El voto es la fuerza de los ciudadanos. Esto se demuestra sobre todo en ocasiones cruciales como, por ejemplo, las elecciones legislativas del domingo pasado en Venezuela.
El triunfo electoral de la oposición y por tanto de la democracia en Venezuela, es un hecho trascendental para el pueblo venezolano y ojalá que también sea el principio del fin del régimen chavista. Y además tiene una gran significación internacional, en particular para países como Nicaragua donde las elecciones no son justas y transparentes y los gobernantes no respetan los votos de los ciudadanos.
Hay quienes creen o temen que el triunfo de la oposición venezolana perjudica a Nicaragua, en particular a los nicaragüenses más pobres, porque Venezuela es o ha sido el mayor proveedor de cooperación para Nicaragua. Pero la verdad es que aunque el chavismo hubiera ganado las elecciones del 6 de diciembre la ayuda venezolana ya no podría estar asegurada.
Toda la cooperación venezolana va a desaparecer o se reducirá sustancialmente, por la bancarrota económica que el socialismo autoritario ha causado en Venezuela. La inflación, la escasez de bienes y artículos de consumo, la crisis monetaria, la creciente disminución del ingreso petrolero, la corrupción, la criminalidad callejera y en las altas esferas gubernamentales, todo eso seguirá aumentando mientras no se cambie el rumbo del país.
Aparte de eso, la verdad es que el triunfo electoral de la oposición venezolana es netamente positivo para Nicaragua. Las situaciones son diferentes y la experiencia venezolana no se puede copiar, pero el hecho de que un régimen que no es democrático, como el chavista, pueda ser derrotado mediante el voto, tiene un gran valor para los nicaragüenses que también luchan contra un sistema autoritario y por la recuperación de la democracia.
En las nuevas condiciones internacionales los partidos y movimientos no democráticos toman el poder sin recurrir a revoluciones armadas y golpes de Estado, utilizando y aprovechando los mecanismos de la democracia, ante todo los electorales, aunque luego los desvirtúan. Pero como demuestra la experiencia venezolana, también es posible derrotar por medio de las elecciones a un régimen que no es democrático.
Daniel Ortega quiere perpetuarse en el poder a través de fraudes electorales y desacredita la idea de que es posible cambiar de gobierno o influir en las políticas públicas, participando en las elecciones. Por eso alienta la abstención electoral, haciendo creer que la participación opositora en las elecciones solo sirve para que algunos políticos oportunistas obtengan prebendas coyunturales.
La oposición no debe caer en esa trampa orteguista. La oposición no debe renunciar a la lucha electoral solo porque no hay condiciones para que las elecciones sean justas y transparentes. Más bien la oposición tiene que luchar por esas garantías y además aprovechar todos los espacios de participación política. Y confiar en que los votos de los ciudadanos son una fuerza capaz de hacer incluso milagros políticos, como el que hizo la oposición democrática venezolana el domingo pasado.