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El paro empresarial nacional

Después de que se conoció que Daniel Ortega había reconocido ante una representación de los Estados Unidos (EE.UU.) su disposición a adelantar las elecciones nacionales, la empresa privada independiente, acuerpada por la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, anunció un paro nacional de 24 horas para el jueves de esta semana.

El paro nacional —temporal o indefinido— es un mecanismo de presión del sector privado a Daniel Ortega para que deje de masacrar a la población y se abra a una salida creíble de la profunda crisis nacional que él mismo ha provocado con su represión genocida.

La embajada de los Estados Unidos (EE.UU.) en Managua había informado este lunes 11 de junio, que el senador republicano Robert Corker, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, envió a Nicaragua a uno de sus funcionarios principales “con el propósito de abordar la severa crisis democrática con los participantes del Diálogo Nacional”. Según dicho comunicado, el senador Corke, “actuando de buena fe y con el fin de acompañar y apoyar el Diálogo Nacional dirigido por la Conferencia Episcopal de Nicaragua”, envió el sábado 9 de junio al señor Caleb McCarry “en un intento de apoyar las propuestas de la Conferencia Episcopal para poner fin a la violencia y poder avanzar en las negociaciones”.

McCarry es un buen conocedor de la realidad política de Nicaragua desde los tiempos de la revolución sandinista. Como asistente personal del doctor Allan Weinstein, presidente o director del organismo estadounidense Centro por la Democracia, McCarry se involucró personalmente en las negociaciones políticas que condujeron a poner fin a la dictadura sandinista por medio de las elecciones competitivas de febrero de 1990. Inclusive, McCarry fue testigo personal del Diálogo Nacional de Daniel Ortega con la Unión Nacional Opositora (UNO), en la cual el gobierno sandinista ratificó la anticipación de las elecciones, la inclusión de representantes opositores en el Consejo Supremo Electoral y otras garantías para crear confianza en los comicios de 1990.

Ortega no ha querido hasta ahora hacer un reconocimiento público de que tiene que adelantar las elecciones nacionales, para abrir una posibilidad real de solución a la crisis, lo que ha sido una consistente demanda de la sociedad nicaragüense presentada en el Diálogo Nacional por la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia. Pero a pesar de su retórica antiestadounidense, ha sido precisamente ante autoridades de los EE.UU. que el dictador Ortega ha tenido que ceder, al menos en lo que respecta al adelanto de las elecciones.

El paro nacional de 24 horas que ha convocado por ahora la empresa privada, y por más tiempo e inclusive por tiempo indefinido en el caso de que sea necesario, no es una solución mágica ni necesariamente puede provocar la caída inmediata de la dictadura.

Pero sí es —el paro nacional—, igual que los tranques, las manifestaciones y plantones en las calles y el Diálogo Nacional, un instrumento de presión conjunta indispensable para poner fin a la dictadura y abrir el camino a la democratización de Nicaragua.

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