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La (necesaria) alianza con los culpables

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Culpables

¿Cómo demonios llegamos hasta acá? Este no solo es un mal gobierno. Ni siquiera es solo una dictadura. La historia recordará este periodo como el tiempo en que gobernó la locura. Como Nerón o Calígula, en la Roma antigua. ¿Qué les diremos a nuestros nietos cuando nos pregunten cómo llegaron hasta dónde llegaron? Hay un montón de culpables, complicidades, vistas gordas e incluso ingenuidades tipo “más adelante se componen”, que les sirvieron de escalera a Daniel Ortega y Rosario Murillo para convertirse en los dictadores que son, con todo ese modelo desquiciado de ejercer el poder. Claro, como en todo, en esto de culpas, hay unas mayores que otras.

Gran capital

A la hora de apuntar culpables, visible es el gran capital. La empresa privada. Sabían quién era Daniel Ortega. No les gustaba. Estoy seguro que hubiesen preferido otro gobierno. Pero decidieron acomodarse. Mejor le seguían el juego, para llevar la fiesta en paz. Pensaron, es un loco, dispuesto a destrozar todo, pero si lo llevamos por las buenas, haciéndonos de la vista gorda cuando destroce a otros, no se meterá con nosotros y, tal vez, hasta nos beneficie. La dictadura de Daniel Ortega se construyó sobre los hombros de la empresa privada. Ese es un hecho que no se puede negar.

Comunidad internacional

La comunidad internacional es otra gran culpable. Digámoslo con todas sus letras: les valió un pito lo que pasaba en Nicaragua. Nunca dijeron las cosas por su nombre. Los reclamos o inconformidades se diluyeron en un gallo-gallina lenguaje diplomático que el régimen de Ortega siempre usó como voto de aprobación a su gestión. Fíjense que en todos los informes electorales nunca usaron la palabra “fraude” porque les pareció diplomáticamente muy fuerte, a pesar de las terribles evidencias. Reconocieron reelección tras reelección de Ortega, y pensaban que más valía dejarlo aquí hacer lo que quisiera que convertir a Nicaragua en un problema regional, que les obligara a enfrentar en bloque a la pandilla bolivariana. ¡Uf, si la comunidad internacional ha hablado como habla ahora desde el principio, nunca hubiésemos llegado hasta acá!

Partidos políticos

Echarles la culpa a los partidos políticos es un cliché. Son los mayores responsables. Los partidos siempre jugaron a mantener a Ortega en el poder, aunque pregonaran lo contrario. Cándidamente apostaron a otro “violetazo”, esto es, que el voto antisandinista espontáneamente se juntara para darles el poder. Como si Ortega, viejo zorro, no había aprendido la lección. Desde 2006 para acá, Ortega se apropió del control de los resultados electorales, de tal forma que él decide con qué porcentaje va a ganar y cuántos cargos le asignará a la oposición bien portada. Todos veíamos esto, y me niego a creer que los políticos sean más ingenuos en política que un periodista, o el ciudadano que hace guardia en una empresa o vende helados en la calle.

Pasado

Todos, de alguna manera, permitimos esta dictadura. El problema actual es que no podemos regresar en el tiempo y cambiar los hechos.  Tenemos que lidiar con lo que hay. No se trata de olvidar. Ni de eludir responsabilidades. Se trata, en primer lugar, de reconocer que esta dictadura no surgió espontáneamente, como una maldición divina, y en segundo, aprender de las lecciones del pasado. Si hacemos lo mismo, seguiremos teniendo los mismos resultados. No se puede ver el régimen de Daniel Ortega como un gobierno normal, que juega con las reglas normales. Ni siquiera es una dictadura como lo era la de Somoza o Pinochet, sino peor, algo muy distinto. Y para salir de ella necesitamos de todos, incluso de los culpables, porque todos, por acción u omisión, somos culpables en distintas medidas.

Aliados

Si no entendemos que los culpables de ayer pueden ser nuestros aliados de hoy, nunca saldremos de Ortega. ¿Acaso a alguien se le ocurre excluir a la comunidad internacional de la solución a la crisis porque ayer fueron, de muchas maneras, cómplices de Ortega? ¿Preferiríamos al gran capital de nuevo sentado con Ortega o de este lado, a pesar de todas las desconfianzas, empujando para botarlo? Una cosa es estar atento a los infiltrados y saboteadores, que los hay, y otra estar viendo enemigos por todos lados.

Unidad

No podemos cambiar el pasado, pero sí podemos cambiar el futuro, haciendo las cosas diferentes en el presente. Ya sabemos que Ortega entre lo bueno, lo malo y lo peor, siempre escoge lo peor. No se le puede dar el mínimo voto de confianza. Y también sabemos que la única forma de terminar con su dictadura es todos unidos. Para mí la unidad es algo sencillo de definir, pero difícil de conseguir: se trata de que hagamos lo que hagamos, lo hagamos todos juntos. La decisión que tome la mayoría, apoyémosla, aunque estemos en desacuerdo. Aunque toque tragar sapos. ¿Cómo reconocer lo que quiere la mayoría? Ese es tema para otra columna.

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