereses de los niños”.

Los campesinos identificaban las vocales en nombres de figuras sandinistas. LA PRENSA/ HANS LAWRENCE RAMIREZ

La logística de la Cruzada

Carlos Tünnerman todavía se acuerda de la cara triste de Fernando Cardenal cuando se lo encontró en un pasillo del hotel de la pirámide, conocido ahora como Crown Plaza. Ahí se hospedaba la Junta de Gobierno, la Dirección Nacional del FSLN, ministros y cuadros importantes del nuevo gobierno revolucionario porque aún había enfrentamientos armados en Managua entre algunos miembros de la Guardia Nacional con guerrilleros sandinistas. Somoza había dejado el país días antes y los sandinistas empezaban a gobernar.

Cardenal estaba desanimado porque los nueve comandantes lo habían enviado a Washington como embajador de Nicaragua ante los Estados Unidos, porque convenía que fuese un sacerdote jesuita el que diera la cara por los sandinistas debido a las relaciones tensas que había tras el derrocamiento de Somoza.

“Yo no hablo inglés, no tengo interés, yo no soy diplomático. Yo quiero dedicarme al trabajo aquí con los jóvenes” expresó Cardenal, pero Tünnerman, convertido en el nuevo Ministro de Educación quería nombrarlo a él como coordinador de la Cruzada y a Cardenal se le iluminó el rostro, le fascinó la idea y en cuanto consiguieron que la Dirección Nacional revocara el nombramiento como embajador de Cardenal, se dispuso a trabajar en la Cruzada.

Después de una reunión con la Junta de Gobierno y los nueve comandantes del FSLN, el 26 de julio de 1979, a las 10:30 de la noche, Cardenal llegó a la casa de Roberto Sáenz, otro jesuita que tenía experiencia alfabetizando desde la clandestinidad en El Salvador y Nicaragua. Cardenal le pidió ayuda para organizar la Cruzada y Sáenz le dijo: “Bueno, pues hay que rempujarla”.

Junto a Sáenz, a la oficina de Cardenal llegó su hermana, Ana, quien se desempeñaría como su secretaria, además de Katherine Grisgby, recién llegada de Canadá como Licenciada en Educación. Grisgby fue quien estuvo al frente de la División Técnico-Pedagógica que hizo la cartilla de la Cruzada con las consignas del FSLN.

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César Campos fue otra de las personas que colaboró con la creación de la cartilla, en el área de investigación, y tuvo que visitar municipios de Chontales, Teotecacinte, Murra, Quilalí, entre otros lugares para recoger las palabras generadoras que se usarían en los materiales.

Antes de la cartilla oficial se creó una provisional de cinco lecciones para hacer pruebas en Mozonte, Morrillo, Laurel Galán, La Pintada, entre otras localidades recónditas del país, para saber cómo responderían los alfabetizandos, hasta que finalmente se realizaron las 23 lecciones que contuvo El Amanecer del Pueblo.

Pero además de la cartilla y las orientaciones para el alfabetizador, también se hizo otro cuaderno llamado “Cálculo y reactivación, una sola operación. Cuaderno de educación sandinista de operaciones prácticas” cuya finalidad era enseñarles a los campesinos las operaciones matemáticas básicas como sumar, restar, multiplicar y dividir.

La cartilla de la Cruzada contenía los símbolos del FSLN, su himno y e incluso la canción “La Consigna” de Carlos Mejía Godoy. LA PRENSA/ HANS LAWRENCE RAMIREZ

A Nicaragua vino Paulo Freire, el mismo que ideó la metodología que se iba a emplear en la Cruzada. Llegó al Centro Cívico en Managua donde operaba toda la logística y se encontró con un equipo de siete personas, mesas repletas de papeles, sin sillas y con el teléfono en el suelo porque no había donde ponerlo.

El pedagogo brasileño revisó los materiales y le dijo a Tünnermann y Cardenal que los instrumentos y la metodología iban a funcionar, pero había un problema. El MINED no tenía dinero suficiente para imprimir las cartillas y tampoco existía en el país una imprenta con la capacidad para hacerlo.

En Costa Rica habían encontrado una que imprimía todos los materiales por un millón de dólares, así que Freire prestó el teléfono que estaba en el suelo y agachado llamó hasta Ginebra, Suiza, a Charles Harper, director del Consejo Mundial de Iglesias.

Freire le dijo a Harper que en Nicaragua iba a haber una campaña de alfabetización “macanuda” y debía conseguir un millón de dólares en una semana para apoyarla. “El millón de dólares lo consiguió Charles Harper en una semana” tal y como se lo había solicitado Freire, cuenta Tünnermann, dinero con el cual fueron impresos los materiales.

Como los datos del somocismo no eran creíbles, se necesitaba realizar un censo para conocer la cifra exacta de analfabetas en el país, así como la de potenciales alfabetizadores. La coordinación de la Cruzada pidió ayuda a la UNESCO pero les dijeron que costaría una millonada y tomaría al menos dos años.

El censo necesitaba hacerse de inmediato así que 300 miembros de la naciente Juventud Sandinista fueron llevados a El Retiro, la casa particular de Somoza y ahí se les instruyó sobre cómo se iba a hacer el censo, se les explicó cómo iban a funcionar los materiales y se terminó de motivarlos.

Preguntaban por nombre, edad, ocupación, nivel de escolaridad y en caso de que supieran leer, consultaban si estaban disponibles para enseñar, qué días, a qué horas y a dónde. Luego de semanas de trabajo finalmente se conoció que la cifra oficial de analfabetismo era del 50.3%, así que una mitad del país iba a alfabetizar a la otra. El censo reveló que en total había 722,616 analfabetas en el país de los cuales el 78% se encontraba en la región caribe, de acuerdo a los datos divulgados por el MINED.

La Cruzada inició oficialmente el domingo 23 de marzo de 1980, pero desde un día antes algunos ya habían partido para las comunidades en las que les tocaría alfabetizar. Miles de jóvenes se encontraron en la Plaza de la Revolución para partir en los camiones naranjas del Ministerio de Transporte hacia las comunidades, montañas, comarcas y demás localidades.

En total fueron 96,582 alfabetizadores, la mayoría de secundarias y universidades. 59,124 jóvenes fueron los que conformaron el Ejército Popular de Alfabetizadores y otros se aglutinaron en las Milicias Obreras Alfabetizadoras, que eran trabajadores dispuestos a apoyar la Cruzada después de sus jornadas laborales.

Cerca de 100 mil jóvenes fueron movilizados a todos los rincones del país para enseñar a leer las consignas sandinistas. LA PRENSA/ TOMADA DE INTERNET

Los brigadistas también llevaban otras tareas como ejecutar la campaña de erradicación de la malaria, la recolección de muestras de flora y fauna, recolección de leyendas, cantos populares, tesoros arqueológicos, la recuperación de la Historia Oral de la guerra de Liberación Nacional, entre otras.

Los alfabetizadores estaban organizados bajo una lógica militar en seis grandes frentes a nivel nacional. El Frente Occidental Rigoberto López Pérez, Frente Oriental Roberto Huembes, Frente Nor Oriental Pablo Úbeda, Frente Central Camilo Ortega, Frente Norte Carlos Fonseca y Frente Sur Benjamín Zeledón. Los mismos nombres y posiciones geográficas que habían utilizado los guerrilleros sandinistas para derrocar a Somoza.

Cada Frente estaba compuesto por brigadas, columnas y escuadras. Las dos primeras tenían su Estado Mayor e incluso publicaban partes de guerra en Barricada, el diario oficial del FSLN para informar sobre los avances de la Cruzada y en ocasiones se firmaban con la consigna “Patria alfabetizada o morir en la Cruzada”.

Sobre esta terminología militar, Tünnermarn explica que se hizo de esa manera porque los nicaragüenses estaban familiarizados con ese lenguaje, además de que el espíritu era declararle la guerra al analfabetismo. “Esta vez íbamos a sustituir las armas por los lápices y los cuadernos”.

Barricada, el diario oficial del FSLN, también publicaba una Lectura para Recién Alfabetizados en donde se hablaba de Sandino, las Milicias Populares Sandinistas y demás aspectos de la Revolución. Se instruía a los lectores que lo recortaran e hicieran circular “entre los compañeros que ya saben leer”. En algunas ediciones también se publicaba un enunciado que decía “En cada alfabetizador, Carlos Fonseca”.

Un grupo de alfabetizadores celebra el primer aniversario de la Revolución Sandinista. LA PRENSA/ TOMADA DE INTERNET

La orden que llevaban los brigadistas era que se tratara como mama y papa a los campesinos jefes de familia, y como hermanos a sus hijos. Estaba prohibido interrumpir el trabajo de los alfabetizandos porque no se podía detener la producción del país, así que los jóvenes esperaban a que regresaran de su faena a las cuatro o cinco de la tarde, descansaban una hora y se ponían a estudiar.

A los brigadistas se les dotó de lámparas Coleman o lámparas de gas para que pudieran trabajar de noche, además de botas de hule, blue jeans, los materiales de estudio y su cotona gris con la insignia de la Cruzada.

También hubo desgracias como violaciones, asesinatos y brigadistas ahogados en ríos. De hecho, el primer caso de un alfabetizador fallecido se conoció el mismo 23 de marzo, cuando a Fernando Cardenal le avisan estando en plena tarima despidiendo a los jóvenes que uno ya se había ahogado en Muelle de los Bueyes. Edmundo Hernández era su nombre, originario de Jinotepe. Cuando acabó la Cruzada cinco meses después, la cifra de brigadistas fallecidos fue de 59.

“Manipulados”

Con la cabeza recostada en una de las ventanas de la ruta 120, José Ramón Flores de 62 años recuerda sus días como brigadista en Las Segovias. Asegura que anduvo enseñando las consignas del FSLN por Mozonte, Murra, Santa Clara y otros municipios de la zona.

“En ese tiempo estábamos dormidos nosotros. No sabíamos la doctrina que han dado y que han enseñado toda esta gente (sandinistas)” comenta el hombre que ahora se desempeña como albañil. Antes de ser brigadista, Flores combatió para derrocar a la dictadura somocista y años más tarde combatió a la contra.

Flores considera que enseñarle a leer a los campesinos con consignas del FSLN fue un error, aunque reconoce que “estábamos dormidos. Ni nosotros sabíamos que significaba todo eso”.

Por otro lado, Ligia Barrios también de 62 años participó en las MOA y recuerda como llegaba religiosamente por cinco meses de 5:00 a 8:00 pm para alfabetizar en el Instituto Carlos Ulloa Arauz, frente al parque central de Masaya. Ella trabajaba en el área de computación del sistema financiero y aunque tenía 21 años no podía ir a las zonas rurales porque la idea era no interrumpir las actividades económicas.

Las cinco personas que estaban a cargo de Barrios aprendieron a leer y escribir.  “Fue emocionante cuando aprendieron a escribir su nombre. Ahí hubo lágrimas”, comenta.

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Cenelia Mayorga también de Masaya, aún recuerda cuando los técnicos del MINED llegaron al Colegio Bautista donde cursaba su secundaria para explicar los detalles de la Cruzada. Mayorga se veía corriendo y jugando en el lodazal de cualquier comunidad que la mandaran, entre más largo mejor, pero su mamá no la autorizó a ir al campo y se tuvo que conformar con ir a alfabetizar a un matrimonio de personas mayores a tres cuadras de su casa.

Gabriela Selser, una argentina hija de Gregorio Selser, autor del libro Sandino, General de Hombres Libres, pudo ir a alfabetizar al campo, a la comunidad San José de las Casquitas en donde conoció a su mamá Francisca y su papá Juan, además de sus 11 hermanos.

En aquel entonces la comunidad quedaba a siete horas a pie al norte de Waslala, y Selser, acostumbrada a ciudades inmensas como su natal Buenos Aires o la Ciudad de México, ahora se encontraba en un pueblito de 40 casas, una pulpería, una parroquia, cerdos, vacas y alacranes.

Su misión principal que era alfabetizar a seis miembros de esa familia de 17 personas la cumplió con satisfacción, aunque recuerda que le tocó lidiar con momentos en que “los campesinos te decían “yo no puedo, yo no entiendo. Me duele la espalda, yo no sigo” y te tiraban la cartilla al piso”.

Además de Juan y Francisca, Gabriela alfabetizó a Juan José de 18 años, Freddy de 15, Mirna de 13 y Ernesto de 11, quien continuó estudiando y se convirtió en Ingeniero Agropecuario. Mirna, por su parte, se encuentra hoy en España y aún recuerda las imágenes de Carlos Fonseca y Augusto C. Sandino en las cartillas.

Las primeras oraciones que Mirna González aprendió a escribir. LA PRENSA/ HANS LAWRENCE RAMIREZ

Barrios, Mayorga y Selser recuerdan el contenido de la cartilla y las tres coinciden en que era un contenido politizado. “Obviamente que iba política, slogans así que se tiraban como consignas” resalta Barrios. Lo mismo dice Mayorga, quien afirma que “el enfoque era meramente político” pero como estaba iniciando un nuevo proyecto revolucionario y casi toda la ciudadanía estaba a favor del sandinismo, no vio problema en formar parte.

Sin embargo, Luciano García ahora ve la Cruzada en retrospectiva y alega sentirse manipulado. Él fue movilizado a Rancho Alegre, un pueblo ubicado entre La Gateada y Muhán, cerca de una antigua finca de Somoza conocida como Los Millones en el municipio de Villa Sandino, Chontales.

García recuerda que era el segundo al mando de la escuadra Carlos Álvarez Guerra, conformada por 30 niños entre los 12 y 14 años del Colegio Centro América. El primero al mando era Álvaro Pastora, hijo del fallecido comandante cero Edén Pastora. El deber de García era ir montaña adentro por las comunidades de Rancho Alegre, El Bejuco, La Chinela y demás para abastecer a sus compañeros de lo que necesitaran: papeles, lápices, capotes, lámparas o lo que fuera.

La escuadra Carlos Álvarez Guerra donde participó Luciano García en la comunidad Rancho Alegre. LA PRENSA/ CORTESIA

Para García no hay contexto que valga, pues considera que los contenidos politizados de la cartilla fueron “totalmente inoportunos”. Cuenta que en su escuadra algunos preferían omitir las lecciones y conversaciones sobre quiénes eran esos hombres, el de los anteojos culo de botella y el otro del sombrero, y preferían enfocarse en que sus alfabetizandos solo aprendieran a leer.

“La cartilla estaba diseñada para meter un adoctrinamiento ideológico. En cada capítulo (lección) había que darle como un adoctrinamiento” a los campesinos, y detalla que los de mayor de edad ponían cierta resistencia para estudiar el contenido de la cartilla, y en otros sí había curiosidad por saber sobre la Revolución.

García sí recuerda que había mucha algarabía por el tema de la Revolución, pero comenta que para aquel entonces también empezó el descontento con los sandinistas al frente del país. De hecho, al siguiente mes de iniciada la Cruzada en abril de 1980, Violeta Barrios de Chamorro y Alfonso Robelo anunciaron su dimisión de la Junta de Gobierno.

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En aquel entonces García tenía 14 años y no percibía ser manipulado. “No nos dimos cuenta. En el transcurso del tiempo es que te das cuenta que te estaban manipulando” comenta hoy, 41 años después. A pesar de todo, el ex brigadista recuerda la Cruzada como la experiencia más enriquecedora de su vida por el alto nivel de compañerismo, y considera que sensibilizó muchísimo a los jóvenes. “Una experiencia que yo creo que todos deberían de pasar. Tener esa experiencia social”

Misión cumplida

Los campesinos hacían un pequeño examen para avalar que finalmente aprendieron a leer y escribir. En su examen escribían las frases que habían aprendido sobre Sandino, Carlos Fonseca y las figuras sandinistas.

Con la misión cumplida de enseñar a leer las consignas del FSLN, los brigadistas debían volver a sus hogares. La cifra de analfabetismo logró reducirse del 50.3% hasta el 12.9%, equivalente a 406,056 nicaragüenses alfabetizados. En las comunidades se izaba la bandera roja y negra con un emblema amarillo que declaraba a la localidad como libre de analfabetismo.

Juan Ramón Flores, Gabriela Selser y Luciano García, coinciden en que cuando regresaron de las montañas el 24 de agosto en los mismos camiones naranjas destartalados en los que se fueron, los nicaragüenses los recibieron como héroes en la Plaza de la Revolución. Muchos brigadistas traían gallinas, cuajadas, nacatamales y demás obsequios que les habían dado los campesinos.

El proyecto recibió la medalla Nadezhda Krúpskaya otorgada por la UNESCO como la mejor campaña alfabetizadora de aquel entonces en la que miles de campesinos fueron adoctrinados y aprendieron a leer con consignas del FSLN.

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