Me sospechaba que la llamada oposición que asumió los escaños en la Asamblea Nacional, en enero del 2012, no le traería mayor beneficio a Nicaragua; sin embargo, tampoco esperé verlos aliados a la bancada oficialista para, de hecho, causarle daño a la patria.
Me refiero a la recién aprobada “Ley del Régimen Jurídico del Gran Canal Interoceánico de Nicaragua” y la creación de la “Autoridad del Gran Canal”. No comprendo por qué los diputados de la oposición dieron sus votos a un proyecto que será administrado por un gobierno que es prácticamente de facto, producto de un fraude, y que además es manejado por una familia que abiertamente se enriquece a la sombra del poder. Los diputados opositores que votaron a favor explican que lo hicieron por ser este un proyecto de Estado. Y yo pregunto: ¿De cuál Estado hablan? o es que a estas alturas aún no se enteran que en Nicaragua el Estado es Daniel Ortega. La oposición debió de enviar un mensaje de moralidad diciendo NO al inconstitucional presidente de Nicaragua. Pero por lo visto, eligieron ser apañadores y comparsas de un gobierno corrupto y autoritario, que además carece, absolutamente, del talante, la capacidad, y el ingenio, necesarios para poner en marcha un proyecto tan importante, como la construcción del Gran Canal Interoceánico.
No hay duda que la construcción del Gran Canal, si se hace correctamente, sería de inmenso beneficio para el país. El gobierno anterior elaboró un Perfil de Proyecto serio, que fue presentado en agosto del 2006 por la Comisión de Trabajo del Gran Canal. Según entiendo, es esta misma propuesta la que se aprobó en la Asamblea Nacional. Consecuentemente, el error no radica en la aprobación del proyecto en sí, porque es un estudio bien hecho; sino, en manos de qué gobierno lo están poniendo. Si usted tiene un capital, y este es para asegurar los estudios y el futuro de sus hijos, ¿colocaría su dinero en un banco con décadas de prestigio y que además cuenta con un seguro que respondería por sus ahorros, o lo depositaría en un banco recién abierto, con un capital de dudosa procedencia y con una junta directiva, cuyos miembros son reconocidos delincuentes? Si a usted le ha costado ganarse ese dinero y le importan sus hijos, seguramente elegiría la primera opción.
Tengo la esperanza que este proyecto no pase del papel, como suele suceder en Nicaragua; ya que sinceramente ¡me horroriza! pensar que la “mente esquizofrénica”, detrás de la construcción del Gran Canal, sería la misma que tiene a Managua con “árboles de Navidad” durante todo el año; la que “rediseñó” el escudo nacional y la que mandó a construir, en “honor” al boxeador Alexis Argüello, el monumento (totoposte) más horrible y desagradable del mundo. Por lo tanto, desde el punto de vista estético, el Gran Canal Interoceánico sería un desborde de mal gusto y tortura visual; y ni qué decir de la administración del proyecto, el manejo de fondos, y la elección de la ruta. Todo lo cual podría significar, tristemente, la destrucción del Gran Lago de Nicaragua, y una catástrofe irreversible para el ecosistema del país.
Ojalá el periodismo independiente se ocupe de descubrir las razones por las que los diputados, dizque opositores, han puesto la construcción del soñado canal interoceánico bajo la dirección de un gobernante inconstitucional que, por su ineptitud y falta de escrúpulos, siempre que ha tenido la oportunidad, ha conducido a Nicaragua a las peores desgracias económicas, sociales y políticas, de su historia reciente.
La autora es sicóloga.
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