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Siete años después que cartas impregnadas de ántrax aterrorizaron a los ya asustados ciudadanos de Estados Unidos, emergió un nuevo sospechoso esta semana. Y de la misma manera desapareció, al suicidarse antes de que pudiese ser acusado de asesinato, añadiendo otra vuelta de tuerca a un episodio de por sí extraño.
El muerto es el científico del Ejército, Bruce E. Ivins, de 62 años, de quien sostienen las autoridades de Estados Unidos, liberó el ántrax para probar una cura para la toxina. Pero muchos detalles siguen turbios.
La aparición imprevista de Ivins como tal vez el único sospechoso en los ataques con ántrax se produjo poco después que el Gobierno exoneró de culpa, en julio, a otro científico involucrado, Steven Hatfill, un colega de Ivins, a quien le pagó una indemnización de 5.8 millones de dólares.
“Creo que el FBI nos debe una explicación de la investigación y tiene que estar en condiciones de decirnos cuándo este (caso) será cerrado”, dijo el ex líder demócrata en el Senado, Tom Daschle, de Dakota del Sur, cuya oficina recibió una carta que contenía el letal polvillo blanco a fines de 2001.
El diario Los Ángeles Times, que publicó la noticia en exclusiva, informó que el Gobierno había notificado al científico de que le abrirían un proceso judicial.
Según CNN, la Fiscalía barajaba la posibilidad de pedir la pena de muerte por estos incidentes ocurridos tras los ataques del 11 de septiembre de 2001.