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Ernesto González Valdés

Nada puede justificar un daño físico o psicológico a un estudiante ¡No al maltrato físico! Hay un programa cómico televisivo, ya de muchos años (de América Latina), en el que adultos disfrazados de niños y niñas de una escuelita suelen desarrollar parlamentos que hacen reír, pero que por otra parte hacen reflexionar sobre el tratamiento […]

Nada puede justificar un daño físico o psicológico a un estudiante

¡No al maltrato físico!

Hay un programa cómico televisivo, ya de muchos años (de América Latina), en el que adultos disfrazados de niños y niñas de una escuelita suelen desarrollar parlamentos que hacen reír, pero que por otra parte hacen reflexionar sobre el tratamiento de las conductas inapropiadas en el tema de valores: burlarse de compañeros de clase, algunos con rasgos de amaneramiento, jóvenes exóticas, con “uniformes ajustados”, etc.

A lo anterior se añade la directora que pega a los estudiantes, cuando éstos se burlan de ella o simplemente de la maestra. En el momento que la directora “pega” sus buenos reglazos el resto de la clase se ríe y hasta estalla en carcajadas. ¿Simpática, agradable, broma, chiste? ¿Realidad ajena a nuestra cultura?

Si nos trasladamos a un país de América del Sur nos encontramos la noticia siguiente: “Colombia. Popayán. A un docente del Instituto Alto de El Rey en El Tambo (Cauca) la Procuraduría lo inhabilitó por 11 años para ejercer su profesión por haber golpeado con una regla a un menor de edad en la cabeza. El maestro asegura en su defensa que perdió el control por los efectos de la hipertensión que padece”. (Jueves 10 de agosto de 2006).

¿Y nuestras escuelas están exentas de este problema? Nuestro país no está ajeno a esta situación. Resulta ínfimo el número de casos que se reportan en este sentido: un 8 por ciento de docentes utilizan métodos de castigo, según una fiscalización realizada por la Procuraduría a finales del 2006 a 69 centros escolares.

Los métodos que los docentes utilizaban para mantener la disciplina son: los reglazos en cualquier parte del cuerpo, jalones de orejas, arrodillarlos frente a la pizarra, ponerlos en un rincón o de pie bajo el sol durante largas horas.

En algunas ocasiones los dejan sin receso, quitándoles el derecho a recrearse, o bien la necesidad de ir al baño, por lo que pueden ocasionarles daños sicológicos.

Es indiscutible que nada puede justificar un daño físico o psicológico a un estudiante de parte de una persona que está al frente del aula. Claro, habría que pensar que el problema no sólo se da en la escuela, y esto lo recalco constantemente, sino que tiene que ver también el ambiente familiar.

Si en la familia se le pega al niño o niña, posiblemente si esto llegara a suceder en la escuela, la familia lo aceptará como un problema “normal”, porque simplemente se ha educado a “reglazo limpio”.

De aquí la necesidad que nuestro Sistema Educativo siga promoviendo con mayor énfasis por parte de directores, docentes, personal de servicio y en estrecha coordinación con padres y madres de familia, los valores y principios universales para proteger al niño contra toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación.

De lograrlo, estaremos evitando el uso de la violencia como una manera de corregir los problemas de conducta, y entonces seremos mejores ciudadanos.

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