Por Arnulfo Agüero
El tema del poder y sus huellas en el documentalismo histórico contemporáneo, la crítica literaria, la poesía breve, las artes pictóricas, la docencia y sus años en Chile, han sido las facetas que han marcado la obra y vida del escritor José Anastasio Salvador Lovo Téllez, nacido en 1952 en Bluefields.
De su producción literaria y formas de ver el mundo de las letras y sus autores, recrea en una breve conversación.
Julio Pino, en la revista digital de Ensayo de Chile, publicó un elogio a su novela La mujer que olvidó el amor, valorándola como un “manifiesto ceremonial” ¿cuál es su criterio?
Seleccionado con mención del Premio Internacional de Poesía Apollinaire, Palma de Mallorca, España.
1974
Realiza estudios de Literatura Hispanoamericana y Semiótica en la Universidad de Oriente Universidad de Chile.
1975
Estudia en la Universidad Mayor de San Marcos, Lima, Perú.
1989
Publica el poemario Sonatas del poder.
2000
Edita su novela La mujer que olvidó el amor. En la actualidad cuenta con una selección de poemas inéditos.
2004
Publica Cultura y Poder, en volumen colectivo Legalidad, Legitimidad y Poder.
2010
Aparece con los ensayos Carta abierta a las maestras y a los maestros de lengua y literatura de Nicaragua, Foro Nicaragüense de Cultura y Elementos para un análisis semiótico de las principales etapas del pensamiento sandinista (1927-2010).
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La mujer que olvidó el amor es una historia romántica entre un poeta y una agente de la seguridad del estado en el contexto de la revolución popular. Igualmente está impregnada de mi visión sobre el poder político. No es ningún manifiesto, pero si una lectura radiográfica del poder, sus manías, sus pulsiones y sus crímenes.
¿Cómo visualiza las corrientes literarias actuales?
Me preocupa que los jóvenes creadores nicaragüenses estén bastante parametrados, uniformados, en las tendencias postmodernistas de hacer lo mismo en todos lados.
Los viejitos de la “Galaxia Gutemberg” tuvimos la oportunidad de hacer cosas distintas a la media latinoamericana. Al menos Nicaragua, con Darío, Cortés, Salomón, Pasos, Coronel, Cuadra, Mejía Sánchez, Martínez Rivas y Cardenal, aportó al género y lengua española.
Reciente escribió La Carta Literaria, ¿hay un reenfoque de la literatura nicaragüense?
La Carta Literaria fue una idea del escritor Henry A. Petrie. Con ella el Foro Nicaragüense de Cultura, pretende llenar un vacío de materiales pedagógicos para maestros y maestras de secundaria.
Por supuesto que hay consideraciones antropológicas, lingüísticas; así como valoraciones literarias de las distintas generaciones de escritores en Nicaragua. A mí me parece una de los textos más bellos y útiles que me ha tocado la dicha de escribir.
Uno de sus poemas La señora de los gatos ¿qué le motivó a escribirlo?
En 2002 tuve la oportunidad de conocer la ciudad eterna y en algún momento estar de mirón por una ventana y ver una señora lidiando con sus gatos y tomando vino al atardecer y se me ocurrió La señora de los gatos. También en este texto desarrollo el tema del alcoholismo y el daño que les provoca a las personas, a las parejas y al amor.
¿Tiene algún material inédito?
Tengo un nuevo ensayo sobre la evolución del pensamiento sandinista en cuatro etapas de Sandino a nuestros días. Y estoy editando un libro sobre epistemología de la Cultura de Paz, que muy pronto estará circulando.
EN CHILE
¿Qué significó vivir en Chile en la época de la dictadura?
Mis años en Chile fueron cruciales para consolidar mi creación literaria. El deslumbramiento por la poesía de Pablo Neruda lo llevaba desde Nicaragua.
Haber conocido la poesía de Nicanor Parra, Enrique Lihn, Miguel Arteche, Humberto Díaz Casanueva, Jorge Tellier y otros fue muy importante, porque desde Darío, Nicaragua y Chile están unidos por la palabra poética. Y Chile es en relación a la poesía “fértil provincia y señalada”.
El signo en el lenguaje, la filosofía y el poder parece ser la constante en su poesía. ¿Por qué?
En efecto mi escritura está referida al signo lingüístico, al lenguaje, a la metapoesía, al problema del poder, el amor, la muerte y la guerra.
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