Era un santo, dicen los feligreses, que creen que el padre Marlon Ernesto Pupiro se convirtió en ángel, héroe y mártir de Dios.
Con su ejemplo, entrega y compromiso, con lo que nos enseñó, con lo que nos dijo en la liturgia de la palabra, a la hora del Evangelio; con lo que nos hizo sentir en sus prédicas se confirma la necesidad que tienen nuestros pueblos de hombres y mujeres que reciban sin miedo en sus corazones a Jesús.
La magia, la luminosidad de su púlpito y el efecto de su misión pastoral le dieron poder a sus palabras. Sus palabras contenían poder, porque su vida contenía pureza y sacrificios. El padre Pupiro de corazón devoto se ganó la simpatía de sus feligreses mediante el respeto, el trabajo, la organización, la disciplina y con el resultado inmediato de los proyectos de construcción.
Los católicos de Ticuantepe, Laureles Sur, Lomas de Guadalupe, Sabana Grande, los concheños, lo recuerdan como un sacerdote progresista, emprendedor, dedicado a su misión pastoral. “Sacerdote constructor” lo llamó toda Sabana Grande. Los feligreses le dedican al padre Pupiro, salido de sus corazones, póstumamente: canciones, estatuas, murales y la creación del Movimiento Católico por la Dignidad del Padre Pupiro, porque su sangre clama justicia. Cuando el padre Pupiro llegó a Sabana Grande, la iglesia estaba en ruinas, y él sin perder tiempo convocó a los feligreses, los entusiasmó, los animó y los hizo soñar en una parroquia digna del Señor, y la obra está ahí como testimonio de lo que puede hacer un pueblo cuando tiene un líder de verdad.
Invaluables obras de progreso dejó en La Concha: una escuela parroquial primaria completa, con un nuevo pabellón construido con dinero de la cooperación de Japón; construcción de la Casa San Pablo, en coordinación con el Movimiento de Cursillos de Cristiandad, y con apoyo de la Asamblea Nacional; remodelación de la iglesia parroquial; encauzó la energía de los jóvenes en coros, en la legión de María, en la pastoral universitaria y en el deporte. Dejó formado más de quince grupos como la Renovación carismática, la pastoral de enfermos, la pastoral juvenil, involucrando activamente a la comunidad.
Sin vicario, con un horario apretado, visitaba las diferentes comunidades del municipio, y predicaba en las capillas o bajo el techo de una casa de familia. Oficiaba la misa, consolaba a los afligidos, repartía medicinas, visitaba a los enfermos y salvaba almas para gloria del Señor. Y el día que los concheños, en su memoria, realizaron por la noche un viacrucis penitencial multitudinario, encabezado por Jesús de Nazareno y la Inmaculada Concepción de María, con amenazas de lluvia y vientos fuertes; pero se calmaron y el milagro se dio: ninguna candela se apagó; testimonio de que nos miraba desde lo alto de su resurrección, perdonando a los criminales. Los malestares propios de la diabetes no lo doblegaron. Dentro de los cuidados para mantener su salud en forma estable, tenía prohibido fumar, llevar una vida sedentaria e ingerir bebidas alcohólicas. Si el padre Pupiro hubiera tenido una muerte natural, los concheños lo hubieran llorado, pero por la forma violenta de su muerte, ahora el pueblo lo llora con indignación. Los hijos de las tinieblas lo asesinaron, pero “su sangre clama al cielo y está generando valentía”.
El autor es escritor concheño
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