Ser maestro significa invertir los años en uno de los trabajos más nobles que existen, una labor muy sacrificada cuando se tiene el compromiso con la sociedad de moldear la conducta y el aprendizaje de quienes serán los profesionales del futuro, la materia prima del maestro es el ser humano, he ahí la complejidad de su misión, pues una obra mal construida por un albañil sí puede modificarse o reconstruirse, pero lo bueno o malo que el maestro siembre en el corazón de sus estudiantes le marcará para toda la vida.
El maestro hoy en día es un facilitador que combina sus años de experiencia con diversas estrategias para lograr que sus estudiantes puedan alcanzar las competencias necesarias que se requieren para aprobar cada nivel educativo, para convertirse en maestro no se necesita solamente dedicar tiempo a prepararse en una escuela normal, lo más importante es tener amor, vocación y paciencia para trabajar en beneficio de la niñez.
Cuando escuchamos la palabra maestro nos imaginamos a una persona detrás de un escritorio o frent
e a un grupo de niños en un aula de clases, pero en la realidad ser maestro no es para cualquier persona, es un don especial que Dios le da a quienes deciden dedicar su tiempo a formar y educar a las futuras generaciones, esta educación tiene que ser integral, pues un verdadero maestro no se limita a transmitir conocimientos sino que su rol va más allá de la formación de valores y competencias que le servirán a sus estudiantes para saber convivir con los demás.
Ser maestro en nuestro país implica una profesión donde se tiene que hacer sacrificios, pues además de ser mal remunerados económicamente con un salario por debajo del costo de la canasta básica, falta de equidad de su salario en relación con lo que ganan los señores diputados, se trabaja con uñas y dientes por la falta de recursos básicos en las escuelas públicas donde no se cuenta en la mayoría de los casos con el apoyo de padres de familia, pues alegan gratuidad de la educación y donde se carece de los mínimos recursos, son muchas las limitaciones a las que a diario se enfrentan los maestros cuando de verdad quieren brindar una educación de calidad.
Después de pasar cinco horas al día frente a sus estudiantes su trabajo no termina ahí, hay que llevar a la casa pruebas y exámenes que corregir y dedicar dos o tres horas para preparar sus planes de clases del día siguiente. El maestro en el aula se convierte en héroe, muchas veces hace el papel de madre, padre, niñera, enfermera, es una persona que ante las dificultades ríe y hace la vida más amena olvidándose de sus propios problemas, siempre está ahí como confidente ante situaciones emocionales que los niños traen del hogar y sabe cómo brindar a tiempo un consejo oportuno.
Actualmente existen dificultades para encontrar aspirantes al magisterio, a nadie le llama la atención ni se siente motivado a trabajar en una labor tan delicada y con tan poco salario, pero a la vez tan importante para la sociedad, solamente quienes verdaderamente sienten el amor y el gusto por enseñar tendrán la valentía de decidir ser maestros.
Un sector olvidado dentro del magisterio son los maestros jubilados, quienes después de entregar su vida en las escuelas y brindar sus mejores años a enseñar no son tomados en cuenta, desde que se jubilan son mal atendidos en las empresas médicas sin consideración alguna cuando necesitan atención a su salud y en consecuencia de su trabajo padecen de enfermedades crónicas como artritis, disfonía, presión alta y estrés en muchos casos.
Aun con todas las dificultades, los problemas económicos y de salud, todavía existen maestros de verdad, que anteponen los factores negativos y se dedican en cuerpo y alma a formar y educar a ciudadanos del futuro, lo único que les recompensa es el cariño y la gratitud de sus estudiantes cuando ya convertidos en profesionales dicen: “Esa fue mi profesora de primaria” y eso sí que vale la pena. La autora es maestra en la zona de Diriamba
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