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El auge de la fotografía produjo un alejamiento del realismo en las artes (cubismo, expresionismo abstracto, etc.). El expresionismo alemán propuso para que el cine fuera arte, la reconstrucción de la realidad enteramente en estudios.

 

Franklin Caldera

El auge de la fotografía produjo un alejamiento del realismo en las artes (cubismo, expresionismo abstracto, etc.). El expresionismo alemán propuso para que el cine fuera arte, la reconstrucción de la realidad enteramente en estudios.

Pero lo importante no son las teorías sino lo que los artistas hagan con ellas. Después de la Segunda Guerra Mundial surge el neorrealismo italiano, con filmes sobre personas de la clase trabajadora empobrecidas por la guerra, utilizando escenarios auténticos (calles de barrios periféricos) y, preferentemente, actores no profesionales.

El movimiento, de orientación socialista/humanista cristiana, irrumpe con Roma, ciudad abierta (1945) de Roberto Rossellini (argumento de Sergio Amidei y Alberto Consiglio), con Aldo Fabrizi, como un sacerdote fusilado por los nazis, y la gran Anna Magnani.

[doap_box title=”Los Italianos” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]

Antecedente directo fue Ossesione (1943) de Visconti, versión no autorizada de El cartero siempre llama dos veces (de James M. Cain), centrada más en los estados de ánimo de los personajes (característica del cine de autor europeo) que en los giros del argumento, como la versión estadounidense de la misma novela dirigida por Tay Garnett (1946), con John Garfield y Lana Turner.

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El movimiento alcanzó su perfección con Ladrones de bicicletas (1948) de Vittorio De Sica (novela de Luigi Bartolini; guión de Cesare Zavattini y Suso Cecchi D’Amico), sobre las frustraciones de un pegador de afiche (Lamberto Maggiorani) que busca, con su pequeño hijo (Enzo Staiola), la bicicleta que le fue robada mientras desempeñaba sus labores.

Dentro de la línea de Chaplin, el filme mantiene en primer plano el drama humano, sin alardes de virtuosismos formales. La cámara de Carlo Montuori aprovecha los detalles del entorno físico como elementos dramáticos: la lluvia súbita, los tranvías atiborrados de gente, las filas de desempleados, las calles sin automóviles.

Destacan dentro del neorrealismo: La terra trema (48) de Visconti, rodada en la aldea de pescadores siciliana de Aci Trezza; Limpiabotas (46) de De Sica y Stromboli (49) de Rosellinni (con su mujer, Ingrid Bergman).

Arroz amargo (49) de Giuseppe de Santis, filmada en los arrozales del Piamonte, incorporó al neorrealismo la sensualidad del cine de las maggioratte, con la presencia de Silvana Mangano, esposa del productor Dino de Laurentiis.

El neorrealista cierra con Dos mujeres (1960) de De Sica (sobre novela La ciociara de Moravia ), con Sophia Loren (premiada en Cannes y con el Óscar de Hollywood).

El neorrealismo había dado paso en los cincuenta al llamado neorrealismo rosa (Domenica d’Agosto de Luciano Emmer) y, posteriormente, a las comedias a la italiana: Divorzio all’italiana (61) de Pietro Germi (con Marcelo Mastroianni) y La escapada (1962; Il sorpasso ) de Dino Risi (con Vittorio Gasmann).

Encontramos antecedentes del neorrealismo en filmes silentes italianos (Assunta Spina, dirigido y protagonizado por Francisca Bertini y Gustavo Serena; 1915), españoles ( La aldea maldita de Florión Rey ; 1929) y japoneses ( He nacido… pero de Ozu ; 1932) y en dos filmes sobre adolescentes descarriados: El camino de la vida (31) de Nikolai Ekk (URSS) y Los muchachos salvajes de la carretera (33) de Wellman, clásico del cine social de la Warner.

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