Fueron los últimos guardias en salir en libertad. Soldados y oficiales marcados en una lista especial, que purgaban las máximas condenas en las cárceles sandinistas acusados de crímenes atroces o de estar involucrados en las muertes de las grandes figuras del Frente Sandinista
Por Eduardo Cruz
Para la historia, el fin de la Guardia Nacional somocista fue el 19 de julio de 1979, cuando el coronel Fulgencio Largaespada, el último jefe de ese cuerpo castrense, la rindió ante los sandinistas. Anastasio Somoza Debayle, el verdadero jefe, había huido del país dos días antes.
Sin embargo, para 39 hombres que estuvieron relacionados de diferentes maneras con la Guardia Nacional, y también para sus familias, el fin realmente llegaría hasta casi 11 años después, el 9 de febrero de 1990, un viernes, a pocos días de la derrota electoral de los sandinistas ante la Unión Nacional Opositora (UNO), encabezada por Violeta Barrios de Chamorro. Ese día salieron de las cárceles sandinistas, tras estar condenados a 30 años de prisión por los tribunales especiales del sandinismo.
Poco menos de un año antes, en marzo de 1989, obligados por la guerra de los contras, la presión internacional, la crisis económica y por acuerdos de paz que se firmaron en esos días, los sandinistas decretaron un indulto que vaciaría las cárceles de reos calificados como somocistas. Pero, sorpresivamente, a última hora excluyeron de los beneficios de esa amnistía a 39 exguardias, a quienes calificaron como “criminales”, de “peligrosa conducta” y que ya no podían ser “reeducados” por la revolución. El entonces diputado Carlos Tünnermann Bernheim explicó que la comisión encargada de elaborar el indulto revisó caso por caso y descubrieron que, en el caso de los 39 exguardias, había algunos que cometieron crímenes atroces y decidieron excluirlos de la absolución.