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Guillermo E. Miranda

Estamos hartos de tanta mediocridad

Me es difícil creer que a estas alturas exista algún iluso que crea que en Nicaragua se estará jugando el poder en las elecciones del próximo 6 de noviembre. Si le pareció demasiado pesimista la frase anterior le pido disculpas, pero es producto de la frustración que siento ante tanta mediocridad. Mañana sábado 20 de agosto dará inicio oficialmente la campaña electoral, la incapacidad de los “líderes” de los diferentes partidos de lograr una unidad para oponerse con posibilidad de éxito a la maquinaria del gobierno, obliga hoy al pueblo a enfrentar a Ortega dividido. Durante las próximas semanas todos nos veremos sometidos a la presión de la propaganda electoral conminándonos a votar. De esta manera los diferentes candidatos pretenden trasladar la responsabilidad de su derrota al pueblo, cuando la realidad es que los únicos responsables serán ellos.

Hace algunos meses me atreví a vaticinar que esta campaña sería feroz y que los candidatos opositores se destrozarían entre sí, pero debo confesar que ni remotamente preví el canibalismo que estamos observando. Mientras tanto el partido de gobierno, su candidato y el organismo encargado de contar nuestros votos hacen de las suyas. Esto nos obliga a la siguiente reflexión: ¿Nuestro voto servirá para llevar al poder al candidato que consideramos mejor calificado? o servirá para legalizar la ilegítima candidatura de Daniel Ortega. ¿El voto que depositemos por un candidato a diputado de nuestro agrado, servirá también para llevar a la Asamblea a los topos que Ortega lleva camuflados en otras boletas? Si usted no se había hecho estas y otras preguntas, lo invito a que lo haga.

En los últimos días vimos como el CSE destituyó a varios de los mejores candidatos de la alianza PLI-UNE, la pasividad con que se aceptó semejante aberración me preocupa, porque aunque considero a dicha alianza como la mejor opción, no puedo menos que preguntarme, ¿qué pasará el día que Ortega fraudulentamente sea declarado ganador por su CSE? Ante esta disyuntiva, creo que llegó el momento de hacer un alto en el camino y analizar concienzudamente lo que cada uno de nosotros está dispuesto a hacer el día después del 6 de noviembre, ante un proceso electoral que nació ilegal e ilegítimo y en el cual la oposición jamás ha tenido una oportunidad real de acceder al poder.

Pero lamentarnos no es solución, la solución debemos encontrarla juntos y por ello debemos enfrentar hoy a los candidatos y exigirles repuestas claras y precisas. Pedirnos en ese momento que salgamos a las calles a partirnos la madre con el orteguismo para defender una que otra diputación malograda no es aceptable, por lo que independientemente de la repuesta que como pueblo encontremos, esta estará forzosamente divorciada de quienes por ambición contribuyeron a consolidar una dictadura totalitaria que no merecemos. Si lo quieren más explicito para que vaya en consonancia con el título de este artículo, se los pondré de la siguiente manera. La proclamación de un triunfo de Ortega será el entierro de los partidos y políticos tradicionales, quienes por cobardía o avaricia no supieron salvaguardar y mucho menos consolidar la democracia que les entregamos el 25 de abril de 1990, democracia que costó el sacrificio y vida de miles de hombres y mujeres. De esta nueva dictadura nos encargaremos después. De los mediocres y traidores lo haremos antes.

Opinión
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