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2021: Entre la paz o la barbarie

“Mañana seremos una nación libre porque cada hombre recogerá lo que ha sembrado sin necesidad de doblegarse, excepto para rezar”.

Repetir la brutalidad que viene sucediendo en Nicaragua solo tiene el propósito de no olvidar los hechos acontecidos, que ya todo está dicho y debidamente documentado, no hay espacio en un artículo de opinión más que aconsejar leer los informes de los organismos de derechos humanos tanto de la Oficina del Alto Comisionado de la ONU como la CIDH (GIEI, Meseni, etc.), la OEA, la Unión Europea y los organismos no gubernamentales que monitorean la situación de los derechos humanos en el mundo, que claramente recogen un sinnúmero de delitos hasta llegar a crímenes contra la humanidad ejecutados desde el poder.

El discurso o la narrativa oficial es que esto no existió en una posición donde la mentira y el cinismo van de la mano.

Llegamos a una situación que requiere este año de una salida civil, civilista y civilizada para poder vivir en paz, desactivando el régimen totalitario que se nos ha impuesto, con el consentimiento de los que creen que los nicaragüenses no tenemos derecho a la democracia. No será por medio de la violencia promovida desde el poder partidario como una estrategia de sumisión, bajo el entendido que esta engendra más violencia, sino por la vía electoral confiable y por tanto con la presencia de la OEA y de las Misiones de Observación Electoral de la Unión Europea y las mismas Naciones Unidas, el Centro Carter y representaciones democráticas que se acrediten con el propósito de garantizar que no se siga burlando la voluntad popular y que, al final, reciban el reconocimiento de las naciones libres y democráticas (y la cooperación externa), únicas confiables para determinar si se cumplieron los parámetros internacionales requeridos en este tipo de situaciones.

Pero cómo hacer si la misma Carta Democrática Interamericana de la OEA consagra el principio de la soberanía y autodeterminación de los Estados que la integran, los que deben dar su consentimiento para su presencia. Una contradicción que debe ser superada vía reforma de la misma Carta, pues ese argumento es el usado por las dictaduras del siglo XXI autodenominadas socialistas.

Va a permitir el régimen unas elecciones realmente libres y por tanto competitivas que den origen a un sistema político legítimo, o seguiremos en las mismas, enterrando el destino nacional por las ambiciones desmedidas de una minoría impuesta sobre las mayorías a punta de represión, muerte, clientelismo, fanatismo y miedo.

¿Pretenden obligar a los nicaragüenses a levantarse en armas? Esa opción no será tomada por un pueblo que ya ha pagado un precio muy alto en vidas humanas por su aspiración a vivir en libertad, lo que no significa que sumisamente dejará que le impongan cadenas dictatoriales. Habrá rebelión cívica de nuevo, habrá, aunque parezca un oxímoron, una “guerra cívica” si no se permite una salida pacífica.

Hasta hoy la dictadura se sigue burlando de los compromisos jurídicos internacionales suscritos como Estado democrático por gobiernos respetuosos del derecho internacional. Hasta hoy no cumple ninguno, desafiando al sistema de las Naciones Unidas y a la OEA. Hasta hoy incumple olímpicamente recomendaciones y resoluciones provenientes de Congresos, Parlamentos, organismos internacionales y países amigos que quieren aportar para una solución pacífica a la crisis. Parece que nada les importa y siguen con su estrategia de guerra unilateral casi declarada contra su propio pueblo. Armándose más, reprimiendo más, dotándose de leyes represivas, comprometiendo así el futuro de Nicaragua, que debe escoger entre la paz o la barbarie.

El autor es miembro del CEN. Partido Ciudadanos por la Libertad (CxL).

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