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Rebelión estudiantil paraliza educación pública en Buenos Aires

En el amplio salón, el frío penetra por las ventanas sin vidrios. Un tono verdusco cubre las paredes agrietadas, varias baldosas del piso están levantadas y del techo caen gotas de agua sobre el pupitre, que rompen el silencio. "¿Esto es un aula?", está escrito en el pizarrón.

Por Debora Rey

BUENOS AIRES/AP

En el amplio salón, el frío penetra por las ventanas sin vidrios. Un tono verdusco cubre las paredes agrietadas, varias baldosas del piso están levantadas y del techo caen gotas de agua sobre el pupitre, que rompen el silencio. “¿Esto es un aula?”, está escrito en el pizarrón.

Mientras se prepara una multitudinaria marcha para el jueves desde el congreso hasta la Casa de Gobierno, las clases en la facultad de Ciencias Sociales de la estatal Universidad de Buenos Aires (UBA), una de las más prestigiosas del continente, ya no se dictan en el precario edificio desde que hace dos semanas se derrumbaron dos mamparas de vidrio en el vestíbulo. Los alumnos decidieron estudiar al aire libre, en una playa de estacionamiento abandonada.

Las pésimas condiciones de las escuelas detonaron una rebelión estudiantil que comenzó con la toma de colegios secundarios de la capital hace un mes y se extendió a otros establecimientos públicos. En días recientes, la protesta salió a las calles

Los jóvenes niegan un trasfondo político en su revuelta, y sostienen que buscan alertar sobre la crisis profunda de la educación pública.

“Las tomas expresan una sensación de hartazgo generalizado. El derrumbe de la educación pública se ha vuelto literal”, dice Juliana Cabrera, de 23 años, secretaria del centro de estudiantes de Ciencias Sociales. “En las facultades se manifiesta en edificios que se caen a pedazos. Hay hacinamiento. Estamos peleando por condiciones dignas”.

Durante las primeras décadas del siglo XX Argentina se jactó de su modelo educativo público, gratuito y laico que aseguró acceso a vastos sectores. Pero varios factores contribuyeron a su deterioro.

“Crecimos a la luz de un discurso que puso a la escuela como razón de Estado. Eso se comenzó a resquebrajar en la dictadura militar (1976-1983), con un menor compromiso estatal de sostén. Después, las políticas neoliberales de la década de 1990 hicieron su parte”, dijo Myriam Southwell, docente de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.

Dijo que un punto de quiebre fue la sanción en 1992 de una ley que transfirió las escuelas nacionales a las provincias, con la cual el sistema “se volvió un archipiélago. Se tiende a profundizar la desigualdad. Cada provincia tiene que administrar su sistema, por lo tanto las ricas pueden invertir más, las pobres no”.

“Colegio Tomado”, “La educación no se vende, se defiende”, se lee en cartulinas de colores pegadas en las fachadas de una veintena de colegios secundarios.

Los líderes estudiantiles, que se identifican como miembros de la organización independiente “Lobo Suelto”, denuncian que el estado de los establecimientos empeoró claramente este año, tras el recorte entre 2008 y 2010 del 50% del presupuesto para infraestructura.

“Tomamos las escuelas como último recurso. Nuestro reclamo es por reformas edilicias en todos los colegios. Muchos se caen abajo, los techos están a la miseria, hay un montón de goteras, se caen los revoques, no hay gas para calefacción”, explicó Jazmín Davio, de 17 años, vicepresidenta del centro de estudiantes del colegio Normal 5.

El ministro de Educación porteño, Esteban Bullrich, refutó las críticas. Dijo a la AP que sólo 100 escuelas, de un total de 1.200, tienen problemas y que el presupuesto de educación para 2010 –equivalente a 1.300 millones de dólares, de los cuales 78 millones de dólares están destinados a infraestructura– “es el más alto de los últimos ocho años”.

Bullrich presentó un plan de obras a los estudiantes, que lo rechazaron porque no abarcaba todas las escuelas con problemas.

El funcionario cree que detrás de la protesta “se ha montado toda una maquinaria política para desgastar la figura de Mauricio (Macri, alcalde de Buenos Aires y líder opositor de centro-derecha), justo cuando se perfila como candidato a presidente” para 2011.

Quizás buscando sacar provecho de la situación, la presidenta Cristina Fernández apoyó la protesta estudiantil que afecta al distrito de uno de sus más fuertes opositores. En respuesta, alumnos tomaron media docena de facultades de la UBA, cuyo presupuesto depende del Estado.

“Está en proceso un principio de verdadera rebelión educativa. La crisis es generalizada y no exclusiva de la ciudad y el gobierno macrista. La educación que depende del gobierno nacional también está asfixiada: ahí está la UBA para demostrarlo”, alertó Alejandro Lipcovich, presidente de la Federación Universitaria de Buenos Aires.

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