Hemos comenzado los nicaragüenses en el sendero de la historia con un Nuevo Año que espero Dios mediante sea de provechosos beneficios para el bienestar espiritual de la sociedad, a la cual nos debemos con obligatorios compromisos, desafiando con optimismo cuantas adversidades se presentaren en el camino.
El 2021 tiene que ser un año decisivo para Nicaragua; un período en que se junten esfuerzos y voluntades para salir adelante en la gran empresa de procurar el bienestar colectivo, deponiendo lógicamente insensatas divisiones que han sido el resultado de tanta violencia que hemos venido arrastrando, de los antivalores que en índices alarmantes han abatido a este país en una confrontación absurda de dantescos efectos, y cuyas heridas aún se muestran latentes.
Entramos al año electoral; un año de profundas reflexiones para la conciencia ciudadana; de asumir las íntimas responsabilidades al momento del voto en las justas eleccionarias que se convocarán para el primer domingo de noviembre del 2021, ocasión por cierto oportuna para que los nicaragüenses sepamos escoger la “mejor opción” dentro de los derechos, y facultades que nos asisten a todos.
El nuevo año no puede ser de simples expectativas, de ver pasar las páginas del calendario en el desfile del tiempo.
Debe ser un año para ofrecerle a Nicaragua lo bueno que tengamos para ella; a esta Patria a la cual no debemos abandonar en sus difíciles momentos, porque siendo sus hijos no es posible que nos volvamos indiferentes a las prioridades que le tenemos que conceder por su espíritu inquieto como Nación, y como República. El poeta español Antonio Machado, con sus magistrales enseñanzas nos dice: “Caminante, son tus huellas el camino y nada más”.
“Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que no se ha de pisar jamás”.
Los nicaragüenses también, recogiendo las palabras del filósofo, debemos ser caminantes en la búsqueda consistente de encontrar “otros destinos” para salvar a la República de funestas dictaduras que a través del poder solamente buscan la perpetuidad de sus inmensas fortunas, mientras el pueblo “que aún reza a Jesucristo, y aún habla en español” sigue padeciendo las infames consecuencias de su tragedia. Seamos caminantes para descubrir otra Nicaragua, siendo constantes en los objetivos que nos propongamos pues en la perseverancia, guiados por la razón no se vuelve difícil encontrar las metas que nos impongamos para la solución a los males que encara este país.
Nicaragua requiere del concurso humano de sus hijos para que nunca la abandonen, y la sepan valorar en lo que ella significa. Una Patria a la cual debemos respetar y honrar y jamás abandonarla aún en difíciles situaciones.
Queremos una Nicaragua limpia de odios, y rencores; una Patria donde florezca la paz como fruto de la justicia; una República donde el concepto de la “reconciliación” no se quede absorbido por la teoría, sino que en la práctica sea una saludable realidad que nos ayude a descubrir en nosotros mismos el potencial de la buena fe que atesoramos o podemos atesorar como un mandato de nuestros antepasados. Tenemos que ser actores de un mejor destino para Nicaragua; que se abra una apertura de francas convivencias de manera que todos nos sepamos entender. Dejando en el pasado lo que fue de ese tiempo, y proyectando hacia el futuro partiendo del presente, las positivas enseñanzas que este último nos pueda ofrecer dando testimonio de los trabajos tesoneros que cada nicaragüense asuma en la reconstrucción moral de esta Patria que requiere a plazo inmediato de otros niveles de vida donde la violencia de las armas fratricidas cesen en sus negativas acciones, y no se siga manchando con “sangre de hermanos el glorioso pendón bicolor” de nuestra amada nación.
El autor es periodista de Somoto.