Por Edgar Rodríquez
Cualquier guión hollywoo- dense habría quedado corto frente a la sorprendente realidad que vivió el beisbol de las Grandes Ligas el miércoles, cuando el último día se decidieron tantas cosas y solo con minutos de diferencia.
Fue, no obstante, una buena forma de ponerle punto final a una temporada que tomó rutas inesperadas y que entrelazó emociones, al tiempo que mantenía en vilo a los fanáticos de cuatro equipos, en una noche épica.
¿Alguien imaginó lo que le sucedería a Boston? Nadie. Si aún no se jugaba un partido y los expertos lo daban como seguros ganador, no de su División, de su liga. Y tenía sentido. Habían armado un gran plantel, pero nadie previó lesiones e inconsistencia.
Recuerden su staff: Josh Beckett, Jon Lester, Clay Buchholz, John Lackey y Daisuke Matsuzaka, con Jonathan Papelbon y el meteoro Daniel Bard, comandando el bullpen. Y a su temible ataque, le agregaron a Adrián González y Carl Crawford.
Sin embargo, ese equipo falló y ahora ha reescrito la historia de grandes colapsos en la historia del beisbol. Se ha puesto incluso, delante de los Filis de 1964, que era el prototipo de equipos que dejaba escapar ventajas.
Boston le sacaba ventaja de nueve juegos a los Rays el 4 de septiembre. Ahí vino la caída, mientras Tampa aceleraba y se lo pasaba llevando. Hay quienes discuten la forma cómo Joe Girardi manejó su pitcheo, pero Girardi dirige para los Yanquis.
San Luis realizó otro gran trabajo, muy meritorio, pese a que los Bravos, a quienes quitaron el boleto, no tenían el colmillo de los Medias Rojas. Ahora están en los playoffs, aunque quizá solo para sufrir ante los Filis.
El 28 de septiembre será una fecha que van a atesorar en Tampa y San Luis, mientras querrá ser olvidada en Boston y Atlanta, pero el beisbol intentará preservarla como uno de sus días más apreciados.
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