Golpes, insultos, detenciones, confiscaciones, amenazas, disparos, asedio. Todo esto y más han sufrido estos cinco periodistas que actualmente tienen un caso en los juzgados del país. Organizaciones de periodistas advierten que estos procesos revelan un nuevo patrón de agresión contra el periodismo crítico en Nicaragua.
En esta edición, les traemos el relato en primera persona de cuatro de estos periodistas y la historia de un colega de LA PRENSA, para conocerlos más allá de su labor de informar
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Jacksell Herrera: Vivir bajo asedio
Yo tengo 21 años, pero desde pequeño mi aspiración ha sido ser periodista profesional. Yo miraba los reportajes, los periodistas en la televisión, me gustaba cómo se desempeñaban. Porque creo que no solamente se trata de fluir la información, sino de ayudar a las demás personas. Los ciudadanos a los periodistas nos miran como abogados y consejeros de alguna manera. Estoy claro de que hay otras profesiones importantes, pero los periodistas son fundamentales, para mí.
Nací aquí en Santa María de Pantasma. Actualmente vivo solo porque mi familia se fue del país, exiliada a raíz de la crisis de 2018. Eso es algo que me hace bien porque en la actual situación, el régimen sandinista lo que hace es tomar venganza con nuestras familias porque denunciamos sus arbitrariedades.
Mi salario lo tengo por la Alcaldía de Pantasma, en la que trabajo en el área de comunicación. Porque el periodismo lo hago para servir, lo hago de voluntad. Yo costeo mis gastos de transporte, la compra de mis equipos. Todo. La plataforma en la que escribo se llama Nicaragua News NN. No solamente hago noticias del municipio, sino también de otros departamentos. Yo no creo que sea más peligroso hacer periodismo en Pantasma solamente porque estamos alejados de la capital. Me parece que en todo el país se corre peligro. Lo distinto es que aquí solamente existimos dos reporteros, entonces cualquier información que se publique ya se sabe de dónde sale. A nosotros nos cargan la culpa como si fuera un delito.
Por eso a mí me acusan de difundir noticias falsas. A raíz de la entrega de un bono escolar que estaba siendo politizado. Yo publiqué eso y el director me denunció. Pero ya estoy acostumbrado. Por ejemplo, en la noche es común que una camioneta de la Policía se aparque frente a mi casa. Me han tomado fotos. Uno siente miedo porque es humano, pero el amor por Nicaragua nos inspira a seguir en esta labor.
Kalúa Salazar: Historias que cambian vidas
Mis tres niñas pueden observar cómo la camioneta de la Policía pasa enfrente de mi casa todos los días. Las niñas ya saben qué es lo que está pasando. Que hablan de mí en la televisión, porque sus compañeritos en el colegio de Bluefields les preguntan por mí, por el caso que me demandan. Yo estoy sufriendo esos daños colaterales, pero uno tiene que guardar la fuerza en el núcleo familiar.
Yo tengo 25 años de edad, soy administradora de profesión y nunca me imaginé que iba a estar al frente de las informaciones de Radio La Costeñísima. Me enamoré del periodismo viendo cómo trabajaba mi jefe, Sergio León, que era el director de la radio y recién falleció por el Covid-19. Yo era su asistente en los trabajos especiales y poco a poco me fui involucrando en el periodismo. Porque yo me encargaba del área de ventas en la radio. Resulta que hace dos años uno de los periodistas del noticiero renunció y no pudimos buscarle un sustituto. Pasaban los días y yo estaba desesperada, entonces le dije que yo sería la que me iba a encargar para mientras conseguían a alguien. Desde ese día estoy a cargo.
Una vez yo estaba haciendo un reportaje sobre pobreza extrema, entonces nos fuimos a una zona de la parte marginal de Bluefields. Para llegar son 20 minutos en carro y 20 minutos a pie, porque no entran vehículos. Yo entrevisté a una mujer que tenía seis hijos y para conseguir alimentos picaba piedras. Ese era su trabajo. Yo me senté en el piso con ella y tuve que parar la entrevista para poder llorar con ella. Me golpeó la pobreza que miré en ella y cómo sus hijos, lo más seguro, es que seguirán el mismo ciclo. Desde ese día intento llevar ese tipo de temas al noticiero. Son temas que a las autoridades no les gusta que se publiquen. Por eso me persiguen y recibo amenazas. A veces tengo que ser muy fuerte para aguantar tantas ofensas que recibo en vivo durante el noticiero. Hay que tener mucha paciencia para seguir aguantando esto.
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David Quintana: De vender tortilla a director de un medio
Cuando yo estaba sentado ahí en el Incae, rodeado de personas que estaban pagando 50 mil dólares para estudiar un posgrado de periodismo, recordaba que cuando era un chavalito que vendía tortillas en Ciudad Sandino nunca me soñaba que estaría en aquella silla. Imaginate que aunque la regla es que los estudiantes de posgrados se queden a dormir en ese lugar, yo nunca quise porque me sentía extraño.
A los 45 años de edad que tengo, puedo decir que mi familia sufrió pobreza y por eso yo hice de todo: vendí elotes cocidos, aserrín, verduras en una camioneta; fui lustrador, cuidador de vehículos. Ese es el currículo mío de mi niñez y adolescencia. La pobreza me mordió y es por eso que siempre he creído que, como lo decía Juan Pablo II, “hay que estar al servicio de la justicia”.
Mi último trabajo en mi adolescencia fue de ayudante de albañilería. Yo iba a trabajar en el día y después llegaba a mi casa, me bañaba rápido para alistarme e irme al Colegio Batahola a estudiar de noche. Así terminé mi secundaria. Desde ese entonces siempre cargaba un libro. En los descansos me ponía leer. Creo que a mí me marcó aquella frase de “El Principito”: “Lo esencial no está a la vista del ojo humano”. Para mí lo esencial es la verdad, la ética y lo que está detrás de las personas. Creo que el periodismo busca descubrir lo esencial.
Estudié un posgrado en periodismo ecológico en México. Fundé el Boletín Ecológico y antes del 18 de abril de 2018 tuve a siete personas a cargo. Pero aquel día, yo venía bajando de mi oficina y miré que estaba la protesta en Camino de Oriente. Como vi que habían robado las cámaras a 100% Noticias y otros medios, me puse a grabar. Llegué a tener conectados a miles en la transmisión. Nunca tanta gente había estado pendiente. Desde entonces el medio tuvo ese cambio: pasó de ser solo de temas ambientales a enfocarse en los problemas políticos y sociales del país. Porque en Nicaragua no se solucionará el problema ambiental, ni ningún otro, mientras las autoridades sigan en el poder. Por esa razón y porque las imágenes que he grabado se han difundido en Nicaragua y el mundo, es que me persiguen
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Elsa Espinoza: Pasión por las palabras
Desde pequeña me gustaron las palabras. Escribir, investigar, editar textos de algunos compañeros. Incursioné en la escritura creativa a los 14 años de edad con la poesía. Yo era la encargada del periódico en la secundaria. Desde ahí agarré el amor por el periodismo. Con una cámara con rollo empecé a tomar fotografías, para luego escribir mis reportajes. En quinto año me dieron una beca para estudiar comunicación, a pesar de que era introvertida.
Siempre me cobijé con los libros y en las bibliotecas. Por eso creo que esta profesión me ha ayudado en mi desarrollo profesional: aprendí a hablar y expresarme libremente y sobre todo poder relacionarme con los demás, que era lo que se me dificultaba. Desde que estaba en la universidad, quería fundar un medio propio y lo hice: fundé programas de radios y boletines ambientales y turísticos.
Me encanta pintar y escribir poesía. Tengo un libro publicado y otro en proceso de edición. A mis 30 años de edad, he estado en organizaciones feministas y de defensa a los derechos humanos. Actualmente eso hago desde Periodistas y Comunicadores Independientes de Nicaragua (PCIN). Eso ha provocado que me comiencen a perseguir. No hay otra causa. No conozco a las personas que me están acusando y en la Policía me tacharon como “periodista golpista”.
Actualmente me encuentro viviendo clandestina con mis dos hijas. El 17 de abril de este año me dijeron que me iban a matar y es por eso que yo me cambié de casa. Ese día me agredieron y también en la primera audiencia en los juzgados. Los policías no hicieron nada cuando vieron eso. Yo vivo desplazada en Managua y no puedo salir del país porque mis niños están todavía chiquitos y mi mamá vive en la misma zona. Es difícil, porque me ha provocado desórdenes alimentarios, insomnios, ansiedad, que me afecta en mi rendimiento en el trabajo. Me ha cambiado el humor porque a veces me siento muy deprimida.
William Aragón, un periodista de LA PRENSA sin miedo
Al periodista William Aragón, corresponsal de LA PRENSA en Madriz y el norte de Nicaragua desde hace 15 años, le ha rafagueado su casa hasta su propio hermano. Lo han detenido con sus dos hijas mientras viajaba en un bus.
Aragón tiene 53 años de edad. En siete ocasiones desde que trabaja en La Prensa lo han llevado a los tribunales de justicia, por supuestas injurias y calumnias, solo por informar sobre los abusos de las personas que ejercen el poder en Nicaragua. En todas salió limpio.
En diciembre de 2019, Aragón le dijo a La Prensa que ha tenido tres oportunidades para salir al exilio, pero no se quiere ir. En una de ellas se regresó de la frontera con Honduras. “No tengo miedo, quiero ver caer al régimen”, dijo.
En los años ochenta perteneció al Ejército Sandinista. Sin embargo, en una ocasión fue capturado por los contras, pero en un combate se escapó. Cuando regresó al Ejército, lo trataron como “desertor”. Estuvo detenido un mes y salió por gestiones de la CPDH, entonces dirigida por Lino Hernández. Acnur se llevó a Aragón a Alemania, exiliado, y por motivos de seguridad hasta le cambiaron el nombre. William antes se llamaba Orlando Aragón.
Aragón regresó a Nicaragua tras el triunfo de doña Violeta Barrios de Chamorro en 1990. Trabajó como vendedor de seguros en Iniser, luego lavó carros y, aprovechando su experiencia militar, fue también vigilante.
En Estelí comenzó a estudiar Derecho, pero como llegó a Managua para trabajar de guarda de seguridad en el Hospital Militar, se decidió por estudiar periodismo en la UCA.