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Rumbo al Bicentenario

Transcurrida la conmemoración este 15 de septiembre del 199 aniversario de la Independencia Nacional, Nicaragua va a partir de ahora rumbo al Bicentenario.

Dos siglos se cumplirán el próximo año de la Independencia de Centroamérica, y por consiguiente de Nicaragua, la cual fue declarada el 15 de septiembre de 1821. Sujeta al elogio pero también a la crítica como debe serlo todo fenómeno histórico, de la Independencia Nacional se han dicho y siguen diciendo muchas cosas tanto positivas como negativas.

Se dice, por ejemplo, que la Independencia Nacional le cayó del cielo a los nicaragüenses, que ni la querían ni la entendían. Que las ideas que la motivaron eran europeas y, por tanto, extrañas al pueblo nativo. Que los criollos (españoles nacidos en Nicaragua) la aceptaron y asumieron solo por el interés de no pagar impuestos a la Corona Española. Que lo que se consiguió fue un largo período de anarquía, violencia y lucha a muerte por el poder, del que resultaron brutales dictaduras que se siguen soportando hasta ahora, dos siglos después. Etc. Quienes esto dicen, omiten que también ha habido períodos de libertad y democracia según las circunstancias y condiciones propias de cada época, tanto en el siglo XIX como a fines del siglo XX y comienzo del segundo milenio.

Pero con cualquier visión, positiva o negativa, con la que se quiera ver el fenómeno histórico de la Independencia Nacional de 1821, nadie puede negar que cambió para siempre la historia de Nicaragua. Y la cambió para mejor, no para peor.

La Independencia permitió la creación del Estado nacional de Nicaragua, aunque fuese con todos los defectos que haya tenido o que se le quieran atribuir. Corregirlos ha sido responsabilidad de los nicaragüenses y si no la han cumplido, o solo lo han hecho a medias, eso no le quita trascendencia histórica a la Independencia Nacional, la cual legó las ideas de libertad, democracia, Estado de derecho y progreso social que han sido bandera de lucha y de objetivos de muchos nicaragüenses, y lo siguen siendo hasta ahora.

No deberían merecer reproches, solo reconocimiento, próceres como Miguel Larreynaga, cuyo pensamiento y escritos estaban impregnados de las ideas más avanzadas de aquella época. Según escribió Eduardo Pérez Valle en 1971, al conmemorarse el Sesquicentenario de la Independencia Nacional, “la Patria había necesitado de su auxilio en el día de su nacimiento y él no le había faltado en aquella hora suprema”. O Rafael Francisco Osejo (conocido como el Bachiller Osejo), quien dejó aconsejado que “en nuestro modo político de existir” hay que “consultar la voluntad de la mayoría y prevenir la preponderancia en algunos y las funestas consecuencias de los celos de los demás”. O Tomás Ruiz de quien el doctor Carlos Tünnermann hace en esta misma edición de LA PRENSA un merecido reconocimiento.

Por infortunio histórico, los nicaragüenses patriotas todavía están, dos siglos después, demandando que se consulte a la mayoría, queriendo que no sigan preponderando los caudillos y tiranos, previniendo las funestas consecuencias de los celos y ambiciones de quienes, por sus intereses particulares, se erigen en obstáculos a la unión de todos los nicaragüenses que quieran rescatar a la patria de las garras de la dictadura.

Salvo que ocurra un milagro o un hecho político extraordinario, Nicaragua va a conmemorar el Bicentenario de su Independencia Nacional sometida a una dictadura brutal y corrupta que tiene un irracional afán de perpetuidad. Pero también podría ser que en 2021 se logren unas elecciones libres y limpias que permitan rescatar a la Patria y proclamar una nueva independencia nacional.

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