Era un pequeño niño que venía de Masatepe en un tren y quedaba impactado por Managua. Así describe Roberto Sánchez, el historiador, sus primeros recuerdos de la ciudad que más tarde se convertiría en una de sus más grandes pasiones. Y es que Sánchez además de haber escrito un libro sobre la ciudad, también se siente orgulloso de haber contribuido a rescatar sitios históricos y agradece que se le haya nombrado “Hijo Dilecto”, sin haber nacido en la capital del país.
Se le ha escabullido a la muerte dos veces. En el 2004 un infarto casi lo mata, pero tras una cirugía logró salir victorioso, y ahora, como una persona creyente en Dios, dice que es una oportunidad para enmendar los errores de su pasado. Pero los demonios de antaño lo siguen atormentando y a pesar de que ahora lucha contra el cáncer y la diabetes, también busca el perdón de una de sus seis excompañeras de vida y, principalmente, de un hijo a quien no quiso reconocer hace 45 años.
Tuvo un programa de televisión llamado Conociendo Nicaragua que recibió premios por excelencia turística.
Dice que nunca estudió para ser historiador ni periodista.
Ha escrito un libro sobre Managua y trabaja en un segundo sobre crónicas.
Nació en Masatepe pero ha vivido en Managua siempre.[/doap_box]
Sánchez no es solo historiador, cargo por el que más se le conoce hoy en día, también es militar retirado, periodista, amante de Managua, fue hippie , con consumo de marihuana incluido.
Se cuenta que alguna vez fue hippie y que caminaba hasta con melena.
Esa fue una forma de expresar nuestra inconformidad política y social. ¿Qué pasa? El somocismo había sumido a Nicaragua en una penumbra a la que no se le encontraba salida. La generación nuestra de finales de los años cincuenta fuimos buscando formas de cómo expresar nuestra inconformidad, nuestro rechazo al régimen somocista y así pasamos por diferentes etapas. Ahora se podrían ver como que eran negativas, pero era nuestra forma de expresarnos.
¿Se arrepiente de esa etapa?
En su momento no. Pero ahora las condiciones son otras y no se lo recomendaría a mis hijos, ni a nadie. Porque ahora la juventud tiene más oportunidades. Cualquier cosa que sirviera para protestar contra el régimen somocista nos parecía que era bueno y así pasamos, por ejemplo, por el consumo de marihuana. No hubo drogas, más que todo marihuana. Luego el pelo largo, las barbas, andar con sandalias que eran de llantas de camión, en la muñeca y la frente andar cositas de cuero y pulseras de semillas que hasta aprendimos a hacer y el lema que era “paz y amor”.
¿Y ahora cómo miraría usted ese debate de la legalización de la marihuana?
Yo creo que la mente humana es suficientemente poderosa y tiene una serie de recursos que no necesita de ningún estimulante. Llámese drogas. La mente, cuando el hombre la desarrolla, es algo tremendo.
Usted también es conocido por tener una relación muy cercana con Managua. ¿Cómo nace ese vínculo?
Yo vine a Managua muy niño. Cuando veníamos a Managua en tren, salíamos de Masatepe en la ciudad donde nací y llegábamos a las 6:00 de la tarde a Managua. Después de eso recordá que laboré muchos años en periodismo. En el periodismo de la Managua de antes del terremoto, que se hacía a pie, porque todo quedaba cerca. Eso me permitía tener un conocimiento mayor de la ciudad, tener una mayor vivencia. Pero además de eso, disfrutamos en Managua de la vida bohemia. En el caso de LA PRENSA, circulaba antes en la tarde y el cierre era al mediodía y entonces salíamos en estampida a echarnos unos tragos. ¿Por qué? Porque también el trago era parte de algo que ya no se practica: la tertulia. Conversar del acontecer.
¿Y cómo ve la Managua de hoy en día? ¿Es muy diferente?
Es muy diferente. Cuando se habla del terremoto se habla de los muertos, de las casas destruidas, pero hay otros elementos muy tristes. La vida de Managua era lo que se conocía como vida de vecindario, todo el mundo se conocía. Porque en las tardes había la costumbre de fresquear a las 5:00 de la tarde, cuando el sol iba bajando, la gente ponía sus sillas abuelitas a cuechear con el que iba pasando.
¿Por qué se perdió eso?
Por la dispersión. El concepto nuevo arquitectónico. Antes las puertas estaban a la orilla de la acera. La gente se salía a la puerta y miraba quién pasaba. Y a nadie se le ocurría cometer un asalto. Ahora, normalmente entre las casas y la acera hay un gran patio, un garaje y nunca sabés quién vive allí o si hay gente o no hay gente.
Hay un rescate sí, de algunos de los sitios emblemáticos de esa vieja Managua.
Ahora me alegra ese rescate que se está haciendo en el Puerto Salvador Allende, en el Paseo Xolotlán. El otro día fui a ver esta réplica a escala de la Avenida Roosevelt y me “llorosié”. Está muy bien hecha.
¿Y usted ha influido en ese rescate?
Quiero decirte unas cosas que como son tan públicas no creo que se consideren que me estoy propagandizando. Por ejemplo, el rescate del Cementerio San Pedro. Es el sitio donde están los fundadores de esta ciudad de Managua. Ahí están los grandes hombres del siglo XIX. Ahí estuvo enterrado Andrés Castro. Ahí estuvo el general Florencio Xatruch, quien fue el comandante en jefe de los ejércitos contra Walker. Además de eso, que los nicaragüenses por él es que le decimos a los hondureños, catrachos. Porque la gente no podía pronunciar Xatruch y decían los catrachos. Después de eso tuve que ver algo con el rescate de la Loma de Tiscapa y algo que me llena de mucha satisfacción, le agradezco a la Asamblea Nacional que me haya permitido trabajar en una exposición de fotos que se llama Managua del Recuerdo.
¿Y el terremoto del 72 usted cómo lo vivió?
Fue una etapa muy triste. Da la casualidad que el 22 de diciembre me habían dicho en LA PRENSA que preparara rollos de películas porque al día siguiente iba a ir a hacer un trabajo. En ese tiempo los redactores también éramos fotógrafos. Quiero contarte que mis fotos fueron las primeras que se publicaron en el mundo. Las publicó el Diario La Nación de Costa Rica. Cuando el fotógrafo o el redactor anda trabajando como que se abstrae de la tragedia. Pero ese día, ya había tomado todas las fotos y ya cuando terminó todo me fui a sentar allá por el Gran Hotel. Había un famoso sitio que se llamaba El Munich que no cerraba nunca. Le dije a alguien que me diera agua y me dijeron que no había, pero que en el Munich había un montón de botellas de champaña. Cuando estaba en la esquina abriendo la botella de champaña se apareció un homosexual muy conocido que se llamaba “La Paola” y venía gritando y llorando. Le preguntamos: ¿Qué te pasa? “Es que aquí va la viuda”. ¿La viuda de qué? “Se me murió el hombre”, me dice, “me lo mató el terremoto”.
Y a mí me impresionó tanto eso que se me salieron las lágrimas y tenía un vaso de cartón donde echaba la champaña y creo que es la única vez en mi vida que he tomado una mezcla de lágrimas con champaña. Y así varios nos declaramos los viudos de la ciudad de Managua.
¿Y Managua qué significa ahora para usted?
Yo tengo un compromiso en esta ciudad. Yo nací en Masatepe. He vivido casi toda mi vida en Managua y tengo una gran gratitud con esta ciudad porque, no siendo de aquí, el Concejo me declaró Hijo Dilecto, eso significa hijo querido. Y entonces yo siento que tengo que aportar más todavía.
¿Y qué más puede aportar?
Siempre hay qué aportar. Sigo investigando más sobre Managua, estudiando más sobre Managua porque voy a escribir un segundo libro de crónicas importantes que ocurrieron en Managua. Lo importante es que se rescate la historia a partir de los hechos. ¡No inventarlo!
Y esos esfuerzos los sigue haciendo a pesar de su enfermedad, ¿se ha recuperado?
Mirá. Los hombres tenemos tendencias de ser como los gatos cuando vamos a defecar. Hacemos un hoyito, le echamos tierra y todavía le pasamos la cola para que nadie lo vea, pero perdemos la perspectiva de que puede que no se vea, pero hiede. Eso nos pasa a los hombres. En lo personal no me satisface para nada, más bien me da mucha pena, vergüenza, la vida desordenada que llevé porque eso repercutió en mi vida familiar. Varios matrimonios, imaginate vos, ocho hijos con seis señoras. Este último año ha sido muy difícil. Pasé casi cuatro meses en Cuba porque me iban a amputar una pierna. Y uno confía en los designios de Dios. El Señor me mandó a Cuba porque me iban a amputar una pierna, pero estando allá descubrieron que tenía cáncer en la próstata y estoy bajo tratamiento.
¿Ha logrado mejorar?
Para gloria y honra de nuestro Señor Jesucristo, voy adelante. No me ha alterado para nada. Lo más importante es que he logrado asimilar las pruebas. Y quiero hacer un agradecimiento, porque la gratitud hay que expresarla. Yo quiero agradecer el apoyo que he recibido de Daniel Ortega y de Rosario Murillo. Han sido dos amigos, no creo que haya mediado nada político, sino algo personal. La estadía mía en Cuba fue muy costosa y ellos asumieron plenamente. Todos esos elementos fortalecen mi estado de ánimo.
Usted entonces tiene una vida normal.
Es que todo se ve con normalidad. Hoy fui a la barbería normalmente. No solo hay que llevar una vida normal, sino que hay que transmitir entusiasmo. Tenemos que ser testimonio de fe y de confianza para enfrentar con ánimo las pruebas para que nos ayuden a fortalecer nuestro carácter.
Me decía que le iban a amputar la pierna, ¿es por otra enfermedad o por lo mismo?
Yo soy diabético. Y se dio una situación con mi pie izquierdo que de hecho el pie estaba podrido. Era horrible el mal olor que tenía. Aquí en el Hospital Militar me hicieron un tratamiento bastante bueno, pero fue necesario ir a Cuba. Agradezco que estuve en un centro extraordinario y me hicieron un tratamiento en la parte de arriba y de abajo (de la pierna) para drenar todo lo que estaba descompuesto. Y era tan grande la herida que se miraban los huesos del pie. Y fue un tratamiento tremendo. En la parte de arriba era tan grande la herida que me tuvieron que sacar un pedazo de piel del ombligo para injertármelo. Y gracias a la situación del pie me descubrieron que tengo cáncer de próstata. Y cuando me dijeron lógicamente no me tiré una carcajada. Pero le pregunté con serenidad al médico, lo conversamos y voy a estar bajo tratamiento un año. Y debo reconocer que ahora me he vuelto aficionado al Facebook. Me distrae bastante. Y entonces a veces mi esposa o mis hijas ponen fotos mías y me llena de alegría saber que de pronto hay más de cien personas expresando su alegría porque estoy recuperado.
Usted mencionaba lo de su vida desordenada, ¿cree que esa vida le haya traído esa prueba?
No sé. Pero estoy convencido de que estas pruebas te dan la oportunidad de corregir lo malo que hubo en el pasado. Porque estas pruebas te ayudan a ser más cercano a tu familia. Yo siento que el Señor me ha puesto pruebas porque dos veces he estado desahuciado porque a mí me dio tremendo infarto y me hicieron una operación de corazón abierto. Yo siento que el Señor me permitió seguir viviendo para corregir el daño. Porque yo hice daño. Lastimé gente, gente con la que todavía no me he podido reconciliar.
¿Piensa mucho en la muerte?
No. Fijate que no. Pero cuando pienso, no pienso en un sentido triste, simplemente la muerte es un punto donde vamos a llegar todos. Lo importante no es pensar en la muerte, sino vivir para cuando te toque llegar a la muerte. Que cuando la muerte llegue te podás morir tranquilo, lo triste es cuando te morís y llevás una cantidad de carga de gente a la que has maltratado.
¿Cuál es esa reconciliación que le hace falta y está buscando?
Yo hace más o menos 45 años, antes del terremoto, dentro de esa vida desordenada e irresponsable que he tenido, embaracé a una muchacha y ella lo único que me pidió era que reconociera al niño que iba a nacer. Y yo en un gesto de cobardía no lo hice. Y ella con mucha entereza asumió la crianza de ese niño. Yo no lo conozco. Cuando yo doy testimonio siempre le pido perdón en público, porque no sé si está sentado allí. Porque no lo conozco. Eso es algo que le pido al Señor, que tal vez que no me dé un abrazo, pero que por lo menos sepa que estoy profundamente arrepentido de lo que hice. Y aprovecho esta oportunidad para pedirle perdón.
¿No ha tenido contacto con la señora?
No. La he visto de lejos nada más. Pero no me he acercado por respeto. Y no se ha dado la oportunidad, a lo mejor no se va a dar nunca. Pero para mí lo más importante es que ese muchacho sepa, y su madre también, que estoy profundamente arrepentido y que les pido perdón.
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