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Desde el punto de vista ambiental, el uso de leña debería extraerse bajo un sistema forestal donde se puedan aprovechar algunos reductos de la poda de árboles. Fotos de La Prensa/ Uriel Molina, Archivo

Echar leña al fuego

Cada mañana, Blanca Roque inicia el día frente a un fogón de ladrillos y dos rajas de leña. A doña Blanca ya se le avecinan los 50 años, tiene la figura menuda como si fuese una adolescente.

Cada mañana, Blanca Roque inicia el día frente a un fogón de ladrillos y dos rajas de leña. A doña Blanca ya se le avecinan los 50 años, tiene la figura menuda como si fuese una adolescente.

Viste una falda bajo las rodillas y una camiseta desgastada. Encima de su vestimenta utiliza un delantal rojo donde guarda el dinero que obtiene de la venta de plátanos verdes, chiltomas y tomates.

La verdura que oferta junto a las tortillas que ella misma elabora, las ofrece por todo el vecindario del barrio Arnoldo Alemán, ubicado sobre la pista del municipio de Sabana Grande, al sureste de Managua.

A las cuatro de la mañana doña Blanca se levanta para encender el fogón, mientras espera que su hija, Ana, llegue de moler el maíz para empezar a palmear las tortillas. Cuando termina de hacerlas (unas 70) aprovecha que el fogón queda encendido con brasas para dejar hecho el almuerzo a sus tres hijas.

La mayoría de familias en este barrio utiliza leña para cocinar. En las pulperías ofrecen la leña apilada en rajas, una sobre otra. En los patios de las casas se ven los hornos improvisados con ladrillos, otros con barriles, o hechos con cemento.

Doña Esther ruiz, de oficio costurera, es una señora marcada por el cansancio y por una reciente operación en uno de sus ojos producto de una catarata. Dice que ella dejó de utilizar leña para cocinar cuando los médicos se lo prohibieron hace unos seis meses. “Dicen los doctores que el humo me perjudicaba mucho en mis ojos, por eso ahora utilizo una cocina eléctrica”, cuenta.

Doña Blanca preferiría cocinar con gas licuado de petróleo, tener una cocina y utilizar tanque de gas, pero afirma que desde que le robaron su cocina, hace más de diez años, utiliza la leña porque no tiene dinero para reponer y comprar la cocina y el gas.

Llega a su casa al mediodía, una casa de tablas con una única sala, donde hay dos camas, un ropero y algunas sillas. Ana, una de sus tres hijas, le lleva a su madre dos bolsas plásticas y el encendedor. El plástico poco a poco se consume por el fuego y la leña empieza a arder. La casa se empieza a inundar de humo que viene del fogón pese a que está en el patio.

Ante el comentario del fotógrafo, de que la comida es más sabrosa cuando se hace en fogón, doña Blanca asiente y agrega que otra ventaja es que la comida se cuece más rápido.

Según el Instituto Nacional de Información de Desarrollo (Inide), en un estudio realizado en el 2008, dato que se mantiene vigente, más de 300 mil habitantes cocinan con leña en Managua.

A nivel nacional, según el balance energético presentado por el Ministerio de Energía y Minas, el 52 por ciento de la utilización energética del país proviene de la leña, el 48 por ciento restante proviene de otras energías como el petróleo.

Blanca Roque compra dos manojos de leña por día a cinco córdobas cada una. Afirma que la comida es más sabrosa cuando se cocina en el  fogón  con leña.
El ingreso familiar, el número de personas en el hogar, la localización geográfica del barrio, el nivel de escolaridad y la edad del jefe de hogar, son los factores determinantes en la elección del material a utilizar para cocinar los alimentos, esto como resultado de una investigación, sobre los determinantes en la elección del tipo de combustible para cocción de alimentos en asentamientos humanos de Managua y León, realizada por Carlos Germán Meza, miembro de la Red de Expertos Iberoamericanos en Energía REI y Carlos Narváez, profesor de Economía en la Universidad Centroamericana.

A unas seis cuadras de la casa de doña Blanca, en una casa esquinera desde un patio grande, sale humo con olor a frijoles cocidos. Es la casa de Darling Sánchez quien está preparando en una olla grande cubierta de tizne, los frijoles que luego venderá.

Darling, de unos 40 años, ni se inmuta ante la nube de humo que sale de dos ramas grandes de leña prendidas en fuego. Ya está acostumbrada a la humareda que a diario está expuesta desde las cinco de la mañana hasta las ocho de la noche que apaga el fogón. El que no está acostumbrado, basta pasar unos minutos para que los ojos le empiecen a arder y luego a lagrimear.

A diario consume 80 córdobas aproximados de leña. Cada raja cuesta cinco córdobas y el manojo, una rama pequeña y fina, cuesta dos córdobas con cincuenta centavos. La cocina que tiene dentro de su casa, la tiene de “adorno”, no la utiliza porque afirma que las 500 tortillas que hace a diario, los nacatamales y los frijoles que vende se hacen más rápido en el fogón y que si lo hace en la cocina con gas, éste se le gasta muy rápido.

“El tanque del pequeño (25 libras) cuesta más de doscientos cincuenta córdobas, uno lo tiene que comprar de un solo, a veces no tengo esa cantidad, mientras que los cinco córdobas que vale la raja de leña sí los tengo con facilidad”, comenta doña Darling.

Ella prefiere utilizar la leña para cocinar. El lugar de donde proviene la leña y los aspectos perjudiciales que provoca el humo para la salud y para el medio ambiente no es un tema que le preocupe, para doña Darling lo principal es hacer rápidamente las 500 tortillas y luego venderlas.

El sonido de un motor y el paso lento de un camión repleto de leña se acerca a una de las pulperías del barrio Arnoldo Alemán. No se sabe de dónde traen esa leña, pero un estudio de caracterización municipal realizado por Inide señala que la leña que se utiliza en Managua es sacada de la Cuenca Sur y de San Francisco Libre.

Darling Sánchez ocupa el fogón para cocer frijoles, hacer 500 tortillas diario y nacatamales para luego venderlos. Gasta 80 córdobas diario en leña.
El biólogo Peltier Barahona afirma que desde el punto de vista ambiental, la utilización de leña como uso energético y para cocinar en las familias en general no sería tan perjudicial si ésta fuese extraída de un bosque manejado. “El problema principal es que se extrae de manera atroz y desordenada… básicamente se destruye la cobertura forestal”, agrega.

Barahona opina que la leña debería extraerse bajo un sistema de manejo forestal en el cual se puedan aprovechar algunos reductos de la poda de árboles y al mismo tiempo se contribuya a que no se sigan desgastando las áreas boscosas. De ser así, se evitarían problemas como la reducción de la cobertura forestal y problemas con la infiltración de agua. Asimismo, frenaría la reducción de la biodiversidad y ecosistema. “Pero no existe un manejo forestal”, lamenta el biólogo.

Peltier afirma que uno de los proyectos que brindaría una solución al problema del despale desmesurado de árboles, es el de la utilización de unas briquetas o bloques donde se utilice la cascarilla de café o arroz compactado para encender el fuego o que cambien el método de cocinar.

Las personas que están acostumbradas a usar la cocina tradicional, temen utilizar el tanque de gas por miedo a que explote, pero el factor principal para que las familias de escasos recursos cambien la leña por un tanque de gas es el costo.

Según la investigación realizada por Meza y Narváez el presupuesto estimado para sustituir la leña por gas licuado de petróleo sería de 1,660 córdobas, sumando los precios de lo que costaría una cocina sencilla, el tanque de gas, el transporte y la manguera.

En algunos locales de varios mercados capitalinos y en algunas fritangas de la ciudad se está usando un fogón que podría aminorar problemas de salud provocados por el humo, ahorra leña y produce menos humo.

“Con este fogón ya no tengo que estar en la sopladera y la humareda ya no me afecta directamente, ahora ya no me agito tanto”, comenta doña Cándida Ruiz, mientras asa la carne en una fritanga ubicada en Bello Horizonte, en un fogón que por encima está cerrado con una lámina metálica.

Ni doña Blanca ni doña Darling han presentado problemas de salud, pese a que llevan más de diez años expuestas diariamente al humo. En la casa de doña María Romero, quien habita en Ciudad Sandino, no corrieron con la misma suerte. En su casa, desde siempre han utilizado la leña para cocinar. El horno está ubicado dentro de su casa por lo que se mantiene ahumada. Hace tres años recibió la lamentable noticia de que su mamá doña Esperancita, ya fallecida, tenía cáncer en el pulmón, quien además, durante su vejez padeció de tos y cansancio constante.

Su hija, de 30 años, tuvo a su hijo prematuro y en ambos casos los médicos atribuyeron el mal a la exposición de humo.

La neumóloga Claudia Rodezno explica que no hay persona que no se vea afectada por el humo, unas con mayor problema que otras. “Es tóxico y puede llegar a ser cancerígeno. La exposición constante provoca primero una irritación en los ojos poniéndose lagrimosos, luego vienen problemas de tos y moco”, afirma la doctora.

En el caso de las personas que a diario cocinan con leña, como doña Blanca y Darling y que no se han enfermado, la doctora explica que este tipo de personas crean una inhibición ante el humo, pero que es muy probable que a corto plazo presenten cansancio al caminar y al hablar.

“Los niños son los que se pueden ver más afectados con el humo. Pueden presentar una irritación bronquial que si no es tratada debidamente, se puede agravar la enfermedad al inflamarse la mucosa bronquial y luego puede presentar una neumonitis dificultando la función principal del pulmón que es meter oxígeno al cuerpo. Y el peor del mal, es que se pueda formar un cáncer en el pulmón”, explica Rodezno.

Una de las medidas para aminorar el problema de la exposición constante al humo, recomienda la neumóloga, es poner el fogón fuera de la casa y con mucha ventilación.

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Nacionales fuego leña Managua archivo

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