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Un manifestante con discapacidad en su brazo izquierdo yace muerto por las balas de la Guardia Nacional junto al letrero que lo acompañó bajo el sol de Managua. El mensaje que portaba era claro: “EL VOTO ES SECRETO”.
LA PRENSA / Reproducción del diario del 3 de febrero de 1967.
Galería | La masacre de Managua, aquel 22 de enero de 1967
El 22 de enero de 1967, una manifestación pacífica que exigía remover a los Somoza del poder se convirtió en una masacre que tiñó a Managua de sangre
Uno de los días más sangrientos en la historia de Managua gira alrededor de una incógnita: 51 años después, todavía no se sabe cuántas personas murieron en la masacre de la Avenida Roosevelt, aquel soleado domingo 22 de enero de 1967. Nunca hubo un pronunciamiento oficial que avalara la nefasta cifra.
¿Fueron 60, fueron 200 o fueron miles? Según reportes periodísticos, se sabe que murieron entre ocho y diez hombres de Somoza, de la Guardia Nacional, pero quizás nunca se sepa el número de civiles que perecieron en el cruento y desigual intercambio de balas que dejó las escalofriantes fotografías que exponemos a continuación.
Cabe resaltar, no obstante, que en el libro La Historia de la Guardia Nacional del periodista e historiador Nicolás López Maltez, él anota que la Cruz Roja contó en 60 los fallecidos civiles. Pero esta cifra no se encuentra respaldada oficialmente. Otras fuentes o publicaciones han asegurado que los muertos superaron la centena y a veces indican que la cifra es de cuatro dígitos.
Los manifestantes de la Unión Nacional Opositora (UNO) y otros partidos eran unos pocos miles fáciles de multiplicar para la imaginación en aquella coqueta Managua de calles y avenidas. El terremoto de 1972 transformó la capital y borró el campo de batalla, que se dio principalmente en el cruce de la Asamblea Nacional actual y la Avenida Roosevelt, llamada hoy Avenida Peatonal Gral. Augusto C. Sandino.
Los civiles se manifestaban pacíficamente desde las 9:00 a.m. contra la dictadura familiar de los Somoza, que llevaba casi tres décadas en el poder de Nicaragua. Ese día era el final de la campaña electoral y parte del pueblo exigía negociar con el Estado Mayor de la Guardia Nacional la no continuidad de los Somoza. Una inmensa mayoría desfiló con alegría y paz, pancartas en mano y música en la vía pública, pero una minoría de civiles iba armada y preparada para un combate contra el régimen.
La negociación nunca llegó y a las 5:00 p.m., el disparo de un francotirador civil —según afirma la mayoría de historiadores— dio en el pecho del guardia Sixto Pineda, que se aprestaba a lanzar agua a presión contra la multitud que no aceptaba retirarse sin lograr su cometido. Se abrieron las puertas del infierno. La Guardia respondió al fuego con fuego y vació las calles, dándole dos opciones al pueblo: huir o morir.
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