José María Zonta
Dicen lo sufís que la riqueza de la poesía se revela cuando un lector le encuentra interpretaciones y matices que su autor no previó. Entonces, los grandes poemas no se escriben, se leen. Pasa con Crimen perfecto , de Francisco de Asís Fernández, un libro que es varios libros, pues si se lee en la mañana sus poemas son naranjas, si se lee en la tarde son tazas de café y si se lee en la noche los poemas son copas de vino.
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Una de las fuerzas que mueve este Crimen perfecto es el deseo de convertirse en otro y vivir otra vida, de vivir otra vez. El avance de la edad nos pone en una disyuntiva: todavía soy yo, pero ya no soy el mismo, comenzamos a ser otro y el combate ahora es entre lo que acostumbrábamos hacer y lo que realmente podemos hacer:
No sé si es muy tarde para ser lo que quiero ser.
Y si pudiera ser otro que no soy sería pianista, jardinero, paisajista.
No hay crimen perfecto, solo crímenes no descubiertos. Así que no hemos descubierto el verdadero crimen de Francisco, porque en este asalto al banco de la poesía sale con el botín y no lo atrapan. Los egipcios tenían un dios de las palabras, Tot, creían que para que un objeto existiera antes debía existir la palabra que lo nombra, así, para que la taza exista en el mundo material la palabra “taza” debía ser pronunciada. Pues bien, Crimen perfecto descubre realidades poéticas que no existían antes de que Francisco las nombrara:
Tus pezones huelen a cereales de frutillas la muerte no es una extraña y se convierte en un bombillo solitario guindado de un cable quiero diseñar pañuelos y un aeropuerto para pájaros.
Este es el Crimen perfecto de un veterano. Francisco es un samurai que ya no necesita demostrarse nada. Es Musashi retirado en una isleta del Cocibolca con Otsú, con Gloria en su caso, y ya no acepta desafíos que los espadachines jóvenes le lanzan, deseosos de derrotar al maestro, a la leyenda. Ahora se dedica a pescar sierras y gaspares, a freírlos y comerlos con sake.
El libro está impulsado por sus obsesiones, como debe ser para que leerlo nos hiera sin sangre. La obsesión de aferrarse a la vida, de no abandonar la cacería de sensaciones, de no renunciar al frenesí de los días y las noches. En un bar del lejano oeste de algún poema Francisco sigue siendo el más rápido en desenfundar. Y conserva la puntería, donde pone el ojo pone el verso:
Mi rosa es vagabunda pero es mi carcelera.
Ser tú, para que no me permitas el placer de lastimar.
La angustia de creer que por cada estrella debo pedir un deseo.
FILOS EN AMBOS LADOS
Este libro de Francisco habla del paso de los años pero sus poemas no son viejos; habla de la muerte pero sus poemas no son moribundos; habla del desierto y el veneno de sus poemas escorpiones está fuerte y alerta y el libro te pica. Algo late en Crimen perfecto , algo desasosiega, inquieta y alborota el gallinero del alma. Es un libro con filo en ambos lados del cuchillo. Está hecho de palabras pero es mucho más que la suma de sus palabras. Este libro casi no concede un momento para el reposo, es un libro aguerrido.
Los samurais escribían un poema antes del combate, por si morían; bien, este libro no es esa despedida; también perfumaban su pelo por si el adversario cortaba su cabeza recibiera un aroma agradable cuando rodara, esa es la cima de la cortesía; bien este libro es la cortesía de Francisco para con la vida. Es Francisco diciéndole a la vida me has dado mucho y te doy, me has alimentado y ahora come mis poemas.
Francisco es un hombre culto, pero Crimen perfecto no abruma con conocimientos, más bien provoca sensaciones, estados anímicos, emociones. El poema dedicado a Gloria, El destino de la rosa , es un gran poema de amor; y el poema: En la sala de cuidados intensivos, es un gran poema de amor a la vida, de esos que se aferran al madero en medio del mar.
Ver en la versión impresa las páginas: 6 B