Los zapatos del éxito empresarial

Yohany López

En el bolsillo de don Flavio Gaitán y su esposa Jackeline José Hernández 1,500 córdobas habían cuando decidieron emprender el negocio de sus vidas, además de una vieja máquina de coser. El dinero lo consiguieron a través de un préstamo que le facilitó doña Elena Gaitán, que conocía a la familia, y que fue la primera clienta del negocio, que 19 años después se transformaría en una prometedora empresa de cuero y calzado.

Se trata de Calzado Jackeline, ubicada en Masaya, y donde a diario varias manos transforman el cuero hasta moldear delicados zapatos para niñas y mujeres de todas las edades, con técnicas que con el tiempo han ido perfeccionando.

Fue en 1995, nueve meses de haber emprendido una vida juntos, cuando este matrimonio comenzó a incubar la idea de Calzado Jackeline. Su propietario, quien actualmente coordina el quehacer de esta zapatería, recuerda que él tenía experiencia de ocho años en la confección de zapatos, que acumuló en diferentes talleres locales donde laboró.

Con los 1,500 córdobas y con parte de la maquinaria con la que contaban, Flavio cuenta que compraron dos yardas de material sintético, veinte pies de descarne y una piel de cuero (se llama así al cuero que se obtiene de un solo animal) para producir los primeros pares de zapatos.

De fabricar veinte pares para niñas a la semana pasaron a corto y mediano plazo a producir cien unidades. Se empezaron a diversificar y decidieron incursionar en el diseño de zapatos para comunión, los que vendían en 35 córdobas en aquellos años.

El auge de Calzado Jackeline inicia para el 2000 cuando, después de cinco años de buscar un mercado fijo, crecen a unos cinco clientes fijos y requieren de mayor mano de obra. La planilla pasó de tres trabajadores a cinco, y para el 2004 se elevó a ocho obreros permanentes y dos temporales.

Calzado Jackeline avanza así en su proceso de consolidación y crecimiento ininterrumpido. Tanto así, que en esos años de crecimiento de ventas lograron colocar por semana entre 250 y 300 pares de zapatos en Masaya, Managua, León y Chinandega. Eran los mismos clientes los que se encargaban de distribuirlos en mercados y hasta en centros comerciales.

También el taller logró equiparse con mejores hormas de plástico, las que sustituyeron a las de madera que en algún momento se volvían imprecisas.

Don Flavio al estimar cuánto invirtió en su taller para esos años cree que fueron unos ocho mil dólares incluyendo máquinas eléctricas. Cuando la pequeña empresa había empezado a echar raíces tras varios años de mucho trabajo, las microfinancieras empezaron a confiar en esta pyme. Además obtuvieron apoyo financiero del Programa de Apoyo a la Mejora del Clima de Negocios (Prameclin) que ejecutó la Unión Europea en el sector de cuero calzado.

El emprendedor explica que los meses picos de producción para ellos son enero, previo a la temporada escolar; marzo o abril antesala a la Semana Santa; así como agosto y septiembre debido a las fiestas patronales en Managua y Masaya. La producción también se eleva en diciembre con la realización de bautizos, comuniones, confirmaciones.

CUIDAN LA CALIDAD

Don Flavio dice que el secreto del éxito de su empresa es que desde que nació han procurado mantener la calidad del cuero o material sintético que usan en los diseños. Sus precios varían entre los ochenta y doscientos córdobas dependiendo de la confección y estilo del zapato.

En la actualidad tienen cuatro hijos de entre 8 y 19 años. El mayor va a la universidad. El matrimonio está convencido de que es importante invertir en la educación de sus hijos para que estos tengan mejores oportunidades, ya que en el caso de don Flavio solo logró completar la primaria y su esposa la secundaria.

El sueño de este emprendedor, además de adquirir mejores máquinas para producir más, figura seguir mejorando la calidad y darle mayor valor a su calzado mediante la creación de su marca, etiqueta y una caja de presentación.

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