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Por la caída que tuvo en 2004, Castro sufrió una fractura en la rodilla izquierda y una fisura en el brazo derecho que precisaron de intervención quirúrgica. (la prensa/efe/enrique de la osa )

La salud del comandante, el gran secreto

[doap_box title=”Primer regalo de los 80 años” box_color=”#336699″ class=”archivo-aside”] Poco dado a las celebraciones públicas de sus cumpleaños, Castro ha recibido ya su primer regalo por su 80 aniversario, de manos de su nuevo pupilo en América Latina, el líder boliviano Evo Morales, quien en una visita a la isla realizada en abril le entregó […]

[doap_box title=”Primer regalo de los 80 años” box_color=”#336699″ class=”archivo-aside”]

Poco dado a las celebraciones públicas de sus cumpleaños, Castro ha recibido ya su primer regalo por su 80 aniversario, de manos de su nuevo pupilo en América Latina, el líder boliviano Evo Morales, quien en una visita a la isla realizada en abril le entregó tres cuadros de grandes dimensiones con las imágenes de José Martí, padre de la patria cubana; del guerrillero argentino Ernesto Ché Guevara, y del propio Castro, elaborados con hoja de coca.

“Muchas felicidades al compañero, al hermano, al anciano Fidel”, dijo Morales al entregar los cuadros a Castro, durante un acto multitudinario en la emblemática Plaza de la Revolución de La Habana.

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EFE-REPORTAJES

A punto de cumplir 80 años, Fidel Castro es capaz de agotar a sus guardaespaldas, a sus ministros y sus invitados en largas reuniones, con frecuencia nocturnas, en las que a veces se mantiene en pie lanzando diatribas contra el imperio, el neoliberalismo o la corrupción, sólo por citar algunos de sus temas favoritos.

El líder cubano responde a los rumores sobre su estado de salud con largas comparecencias en público, bien en actos multitudinarios o a través de la televisión, en las que bromea sobre la impaciencia del sector más radical del exilio o de sus enemigos de Washington por ver su desaparición.

Aunque las canas y las manchas en la piel delatan su edad, su figura se ha encorvado ligeramente y hace años que cambió las botas militares por unas cómodas deportivas negras, Castro mantiene un porte gallardo que realza con su impecable uniforme verde olivo o con trajes oscuros que reserva para ocasiones muy especiales.

Amante de los deportes desde la infancia —en el elitista Colegio de Belén, de La Habana, Castro pertenecía al equipo de futbol, jugaba al beisbol, al baloncesto y batió un récord de salto—, Castro mantiene unos hábitos de vida sanos, bajo la estrecha vigilancia de un grupo escogido de especialistas.

Además, está rodeado de médicos en su propio gobierno, desde el Vicepresidente, Carlos Lage, pediatra, a José Ramón Balaguer y José Ramón Machado Ventura, también médicos, pasando por Chomi Millar, quien fuera su secretario durante años.

También uno de sus hijos, Antonio, el menor, se ocupa de la salud de su padre mientras ejerce su profesión como médico de la Selección cubana de beisbol.

Según el doctor Eugenio Selman, uno de los médicos próximos al círculo presidencial e impulsor de un particular “Club de los 120 años” que se encarga de asesorar a la población para mantenerse en forma y llegar a la centuria, Castro es “una inspiración y un ejemplo” porque tiene motivación, mantiene un adecuado régimen de vida, con ejercicios —asegura que camina hasta cuatro kilómetros diarios— y comidas moderadas.

Dejó los puros

Nadie duda de la fuerza de voluntad de Castro, que fue capaz de abandonar el hábito de fumar tras disfrutar de los puros durante cerca de 50 años.

Desde que Ángel Castro, su padre, le ofreció el primer puro a los 15 años, Fidel parecía inseparable de los habanos. Ni siquiera en el exilio o en la lucha en la Sierra se privaba del placer de los puros. Pero, como con la salud no se juega, siguió las recomendaciones de sus médicos y dejó el tabaco en 1986. Desde entonces, ni un cigarro.

Con la misma fuerza de voluntad sigue adelante con la rehabilitación de las lesiones que sufrió en la aparatosa caída sufrida en octubre de 2004 tras un acto en Santa Clara, que le provocó una fractura en la rodilla izquierda y una fisura en el brazo derecho que precisaron de intervención quirúrgica.

Apenas unos minutos después de estamparse contra el suelo, el propio Castro tomó el micrófono para tranquilizar a la población y a los pocos días relató los detalles de su operación en una carta publicada en el Granma, el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba.

En su carta, explicaba que en ningún momento, ni siquiera durante la operación, dejó de atender las tareas de Estado ni de dar indicaciones a sus colaboradores.

Para evitar elucubraciones sobre el futuro, Castro advirtió entonces que “cada uno de los revolucionarios cubanos sabe lo que debe hacer en cada instante”. “Si usted sabe que no está en condiciones mentales, no tiene más que llamar al Partido y decir que alguien asuma el mando”, afirmó.

Meses después de la caída, Castro admitía que le habían obligado a “trabajar duro en la cuestión de la rehabilitación” y “he aprendido que hasta el último segundo voy a estar haciendo ejercicio, no descuido nada y tengo más voluntad que nunca para comer y no comer”, decía.

El incidente dio la vuelta al mundo y desató todo tipo de reacciones, desde las más solidarias, como la de su amigo y aliado Hugo Chávez, hasta las más duras.

El Departamento de Estado de EE.UU., por ejemplo, no tuvo reparo en admitir que “no” deseaba una pronta recuperación de Castro, mientras que el entonces primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, confiaba en que su recuperación se acompañara de “reflexión y más sabiduría” y la Iglesia Católica hacía votos para la pronta recuperación del Presidente cubano.

De la caída, que le mantuvo durante semanas con una pierna enyesada y le obligó a aparecer más de una vez en público sentado en una silla de ruedas o ayudado de un bastón, quedan todavía secuelas, y no es extraño ver a Castro echarse mano de vez en cuando al hombro lesionado, en alguna de sus largas comparecencias en público.

Aquel desmayo

El incidente supuso un buen susto para Castro, pero no era la primera vez que los cubanos contenían la respiración al ver a su líder en problemas.

En junio de 2001, durante un prolongado acto multitudinario en El Cotorro, en las afueras de La Habana, sufrió un desvanecimiento.

Horas después finalizó su intervención desde un estudio de televisión y a los pocos días ratificó a su hermano menor, Raúl, ministro de las Fuerzas Armadas, como su único sucesor.

En 2002, Castro salió al paso de los insistentes rumores sobre su estado de salud, debido a su ausencia en actos públicos, explicando con detalle los efectos de una picadura de insecto que le provocó una linfangitis en la pierna izquierda que requirió de un período de reposo.

Por primera vez, debido al “mosquito”, Castro no pudo asistir a la sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP, parlamento) y su lugar fue ocupado por su hermano Raúl.

Tema tabú y la “Rumorología”

Más allá de las explicaciones que él mismo ha dado sobre estos incidentes puntuales, la salud del Presidente es un tema tabú en la isla.

Aparte de una operación de apendicitis que se complicó en su infancia y le mantuvo en reposo durante un par de meses, y de la miopía del ojo derecho que le obligó a ponerse gafas de cristal grueso, poco ha trascendido de la salud del comandante durante su vida.

Precisamente, este hermetismo alimenta en no pocas ocasiones la “rumorología” sobre el tema.

Castro, según los rumores que saltan periódicamente en círculos anticatristas, sufre casi todo tipo de males incurables, desde cáncer hasta isquemias, pasando por Parkinson, la enfermedad que, según la CIA, le aqueja desde hace tiempo.

El líder cubano, según algunos de sus biógrafos, disfruta con este tipo de “chismes” y se permite contestar de vez en cuando.

“No me importa si me da Parkinson, el Papa tenía Parkinson y estuvo recorriendo el mundo un montón de años”, comentó días después de la aparición del informe de la CIA.

“Como el Cid”

“Todos los días me matan, un día dije que el día que me muriera de verdad nadie lo iba a creer (…). Podría andar como el Cid Campeador, ganando batallas después de muerto. Yo recomendaría al Partido (Comunista de Cuba) que me pusieran un caballo y ganando batallas después de muerto”, bromeó.

Al filo de los 80, en los planes de Castro no entra el descanso ni la jubilación.

“Estaré con ustedes, si así lo desean, mientras tenga conciencia de que pueda ser útil, y si antes no lo decide la propia naturaleza, ni un minuto antes, ni un segundo más”, anunció Castro en marzo de 2003. “Ahora comprendo que mi destino no era venir al mundo para descansar al final de mi vida”.

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