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A mediados de los años 70, Somoza Debayle compró 10 avionetas cessnas civiles, que fueron adaptadas para uso militar. Se les conoció como Push and Pull. LA PRENSA/ ISTOCK

Rodolfo Neira, el mecánico que tuvo que pilotar un Push and Pull cuando los sandinistas le mataron al piloto en pleno vuelo

En lo último de la guerra civil de 1979, a un aprendiz de mecánico de aviación de la Guardia le dan la orden de acompañar a un piloto para atacar a los sandinistas. Durante el vuelo matan al piloto y el mecánico debe aterrizar la aeronave sin haberlo hecho nunca antes. 42 años después Rodolfo Neira cuenta por primera vez esa experiencia en un libro

En mayo de 1979, Rodolfo Neira era solo un aprendiz de mecánico de la Fuerza Aérea de Nicaragua (FAN), pero el 29 de ese mes vivió un día de película. Aunque nunca había pilotado una aeronave, en esa ocasión Neira condujo una avioneta a salvo desde Rivas hasta Managua.

El dictador Anastasio Somoza Debayle lo recibió como a un héroe, no solo porque pudo evitar que la Guardia perdiera una avioneta, sino por las circunstancias del hecho.

Mientras pilotaba, Neira iba herido de bala en una pierna y el verdadero piloto, el teniente Julio Pereira, iba herido de muerte. Seguía vivo porque aún se movía por las convulsiones, pero echaba abundante sangre por la boca, tanto que un gran chorro le cayó en el rostro a Neira. Una ráfaga de metralleta los había alcanzado mientras intentaban destruir una tanqueta que había sido capturada por los guerrilleros sandinistas en la ciudad de Rivas.

En medio de la zozobra, a Neira se le vino a la mente el rostro de su abuelo paterno, quien ya había fallecido. Cuando Neira era un niño, el abuelo le enseñó que al primero que hace algo nadie le enseñó. Simplemente lo hizo.

Ese recuerdo lo inspiró. Neira era amante de la aviación, pero era solo un mecánico. Nunca había volado una avioneta. Ni siquiera había recibido entrenamento para leer los instrumentos de vuelo.

Rodolfo Neira en la actualidad. Vive retirado en Estados Unidos. LA PRENSA/ CORTESÍA

“Eso que me dijo mi abuelo lo tomé como una gran motivación e iba ser como el primero, que nadie le enseñó. Y como a mí nadie me había enseñado a volar un avión, y mucho menos en una situación tan grave como la que estaba viviendo, pues acepté el gran reto. Además, quería ser piloto desde niño”, cuenta ahora Neira.

42 años después de su hazaña, por primera vez Neira cuenta la historia con detalles, de cómo pilotó el Push and Pull sin ser piloto, así como la muerte del teniente Pereira, en su libro “Dios mi copiloto: Nunca dejé morir el comando 315”.

Se “fijaba” en todo

Neira entró a la Fuerza Aérea de Nicaragua en 1974, porque un amigo de Bonanza lo llevó. Entró como aspirante a técnico de aviación, pero también como el alistado de la Guardia Nacional número 25382 y él no quería ser militar. No tuvo alternativa.

Su primer jefe fue el técnico de aviación Summer Morgan, estadounidense, quien entre muchas cosas propias de la labor le enseñó a darle mantenimiento a las avionetas Cessnas, la versión civil a la que la Fuerza Aérea de Estados Unidos había usado en Vietnam. La compañía estadounidense Summit las había dado para lo militar y enviadas a Nicaragua en los años setenta del siglo pasado. Se les conocía como “Push and Pull”.

En 1975, a Neira lo mandaron a Panamá, a la base que Estados Unidos tenía en Albrook, donde estudió mecánica de hélice de avión.

Para 1978, en momentos en que la guerra civil se arreció, Neira anda en los aviones de la FAN como ayudante de mecánico, apoyando en el traslado de municiones, comida, avituallamiento militar, llevando soldados heridos y también muertos en combate.

Estudiantes nicaragüenses en un curso de aviación en Panamá. Rodolfo Neira es el de la izquierda de los dos que están al fondo. LA PRENSA/ CORTESÍA

Neira no pilotaba, pero se fijaba mucho. Desde niño quería ser piloto. Le encantó andar ayudando a los mecánicos de los CASA 212-A7, Aviocares, porque eran buenos aviones de transporte táctico, dice.

Para mayo de 1979, los guerrilleros sandinistas atacan muchas ciudades de Nicaragua a la vez. No lo sabían bien en ese momento los guardias, pero, explica Neira, eran inferiores en número a los sandinistas, quienes además estaban siendo apoyados por combatientes de otros países, como Panamá y otros de América del Sur. “Internacionalistas” les llamaban. Neira calcula entre 6,500 y 7,500 los soldados de la Guardia, de la cual pocos, solo los de la EEBI, estaban bien entrenados.

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Aunque no era soldado, el propio Neira pasó entrenamiento en la EEBI y eran fuertes los ejercicios físicos, además de que existía maltrato verbal por parte de la mayoría de los instructores, recuerda.

“Cuando venga el piloto te vas con él”

El 29 de mayo de 1979 Neira tiene el rango de raso primera clase, uno de los más inferiores. Ese día, el encargado del mantenimiento de los Cessnas, teniente Carlos López, le dijo a Neira que le hiciera el chequeo de las 50 horas al FAN-315, que era un Cessna 337-O2A, un Push and Pull.

Cuando hacía el mantenimiento, chequear bujías, cambio de aceite, filtro de gasolina, entre otros, a Neira se le acercó el coronel José de la Cruz Guerrero y le dijo: “¿Qué pasa con ese avión?”. Neira responde que está haciendo el chequeo y Guerrero le ordena inmediatamente: “No, ciérralo y mándalo, que lo necesitamos, ya que hay una patrulla de la Guardia que cayó en una emboscada en El Naranjo (cerca de la frontera sur)”.

Vista aérea de El Naranjo durante los combates de 1979. LA PRENSA/ REPRODUCCIÓN/ DIARIO NOVEDADES

A los pocos minutos unos técnicos de armamento comenzaron a instalar 12 cohetes de 70 milímetros en la avioneta.
Luego se acercó nuevamente el teniente Carlos López, le preguntó si ya había chequeado la avioneta y como Neira respondió que sí, le dio una nueva orden: “Cuando se vaya el piloto, te vas con él”.

“A mí no me invitan a ir a volar en el 315, yo recibo una orden. Solo obedecí”, dice Neira.

Neira iba contento. Nunca había volado en un Push and Pull.

Llegó el piloto. Teniente Julio Pereira, Chocorrón. “Vámonos y sacá los seguros de los cohetes”, le dice. Cumplen el protocolo y alzan vuelo. Eran las 2:30 de la tarde de ese 29 de mayo de 1979.

El Naranjo y Rivas

Llegan rápido a El Naranjo y Pereira se comunica con la patrulla de la Guardia que ha sido emboscada. Le dan la posición de los sandinistas, los localiza y Pereira deja ir la avioneta en picada y dispara los dos primeros cohetes.

En total disparó seis en El Naranjo. A Neira le sorprende el estruendo de los disparos y los fogonazos de los cohetes cuando salían de los lanzadores debajo de las alas y los giros de 180 grados del avión. Se decía a sí mismo: “Dónde me vine a meter”. Y agregaba: “Bueno, ya estoy aquí”.

Pereira hubiese seguido lanzando cohetes en El Naranjo, pero recibieron una llamada de emergencia del coronel Marcial López, jefe de operaciones, quien les ordenó que se dirigieran de inmediato a la ciudad de Rivas, que estaba bajo ataque y que los sandinistas les habían quitado un carro blindado Staghound T17-E1, es decir, una tanqueta, y que con esa misma los guerrilleros estaban atacando el comando de la Guardia en esa ciudad, bajo el mando del coronel Alesio Gutiérrez.

En pocos minutos llegaron a Rivas. La misión era buscar, atacar y destruir la tanqueta para ponerla fuera de combate y no siguiera atacando el cuartel.

Anastasio Somoza Debayle explicando en un mapa la situación de la guerra contra el FSLN en la frontera sur. Mayo de 1979. LA PRENSA/ REPRODUCCIÓN/ DIARIO NOVEDADES

La tanqueta estaba en una de las calles de Rivas, disparando contra el comando. La localizan. Pereira se va en picada, desacelera y unos segundos después lanza los dos primeros cohetes.

“Veo salir los cohetes de las alas con un gran estruendo y luego la llamarada de los cohetes que van hacia el objetivo… El piloto aumenta la potencia de los motores y comienza a tomar altura de nuevo y al mismo tiempo haciendo un giro de 180 grados para salir de la línea de tiro y subir a unos 2,000 pies de altitud”, narra Neira.

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Dispararon dos veces más contra los sandinistas. Seis cohetes, porque los otros seis los habían lanzado en El Naranjo.

Eran las 4:00 de la tarde cuando Pereira y Neira salen de Rivas hacia Managua para cargar más cohetes.

“Chocorrón, Chocorrón, nos vamos a estrellar”

En Managua, Pereira ordena que se instalen más cohetes y Neira inspecciona la avioneta. Le encuentra un impacto de bala en el elevador.

—¿Tenés miedo? Eso no es nada —le dice Pereira.

—No —responde Neira.

—Vamos.

—Pues vamos.

Cuando iban llegando a Rivas, ven otro Cessna que estaba artillado con un par de lanzadores de cohetes, pero iba pilotada por un desertor de la Guardia, el capitán Armengol Lara. Iba a 500 pies aproximadamente debajo de ellos. Supieron que era él porque conversó con Pereira por radio.

Los sandinistas intentaban tomar Rivas. Estaba a punto de iniciar la ofensiva final de los sandinistas contra Anastasio Somoza Debayle.

Un Push and Pull de la Fuerza Aérea somocista. Noténse los lanzacohetes que se le adaptaron en las alas para convertirlos en de uso militar. LA PRENSA/ REPRODUCCIÓN/ LIBRO DE RODOLFO NEIRA

Pereira se va en picada nuevamente contra los objetivos sandinistas.

Neira relata ese momento así: “Noto que pasaron varios segundos de lo normal del procedimiento de disparar los cohetes. Vamos en picada y veo que no dispara. Como yo ya tenía las secuencias de los segundos del procedimiento de disparar los cohetes, y como no disparaba, le digo: ‘Chocorrón, Chocorrón, nos vamos a estrellar’”.

Como Pereira no respondió, fue hasta entonces que Neira se dio cuenta que Pereira estaba inclinado contra el timón del avión.

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“(Pereira) no me responde sino que lo que hace es levantar la cabeza hacia la derecha y me vomita una gran cantidad de sangre que me cae en la cara y el cuerpo”, recuerda Neira, quien supo que él también estaba herido en el muslo izquierdo. Los había impactado una ráfaga de ametralladora, pero Neira no se dio cuenta de eso inmediatamente.

“El avión va cayendo”

Después que Neira se percata de que los pegaron, escucha en el radio PR77: “Va echando fuego y humo el avión. Y va cayendo”.

Neira comenzó a preguntarse: “¿Cuál avión?”, porque no veía nada de humo en el Push and Pull en el que iba con Pereira. Todo fue cuestión de segundos.

Pereira va herido de muerte, pero vivo. Neira lo sabe porque va convulsionando y vomitando sangre.

Neira se inclina al lado del piloto y aprieta el botón para disparar dos cohetes y luego toma el mando del avión. Ya iban a 1,500 pies de altura y todo se veía cerca. Veía como los árboles y casas se acercaban con rapidez a la avioneta.

Neira potencia los motores y jala el timón hacia él. Luego escucha: “Se fue al aire”.

Sale de la línea de fuego y sube hasta 3,000 pies de altura para dirigirse hacia el lago de Nicaragua. De repente solo ve agua.

Una vez la nave está estabilizada, con la gorra limpia la sangre del panel de instrumentos para ver la temperatura de los motores y el combustible. También se limpia él. Los instrumentos marcan verde, lo que tranquiliza a Neira porque significa que el avión va bien. Pereira todavía se va moviendo, pero no puede hacer nada por él.

Portada del libro de Rodolfo Neira. LA PRENSA/ EDUARDO CRUZ

Se dirige a Managua y comienza a llamar por radio, pero nadie le contesta. Frustrado, grita: “¿Nadie escucha hijo de p…?”. Y le responde Anastasio Somoza Debayle: “¿Cuál es su relajo 315?”. “El piloto está muerto, yo no soy piloto, soy mecánico”, dice Neira.

Somoza dice: “Marcial, te botaron un avión”. Pero Neira interviene: “Señor, el avión no lo botaron, yo lo llevo”. Inmediatamente Somoza le dice que le va a mandar a alguien para que le dé instrucciones de cómo aterrizar.

“Dispare los cohetes”

Cuando Neira va por el Coyotepe, le dicen de la torre de control del aeropuerto Las Mercedes que ya lo están viendo. Somoza le pregunta si trae municiones y Neira revela que todavía lleva seis cohetes.
El dictador le dice: “Diríjase al lago de Managua y dispare los cohetes”.

Cuando está sobre el lago, a dos mil pies de altura, el coronel Juan Gómez le instruye que aprete un botón rojo, pero no se disparan los cohetes. Afortunadamente porque no era solo ese el procedimiento. Si hubiera disparado sin reducir la potencia de los motores, la onda expansiva los hubiera apagado y Neira hubiera caído en el agua.

De repente entra en comunicación el coronel Orlando Zeledón y le dice que no dispare, que cada cohete vale siete mil dólares. Otro oficial que volaba, capitán Reynaldo Blanco, se entromete y dice: “La vida de este muchacho vale más que esas loncheras (cohetes), que las bote”.

Entonces Neira se dirige directamente a Somoza: “¿Boto o no boto las loncheras?”. “Bótelas”, responde el general.

El aterrizaje

Después de lanzar los cohetes al agua, Neira se dirige al aeropuerto Las Mercedes. Cuando va por la Kativo, Gómez le dice que baje “flaps”, pero no le dice cuántos grados. Neira los baja completamente y siente que el ala derecha va vibrando. Nota que el flap derecho no está bajo, pero lo ignora porque el izquierdo sí está bajo.

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El flap dañado le da problemas para aterrizar. El avión gira hacia el lado del flap que no va funcionando y Neira pierde el centro de la pista. Hasta después se dio cuenta que el flap derecho tenía un impacto de bala que había dañado el “flap track”.

Neira considera que no era seguro aterrizar. Vio ambulancias, bomberos y mucha gente trabajando para el aterrizaje, pero alza vuelo de nuevo.

Neira ni siquiera sabía leer los instrumentos de vuelo. LA PRENSA/ ISTOCK

Somoza está atento a todo. Quiere la pista solo para Neira y ordena despejarla. Otros oficiales le recomendaban a Neira que mejor fuera a aterrizar a Montelimar.

La falta de entrenamiento hace que Neira cometa varios errores. Se alarma, pero fue cuando recordó lo que, cuando era niño, le decía su abuelo, de que al primero que hace algo nadie se lo enseñó. Y decide que aterrizará la avioneta.

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“Cuando voy sobre la cabecera de la pista 27, reduzco a 75 nudos la velocidad. A partir de ahí el avión va cayendo lentamente sobre la pista. Oigo el grito del teniente Gómez: ‘Neira, frená’ y freno bruscamente y el avión se siembra de nariz y la hélice pega en la pista y al doblarse corta el tren de la nariz. El avión se va arrastrando y echando chispas. Voy pendiente de las alas que iban botando gasolina y para evitar una explosión, freno del lazo izquierdo para dirigirme hacia la grama y evitar un incendio”, cuenta Neira.

Cuando el avión se detuvo, apagó la batería y magnetos, para evitar una combustión. Así se lo había escuchado a unos pilotos fumigadores de la FAN. Todo lo que hizo para aterrizar fue porque lo vio o lo escuchó. Nunca antes nadie le había enseñado cómo volar un avión.

Huyó el 19 de julio

Rodolfo Neira fue ascendido por Anastasio Somoza Debayle después de la hazaña de aterrizar la avioneta Cessna.

El 19 de julio de 1979, en medio de una gran confusión en el Aeropuerto Internacional Las Mercedes, Neira tomó una Cessna 172, que era de la escuela militar de aviación y estaba en el interior de la FAN casi desarmada porque estaba en mantenimiento.

Subió a otras personas con él y alzo vuelo en ella. De la misma manera en que aterrizó la avioneta en la que murió el teniente Julio Pereira, Neira aterrizó esa otra avioneta a salvo en un potrero de Honduras, exiliado después del triunfo de los sandinistas.

Como técnico de aviación, viajó por muchos lugares del mundo y en los últimos años se dedicó a darle mantenimiento a aviones comerciales. Hoy vive retirado en los Estados Unidos.

La Prensa Domingo

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