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Un país sin institucionalidad











 


Los medios de comunicación en su ardua labor de fiscalizadores de la administración pública, y principalmente LA PRENSA, han publicado hasta la saciedad diversos actos de corrupción con sus respectivas pruebas, o bueno, para quienes lo ven o les suena muy fuerte el término, son actos no ajustados a las normas establecidas.

El problema es que el país está sin verdaderas instituciones democráticas e independientes y con varios funcionarios corruptos, otros parecen marionetas del FSLN y el PLC, y en el peor de los casos los serviles justifican el despilfarro del erario público.

Esto hace que en algún momento la población experimente un sentimiento de angustia porque no hay instituciones ante las cuales quejarse de los actos de funcionarios deshonestos.

El Derecho Administrativo en este país sólo existe en las aulas universitarias cuando los profesores de las facultades de Derecho, experimentan sus catarsis con sus alumnos sobre las barbaries que suceden en Nicaragua.

¿Qué se puede esperar de un Consejo Supremo Electoral (CSE), donde está como magistrado un ex coronel del Ejército Sandinista, hombre de confianza de Daniel Ortega y la llave de entrada para el aparato conspirativo del otrora personaje de la extinta Dirección General de la Seguridad del Estado, don Lenín Cerna? ¿Qué se puede esperar de un diputado liberal mencionado en un escándalo telefónico que sólo obedece órdenes del Presidente de la República?

¿Qué podemos hacer con un Procurador General de Justicia que no actúa? ¿Qué se espera de un gigantesco bufete jurídico del FSLN y el PLC con un parecido a una Corte Suprema de Justicia? ¿O de un lugar que se llama Asamblea Nacional, pero que en la realidad es un verdadero antro de corrupción? (Recuérdense escándalos de los diputados) ¿Y qué podemos hacer con una Contraloría blandengue que se lava las manos con el caso de la DGI, por ejemplo?

Entonces, la población debe analizar muy bien su voto en las próximas elecciones. Los corruptos se merecen un voto de castigo, ya que entre ellos mismos es imposible que se manden a la cárcel.

Hay que tratar de llevar a Nicaragua hacia una nación moderna, profesional, sin corrupción, con funcionarios de carrera no hechos a la carrera o puestos por dedazos y vínculos familiares. Se debe luchar por una Nicaragua donde ser funcionario sea un honor y no un desprestigio, donde el funcionario sea un servidor público y no un ladrón.

Editorial
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