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Buseros de la misma escuela

No tenía que hacer algún mandado o visitar a alguien. El motivo de este viaje es si existían diferencias entre los buseros del transporte intermunicipal y los colectivos de Managua más allá de que unos andan unidades destartaladas y cobran el pasaje solamente en efectivo y otros que gozan de una flota contemporánea y quieran o no reciben el pago también con las famosas tarjetas de la empresa MPeso.

No tenía que hacer algún mandado o visitar a alguien. El motivo de este viaje es si existían diferencias entre los buseros del transporte intermunicipal y los colectivos de Managua más allá de que unos andan unidades destartaladas y cobran el pasaje solamente en efectivo y otros que gozan de una flota contemporánea y quieran o no reciben el pago también con las famosas tarjetas de la empresa MPeso.

Fue así que subí a la ruta 172 en el Mercado Oriental y me acomodé en el primer asiento como ese estudiante aplicado que se sienta en el primer pupitre adelante para ver y escuchar bien al profesor en la clase. El “piloto”, que en su cara refleja con exactitud los 25 años de edad, tiene la contextura para volverse gordo dentro de poco, puesto que la barriga sobresale en su camiseta a rayas y parece manejar hipnotizado. Le pregunto cuánto vale el pasaje y me responde a secas: “Siete pesos”. Busco las monedas y pago para evitar que me baje.

Ya en el camino no quita la mirada del frente a menos que vaya a bajar una “jaña”, a como él les llama a las mujeres, para “echarle un taco de ojo”, y no conversa con nadie si no es para responderle a las muchachas que le piden el favor de que las deje donde no es la parada. “Sí amor”, contesta de forma coqueta cuando ellas le hablan. Su nombre es Tairon Mendoza y tiene una década de estar metido en el negocio. Empezó como cobrador, pero desde hace tres años él es chofer de uno de los 26 buses que tiene la cooperativa Marlon Zelaya para cubrir los municipios de Managua, Ciudad Sandino y la localidad de Los Brasiles en un plazo de una hora de ida y otra de vuelta. En ese tiempo avanza metiéndole la “pata” al acelerador, tirándose la luz roja del semáforo de vez en cuando para ganar unos minutos y escuchando la radio donde le suenan los reguetones y las bachatas que le encantan.

Yo, que utilizo las rutas de la capital para ir de allá para acá, ya tengo un perfil del comportamiento de la mayoría de los conductores. Las 16 horas que aproximadamente pasan manejando, gran parte del tiempo ahogados con el calor de la capital y del motor —los buses Dina que lo llevan en la parte delantera— y con la presión de no llegar tarde a la terminal para no ser castigados monetariamente, los vuelve odiosos. Además, la música la escuchan como si padecieran de sordera y si compran agua en bolsa una vez que se la beben se deshacen de ella tirándola por la ventana y bajo ninguna circunstancia dan el “buen día” al usuario. Tampoco lo hacen los pasajeros. Aunque debo decir que tengo un par de amigos y conozco a varios en esta ocupación y su conducta es otra. Bien por ellos.

Mientras el bus amarillo de Mendoza, un Internacional con carrocería Ward y fabricado en 1992, sube a duras penas la cuesta de Las Piedrecitas para luego doblar hacia la Carretera Nueva a León suena un reggae viejo de su gusto, motivo para subirle el volumen al radio e intentar que se escuche más la canción que el ensordecedor ruido del viejo motor. A él no le importa si alguien de los pocos que le acompañan lleva dolor de cabeza o un familiar está agonizando. Una señora de piel morena que viene desde el Oriental con un saco lleno de compras cuenta con resignación que así son la mayoría de buseros de la 172 al punto que ya se acostumbró.

Aclaro que la intención no es retratar de forma negativa a quienes se encargan de llevar a las personas que no tienen carro propio para viajar placenteramente de un municipio a otro. El punto es que tanto las autoridades del Instituto Regulador del Transporte del Municipio de Managua (Irtramma) como del Ministerio de Transporte e Infraestructura (MTI) han prometido durante años mejorar la calidad del servicio no solo cambiando las unidades, sino en el trato de los conductores. Sin duda es una asignatura pendiente para ellos. Y difícil.

Algunos dirán que no es gran cosa, que nadie tiene que pelarte el diente sin siquiera conocerte. Y es cierto, pero también cuando alguien desempeña un cargo en el que atiende a personas tiene que portarse amable y brindar un servicio de calidad lo más que se pueda. Y en el caso de la ruta 172, según datos actualizados de la Dirección de Transporte Terrestre del MTI, reflejan que a diario 15,392 personas la utilizan. Pregunto: ¿cuántos de ellos sentirán lo mismo que la doña y yo?

El experimento con esta ruta intermunicipal lo hice dos veces el mismo día y el resultado fue el mismo. Pareciera que la mayoría de buseros se graduaran, como si existiera, de la misma escuela para comportarse de forma similar. Me bajé de la unidad enfrentando esta realidad.

La Prensa Domingo buseros Escuela archivo

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