14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Foto: Archivo/Cortesía

“Mi trabajo es rastrear al Ébola”

La epidemióloga nicaragüense Silvia Pineda ha trabajado durante siete semanas en el epicentro del ébola, en una provincia del sur de Guinea Conakry, como parte de la misión de Médicos Sin Fronteras (MSF). Hasta el momento se han registrado cerca de 2,000 casos y más de 1,000 muertos. Pineda estudió Medicina en la UNAN, Managua, y posteriormente Salud Pública y Epidemiología en el CIES de Managua y en el Instituto Carlos III de Madrid, respectivamente. Aunque de familia jinotegana, ella creció en la colonia 10 de Junio, de la capital.


SILVIA PINEDA

EPIDEMIÓLOGA NICARAGÜENSE EN ÁFRICA

Por Fco. Javier Sancho Más

La epidemióloga nicaragüense Silvia Pineda ha trabajado durante siete semanas en el epicentro del ébola, en una provincia del sur de Guinea Conakry, como parte de la misión de Médicos Sin Fronteras (MSF). Hasta el momento se han registrado cerca de 2,000 casos y más de 1,000 muertos. Pineda estudió Medicina en la UNAN, Managua, y posteriormente Salud Pública y Epidemiología en el CIES de Managua y en el Instituto Carlos III de Madrid, respectivamente. Aunque de familia jinotegana, ella creció en la colonia 10 de Junio, de la capital.

Allí suele regresar, al menos una vez al año, para “ponerse al día” en el patio interior de la casa, junto a la cocina y una mesa grande que alimentan las pláticas de desayunos o almuerzos inagotables con familiares y amigos. Ha trabajado con MSF en numerosos contextos de crisis humanitarias. Su labor es casi detectivesca: rastrear un brote epidémico con tres preguntas en la cabeza: Quién, dónde y cuándo. Las respuestas son esenciales para combatir un brote. Aunque reside habitualmente en Bruselas, esta semana se reincorpora a la misión del ébola en África occidental.

::: Trabajaste en Guéckédou, donde empezó el brote actual de ébola, en Guinea Conakry. Para darnos una idea del lugar, si lo comparásemos con alguna zona de Nicaragua, ¿a cuál se parecería?

Guéckédou es una provincia que por población y extensión se acerca a Chinandega, pero su paisaje, montañoso y tupido, es más parecido al Triángulo Minero, donde yo hice el servicio social.

::: ¿Cómo empezó la epidemia de ébola?

El origen sigue siendo desconocido, sin embargo las investigaciones indican que el primer caso ocurrió en diciembre del año pasado, cuando un niño de 2 años murió con síntomas de ébola en la región forestal de Guéckédou.

::: ¿En qué momento llegaste vos?

Primero estuve en febrero, para trabajar en otra misión. Entonces se sabía que había algunos casos de ébola, pero no con la dimensión actual. Después de unas vacaciones en Managua, regresé a Bruselas, y me enviaron a Guinea nuevamente a mediados de mayo, cuando se produjo otro pico del brote.

::: ¿En qué consistió tu trabajo?

Como epidemióloga de Médicos Sin Fronteras mi tarea consiste en estudiar y analizar el alcance del brote en las áreas de más virulencia.

::: Eso, en cristiano, quiere decir…

Iba a las comunidades, para “rastrear la cadena de transmisión” del virus. Allí entrevistaba a los familiares y allegados para informarme de cuántas personas habían entrado en contacto con un enfermo, y hacer la lista de contactos para su posterior seguimiento durante 21 días, ya que todos los contactos de pacientes que puedan estar contaminados deben controlarse y aislarse a la primera señal de infección.

::: ¿Qué ha sido para vos lo más impresionante?

Ver cómo los agentes sanitarios tenían que informar a los familiares de la muerte de sus seres queridos. Conocí a una mujer que recibió hasta cinco visitas de agentes sanitarios en un lapso de tiempo muy breve. En cada visita se le comunicaba la muerte de un familiar próximo del que no podía ni despedirse.

::: La Organización Mundial de la Salud ha declarado la emergencia sanitaria internacional, pero ¿hay algún riesgo de que el virus llegue a Nicaragua?

El riesgo para Nicaragua es mínimo. Tendría que producirse una serie de eventos cuya probabilidad es muy baja. Para empezar, ni siquiera hay vuelos directos desde las zonas afectadas, por ejemplo.

::: ¿Sentiste miedo?

No miedo a contagiarme, porque sabíamos que Médicos Sin Fronteras estaba tomando las medidas de protección adecuadas. Hasta el momento, ningún trabajador de la organización se ha contagiado. Lo que sí nos preocupó fue percatarnos de la enorme cantidad de personas con las que un enfermo había entrado en contacto y lo que eso podía significar. Elaboramos una lista de comunidades en las que estas personas podían encontrarse, evidenciando lo mucho que la epidemia se estaba extendiendo. Como para darnos valor, la apodamos “la lista del pánico”.

::: Pero tuviste que hablar con pacientes y con sospechosos de haberse contagiado. ¿Cómo te protegías?

Si hablaba con pacientes internados, tenía que vestirme con esos equipos de protección que se han visto en las fotografías e imágenes de televisión. Pero para entrevistar familiares o posibles contactos, lo hacía situándome a poco más de un metro de distancia. El virus no se transmite por vía aérea.

::: ¿Cómo podría yo contagiarme de ébola?

El ébola se transmite por el contacto con algunos animales, como cierta especie de murciélagos. Entre humanos, se transmite a través del contacto directo con la sangre, secreciones, órganos u otros fluidos de personas infectadas, muertas o vivas. Si se ponen las medidas de precaución necesarias entre la persona infectada y el personal que lo atiende, no tiene por qué haber contagio.

::: ¿Las entrevistas las hacías en francés?

Sí.

::: ¿Te manejas bien con el idioma?

No tanto. Aprendí francés rápidamente para una misión en Congo. Pero con la paciencia de la población, se logró hacer el trabajo. En Guinea, se hablan también muchos otros idiomas. En el caso de que los encuestados no pudieran hablar francés, me ayudaba el personal local con la traducción.

::: ¿Qué falló para que este brote alcanzara la dimensión actual?

Hay muchos factores que analizar para eso. Pero hay que ver la dificultad que entraña la lucha contra una enfermedad infectocontagiosa de este tipo. Cuando vos tenés una lista de personas que han tenido contacto con un enfermo, lo ideal es localizar a todas ellas y aislarlas, o limitar sus movimientos durante 21 días, que es el período de incubación para comprobar si han contraído o no el virus. Pero la gente no paraba de moverse. Estamos en zonas fronterizas, muy interconectadas, con grupos étnicos que viven en tres países, como mínimo. Es muy difícil.

::: ¿Ha habido desconfianza de la población local?

Si. Y eso ha contribuido a la propagación de la epidemia. En parte, las creencias tradicionales han causado que la misma población haya ocultado información sobre pacientes o personas con las que estos han contactado. Es normal. Ellos miran cómo algunos pacientes son aislados completamente y otros ya nunca vuelven cuando entran en el hospital; miran al personal médico vestido con unos equipos de protección muy aparatosos, como si fueran “astronautas”. Entonces empiezan rumores de que si el ébola no existe, y que se lo han inventado los médicos extranjeros, etc. Y además está el asunto de los entierros y las velas. Yo comprendo, como latinoamericana, que a mucha gente le sea difícil aceptar que no puede tocar, lavar, o despedirse de su familiar enfermo, sino que tiene que dejar que otros manipulen el cuerpo para aislarlo completamente. Se sabe que durante los entierros, el virus se propaga más fácilmente entre las personas que tocan a sus difuntos, precisamente porque al morir es cuando el cuerpo de la víctima tiene una carga viral más fuerte y por tanto hay más riesgo de contagio.

Es decir hubo miedo a la muerte y también a la estigmatización, porque las personas sospechosas de haber contraído el virus recibían la visita periódica de un agente de salud que le preguntaba si tenía síntomas asociados a la enfermedad. Algunas personas, simplemente, no decían la verdad. Hay otros factores como la falta de medios, de acceso a la salud, etc., pero la percepción de las comunidades hacia la enfermedad y hacia la puesta en marcha de la emergencia también ha influido.

::: También se han infectado médicos, entre ellos, uno de los expertos africanos en ébola, un religioso español, dos misioneros norteamericanos…

Y muchos trabajadores sanitarios de centros de la zona que no han seguido los protocolos de seguridad y protección. Sí.

::: Ha habido otros brotes de ébola, pero este es el más importante hasta ahora. ¿Qué tiene de particular?

Antes, solía producirse en zonas más aisladas y donde no había tanta movilidad de población. En este caso, el problema fue que el caso índice (como llamamos al primero conocido, el del niño guineano que murió en diciembre), se dio en una zona muy cercana a la frontera, y es una frontera que divide tres países. Cuando empezamos a seguir a “los contactos”, observamos, que había casos sospechosos como mínimo en dos comunidades. Cada enfermo había entrado en contacto con varias personas que procedían de lugares distintos. Incluso llegamos a observar que un solo enfermo había tenido contacto con casi 100 personas que provenían de seis comunidades diferentes.

::: ¿Qué crees haber aprendido o confirmado en esta experiencia?

La enorme importancia de los promotores de salud y los agentes comunitarios. Juegan un papel clave en la lucha y la prevención de brotes de este tipo.

::: Con las medidas actuales, ¿crees que la expansión del virus se va a detener?

Espero que sí. Pero desgraciadamente ya se han perdido muchas vidas, sobre todo en los países afectados. Médicos Sin Fronteras estaba alertando de ello desde hacía meses. Se ha tardado mucho quizá.

::: ¿Son tan diferentes las necesidades de la población en Guinea que las de las zonas rurales de Nicaragua?

Quizá hay muchas necesidades que son parecidas, pero la diferencia está en la organización comunitaria. En Nicaragua, como he podido atestiguar en mi trabajo médico de campo, las redes y organizaciones comunitarias palían las consecuencias graves de desastres o de cualquier brote o epidemia. En esta parte de África, eso no funciona de manera tan eficaz.

::: ¿Tuviste alguna vez experiencia en brotes epidémicos en Nicaragua?

Como médico estuve en brotes de dengue, y al final de uno de cólera en el 98. Eso fue durante el servicio social en las Minas y en el río Coco, sobre todo. Algunos sucedieron inmediatamente después del huracán Mitch.

::: ¿Entonces supiste que eso era lo tuyo?

No. Yo quería estudiar Economía en Salud, pero primero hice el examen para la residencia de Medicina Interna. No entré a estudiarla, aunque pasé el examen y estaba en la lista de residentes del Hospital Manolo Morales.

::: ¿Por qué no?

Me di cuenta de que no era lo mío. Quise probar… Bueno, el caso es que luego hice la maestría de Salud Pública en el CIES (Centro de Investigaciones y Estudios de la Salud, de la UNAN), en Managua.

::: ¿Sos buena para los números?

Creo que sí. De hecho si me preguntas un libro que me haya hecho llorar, te contestaría, sin dudar, el Álgebra, de Baldor, que estudiábamos en el colegio (se ríe con cierta malicia; pero fuera de la entrevista he sabido que Silvia no es solo números… Un libro que le acompaña siempre es El Principito , aunque sé que pongo esto sin su permiso).

::: Los números ayudan a salvar vidas, ¿no?

A los números de un brote, de una epidemia, hay que hacerlos hablar como sea hasta sacarles la información. Pero cuando la tenés, entonces…

::: ¿Es una especie de excitación?

Sí, sobre todo cuando hallás la respuesta a las preguntas claves que nos hacemos en epidemiología: ¿Quién? ¿Dónde? ¿Cuándo? Ahí empieza realmente lo bonito de esto.

::: Si tuvieras que mencionar personas y momentos decisivos en tu formación, siguiendo la idea del Quién, Dónde, Cuándo…

Uumm, al final de la carrera, la profesora Yadira Medrano, quien nos dirigió la monografía. Además de otros buenos consejos y regañinas, recuerdo que nos decía de un modo un poco particular pero muy claro: “Si ustedes solo preguntan m… solo hallarán m….” (vuelve a reírse). Nos inculcó el rigor por la investigación de campo y el gusto por investigar.

::: Eso, por cierto, también puede aplicarse al periodismo. ¿Y durante tu formación posterior?

El doctor Miguel Orozco, director del CIES. Junto a un colega actual de Médicos Sin Fronteras, a él le debo lo que sé de salud pública. Y eso que durante mi etapa de formación yo no le daba mucha importancia a lo que nos enseñaban. Luego, cuando salí a trabajar fuera de Nicaragua, pude comprobar que nuestra formación no está tan alejada de estándares como los europeos, y eso me permitió desenvolverme bien.

Y antes, a la entonces coordinadora de Salud Sin Límites, una ONG con la que trabajé en Siuna. Se trata de la chilena Jim Karstegl, una mujer con muchos ideales, pero de nuevo, con una seriedad para la planificación y el análisis que admiro mucho.

::: ¿Vas a regresar a la zona del ébola?

Sí, esta vez trabajaré posiblemente en los tres países donde hay más casos. Estaré varias semanas entre agosto y septiembre.

::: ¿Y a Nicaragua?

Lo más pronto que pueda.

::: ¿Algo que echés en falta del paisito? Además de la familia y los seres queridos, claro.

La repocheta.

::: ¿Desde cuando vives fuera de Nicaragua?

Viví primero en Madrid y ahora en Bruselas. Empecé a trabajar con la misión que Médicos Sin Fronteras tenía en Managua en 2002, y trabajo con la sección belga de la organización desde 2007.

::: ¿En qué otros países has trabajado y dónde te has encontrado con el mayor desafío epidemiológico, además del ébola?

He trabajado como médico en Colombia, y como epidemióloga en encuestas nutricionales y de mortalidad en Bangladesh, Sudán del Sur…

::: Sudán del Sur es el país más joven del mundo, y además está sumido en la violencia, ¿no es cierto?

Sí. Yo trabajé en unas zonas que se llaman Maban y Pibor. Allí hubo muchos heridos y muertos por la violencia. Pero me impresionó la magnitud del brote de sarampión que hubo en Malawi en 2010, que además fue mi primer trabajo ya como epidemióloga para Médicos Sin Fronteras.

::: ¿Qué crees que tu experiencia podría aportar a Nicaragua si alguna vez volvés para quedarte?

Yo creo que en Nicaragua se hace un buen manejo de los brotes. Evidentemente, los equipos y la logística con la que se me permite trabajar en Médicos Sin Fronteras facilita muchas más cosas para el trabajo en zonas donde las necesidades son enormes. Sin embargo, como te decía antes, he podido valorar cómo una buena organización comunitaria puede ayudar a que el dolor por las consecuencias de un desastre natural o sanitario no sea tan grave. Por lo demás no tengo otros planes. Ahora, por motivos personales y laborales estoy en Bélgica y con la bolsa preparada para la próxima misión.

La Prensa Domingo ébola Pública trabajo archivo

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí