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El primero de mayo de 2005, el ex presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y el fallecido líder del FMLN, Schafik Handal, acompañaron al dictador cubano en el acto del Día de los Trabajadores. ( la prensa/efe/alejandro ernesto)

Amores veleidososcon Latinoamérica

Las relaciones de Cuba y Fidel Castro con Latinoamérica fueron siempre las de una historia de amor y odio cambiante según los presidentes y las crisis que se fueron sucediendo bajo la sombra constante de Estados Unidos EFE-REPORTAJES Tras el triunfo de la revolución, Fidel Castro afirmó que tenía un “sueño”: ver “un día a […]

  • Las relaciones de Cuba y Fidel Castro con Latinoamérica fueron siempre las de una historia de amor y odio cambiante según los presidentes y las crisis que se fueron sucediendo bajo la sombra constante de Estados Unidos

EFE-REPORTAJES

Tras el triunfo de la revolución, Fidel Castro afirmó que tenía un “sueño”: ver “un día a la América entera unida y no solamente dándonos la mano ahora por resolver nuestro problema, sino ser todos una sola fuerza como deberíamos serlo, porque tenemos la misma raza, el mismo idioma y el mismo sentimiento”.

Para empezar a cumplir su sueño emprendió su primer viaje como líder de la revolución a Venezuela y poco después inició una gira por Canadá, EE.UU., Argentina, Uruguay y Brasil.

Pero Fidel Castro siempre había sido sensible a los conflictos que se produjeron en diferentes puntos del continente. En 1949 viajó a Colombia para participar en un congreso de asociaciones estudiantiles universitarias y estuvo junto a otros cubanos en el Bogotazo, desatado tras la muerte del líder liberal Jorge Eliecer Gaitán.

Allí vio por primera vez una revuelta popular.

Apoyó los movimientos insurgentes contra el dictador Rafael Trujillo en República Dominicana, e incluso en su etapa universitaria, que comenzó en 1945, participó en la fallida Legión del Caribe, que pretendió derrocar al gobernante caribeño.

Desde el poder siguió apoyando a los insurgentes contra Trujillo, al que tildó de “gángster por la libre, sostenido por la OEA (Organización de Estados Americanos)”.

CUBA EXPULSADA DE LA OEA

Las relaciones con Latinoamérica sufrieron un duro revés en la VIII reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA), en enero de 1962, en Punta del Este (Uruguay), tras la instauración del bloqueo comercial de EE.UU. y en los prolegómenos de la Crisis de los Misiles de octubre.

La OEA resolvió la expulsión de Cuba al considerar que el “marxismo-leninismo es incompatible con el Sistema Interamericano y el alineamiento de tal Gobierno (el cubano) con el bloque comunista quebranta la unidad y la solidaridad del Hemisferio”.

Todos los países salvo México rompieron relaciones con Cuba en los siguientes meses.

Al mismo tiempo, Castro vio en el Movimiento de los No Alineados un punto de difusión de una revolución que consideraba extensible al mundo entero y su relación con los países africanos y los del antiguo bloque socialista en Europa y Asia cobraron una importancia estratégica en la política exterior cubana.

Según el Comité Nacional de Estadísticas, en 1958, EE.UU. representaba para Cuba el 68 por ciento del intercambio comercial exterior; Europa Occidental, el 15 por ciento; América Latina y Canadá, el 9 por ciento y el resto del mundo, el 8.

En 1965, el 78 por ciento del comercio cubano era con los países socialistas; el 18 con Europa Occidental; Canadá y América Latina absorbían el 2 y el resto del mundo el 3.

El aislamiento en el que cayó Cuba se fue rompiendo a lo largo de los años 70, con eventos puntuales, como la llegada al poder (1968) de Juan Velasco Alvarado, en Perú, y de Salvador Allende, en Chile.

Otro líder con el que mantuvo una relación privilegiada fue el panameño Omar Torrijos, que visitó La Habana en 1976.

En 1977, la OEA suaviza las restricciones a Cuba y la isla renueva las relaciones diplomáticas con casi todos los países de Latinoamérica, casi simultáneamente a la apertura de sendas secciones de Intereses de EE.UU. y Cuba en La Habana y Washington.

El apoyo cubano a movimientos guerrilleros en el continente como Colombia, El Salvador o Nicaragua marcarían las relaciones con sus vecinos.

En 1981 brindó ayuda militar a Argentina durante la guerra de las Malvinas, desde una perspectiva de apoyo a la independencia americana y la lucha contra el imperialismo.

CHILE Y ALLENDE

En noviembre de 1971, Fidel Castro realizó en Chile su gira más extensa por un país latinoamericano hasta la fecha. Allí pasa 24 días y recorre el país de norte a sur.

La relación de Allende con Castro fue sin duda especial. El presidente chileno visitó La Habana en 1972 y compartió tribuna en la Plaza de la Revolución con Castro; aquel día pidió a los cubanos que cedieran parte de la ración de azúcar que percibían para ayudar al pueblo chileno.

El líder cubano se enteró de la muerte, en septiembre de 1973, del presidente chileno a su regreso de un viaje por Vietnam y el día 28 dijo que “Salvador Allende demostró más dignidad, más honor, más valor y más heroísmo que todos los militares fascistas juntos. Su gesto de grandeza incomparable, hundió para siempre en la ignominia a (Augusto) Pinochet y sus cómplices”.

A pesar de que el presidente chileno optó por una vía distinta a la revolucionaria para llevar adelante sus ideas, Castro saludó el proceso chileno.

“No sólo no vemos ninguna contradicción (…), sino que saludaremos con júbilo cualquier nueva desviación que aparezca”, afirmó.

MÉXICO

Tras ser amnistiado después del intento de asalto al cuartel Moncada, primer ataque de Castro contra la dictadura de Batista, el líder cubano se exilió en México, donde conoció a los pocos días de su llegada a Ernesto “Ché” Guevara.

Allí recompuso el grupo y volvió a Cuba para liderar la revolución que triunfaría en 1959.

Si su paso por tierras aztecas aumentó su sensibilidad hacia ese país, es algo que probablemente sólo él mismo podría responder, pero lo cierto es que entre ambos países existieron unos lazos fuertes que han perdurado con altibajos a lo largo de todo su gobierno.

Desde mediados de los 70, los intercambios institucionales con México fueron fluidos, gracias a la buena relación con el Partido Revolucionario Institucional (PRI) —que gobernó México durante 70 años—.

Los presidentes Luis Echeverría y José López Portillo visitaron Cuba y Castro viajó a México en dos ocasiones entre el 79 y el 81.

Fue durante 2002, con Vicente Fox en el poder, cuando las relaciones tocaron fondo, tras la Cumbre del Desarrollo en Monterrey.

Castro divulgó una conversación telefónica con Fox en la que el presidente mexicano le pedía que limitara su estancia en la Cumbre para evitar conflictos con George W. Bush.

Poco después, Fox ordenaba la retirada de su embajadora en la isla y expulsaba al representante cubano en protesta por lo que consideró injerencias de Cuba por los comentarios de Castro sobre su política exterior.

Pero la sangre no llegó al río y ambos países normalizaron la relación meses más tarde.

ALTIBAJOS

A principios de esta década, las relaciones parecían estables entre la isla y sus vecinos continentales y Castro aprovechó para asistir, en 2003, a las ceremonias de investidura de Luis Inácio Lula Da Silva, en Brasil; Lucio Gutiérrez, en Ecuador; Néstor Kirchner, en Argentina, y por primera vez puso su pie en Paraguay para la asunción de Nicanor Duarte.

Pero la historia con Latinoamérica siempre conjugó los buenos con los malos acontecimientos y, así, en abril de 2003 el presidente uruguayo Jorge Batlle anunciaba la ruptura de relaciones diplomáticas con Cuba.

No obstante, las relaciones de Fidel Castro con Latinoamérica han alcanzado su mejor estado en los últimos años, con la llegada al poder de Hugo Chávez en Venezuela, que proporciona petróleo a la isla en condiciones favorables hasta volúmenes que en 2005 rondaron los 100,000 barriles diarios.

Más allá de la simbiosis entre Chávez y Castro y la estrecha colaboración en educación y salud, Venezuela se ha instalado en una posición que otrora ocupó la Unión Soviética.

El último en incorporarse a la nómina de amigos ha sido Bolivia, de la mano de Evo Morales, un sindicalista que ha abierto una línea de cooperación similar a la que mantiene Venezuela.

La escenificación de esa amistad se plasmó como nunca antes en la Cumbre de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) en abril en La Habana, donde Castro, Chávez y Morales sellaron su alianza con un proyecto de “integración regional alternativo”.

A estas alturas, Castro sigue soñando con una América unida y con fuerzas para asegurar que “la mejor defensa es el contraataque y eso es lo que estamos haciendo nosotros”.

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