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Freddy Quezada, sociólogo y desterrado por la dictadura. LA PRENSA/Óscar Navarrete

Freddy Quezada: “En menos de tres meses, esa dictadura está afuera”

La vida de Freddy Quezada ha estado marcada por la persecución de las dictaduras y solamente con la de los Ortega Murillo se vio obligado a salir del país, sin embargo, no cree que sea por mucho tiempo pues confía en que el régimen caerá dentro de “tres meses”.

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Quienes lo conocen aseguran que Freddy Quezada es un anarquista y él dice, sin negar serlo, que esa es la imagen que proyecta por la manera en que ve y entiende la función del poder en una sociedad. Eso lo ha llevado a estar preso tres veces: con Somoza, con los sandinistas en los años ochenta y con la dictadura Ortega Murillo.

Nunca antes había salido del país por temas políticos, asegura, hasta el 5 de septiembre de 2024 que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo lo desterró junto con otros 134 presos políticos hacia Guatemala. Desde ese país habla con la revista DOMINGO sobre su vida y las veces que estuvo en una prisión por pensar diferente.

Es sociólogo, pero también se ha formado en Ingeniería, Derecho, Filosofía, Literatura, entre otras disciplinas que no llegó a terminar en la universidad, pero sí a estudiarlas por años. Fue catedrático por más de 20 años en la Universidad Centroamericana (UCA), la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli) y la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN).

En esta entrevista, Freddy Quezada, de 66 años, nos cuenta que se está preparando para viajar a Estados Unidos. Dice que no espera estar mucho tiempo allá, pues confía en que la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo caerá más pronto de lo que uno pueda imaginarse. “En menos de tres meses”, considera.

Freddy Quezada en Guatemala, después de ser desterrado hacia ese país en septiembre de 2024. LA PRENSA/Hans Lawrence Ramírez

¿Cómo se encuentra tres meses después de haber sido desterrado?

Yo me encuentro un poco estabilizado, sobre todo por la gran hospitalidad del Gobierno de Guatemala que junto con el de Estados Unidos son los que se han hecho cargo de nuestra presencia aquí. Muchos de nosotros estamos preparando el viaje para Estados Unidos. Yo en lo particular y creo que buena parte también de los 135 compañeros que vinieron a Guatemala, nos estamos adaptando bien, ya nos movemos en la ciudad con bastante soltura y hemos recibido protección por parte de las autoridades y organismos internacionales.

También nuestra salud, nuestra alimentación y nuestro alojamiento. Las tres cosas que son básicas para poder dotarnos de cierta adaptabilidad. Son muy pequeñas las diferencias (con Nicaragua) que uno logra adaptarse de manera rápida. Por supuesto que el gran desafío va a ser cuando nos traslademos a Estados Unidos, aunque otros han preferido ir a Costa Rica, otros a España y otros han decidido quedarse en Guatemala.

¿Cree que si los hubiesen enviado a Estados Unidos, hubiese sido más difícil adaptarse?

Sin duda. Más duro. Como le sucedió a los 222 que constituyen el antecedente nuestro. Los 222 desterrados sufrieron una violencia traumática. Imaginate salir de Nicaragua directamente a Estados Unidos y luego tener una cobertura de asistencia como de un mes que fue lo que nos contaron a nosotros, una pequeña ayuda económica y después cada quien se la iba a ver como podía. Eso es duro. Muchos de los 222 todavía están atravesando dificultades según nos han contado, mientras que nosotros sobre la experiencia de ellos, pues la caída fue menos traumática y contamos con una red de protección en esa caída y eso es debido a la previsión que tuvo el Gobierno de Estados Unidos de no repetir esa violencia que sufrieron los primeros 222.

¿Ha podido reencontrarse con sus familiares?

Pues todavía sigo esperando. Después de tres meses no he podido reunirme con ellos debido a varios factores. Uno de ellos, pues los trámites y las gestiones que hay que llenar y que hay que cumplir para poder efectuarse el traslado de manera legal y ordenada. Tenemos la ventaja de contar con una comunicación electrónica y se mantienen en contacto conmigo. Los familiares están esperando, algunos con impaciencia, la llegada nuestra a Estados Unidos.

¿No le parece que para una persona mayor como usted, Estados Unidos puede ser un país muy duro para sobrevivir?

Yo no voy con un plan de ir a trabajar, porque cuento con la asistencia de familiares allá en Estados Unidos que me están esperando. Lo que yo puedo planificar alrededor de esa situación es estar al lado de estos familiares que me están brindando solidaridad y apoyo y esperar la caída inminente de la dictadura para regresar a Nicaragua. Esa dictadura no va a durar. Si soy generoso, yo calculo que, en menos de tres meses, esa dictadura está afuera. Bajo cualquier modalidad. Que caiga por medio de una violencia, que negocie su salida, que haya alguna fórmula pacífica para deshacerse de ella, o entre ellos que empiecen a como lo están haciendo ya, que puedan perseguirse unos a otros o traicionarse. La suerte de ese gobierno no creo que llegue más allá de tres meses y mi perspectiva es estar allá (en Estados Unidos) lo que pueda durar esta dictadura y regresarme de inmediato a Nicaragua.

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Habrá quien lo lea o escuche y dirá que tres meses para que salga la dictadura es poco probable o irreal

Irreal es creer que esa dictadura va a estar ahí para siempre. Si hay algo que habría que reconocerle a una dictadura como la de los Ortega es haber destruido la ilusión de muchos analistas, profesionales, científicos sociales y políticos también, de creer que un gobierno no puede durar mucho apoyándose exclusivamente en las bayonetas, apoyándose exclusivamente en las armas. La dictadura ya no tiene más aliados en la sociedad civil. El último de los aliados que eran los banqueros, ya los puso nerviosos con esas medidas de obligarlos a abrir cuentas a los sancionados y poner en riesgo incluso su propia relación con el circuito financiero internacional

Un gobierno no se puede mantener con exclusiones sociales. Se cae por su propio peso. Van seis años en donde este gobierno ha ido perdiendo uno detrás de otro todos los aliados que tenía hasta el grado de empezar a devorarse a sí mismo. ¿Cuánto le queda? Yo creo que ya no le queda tiempo, ya se comió todos los aliados que tenía. No le quedan más que el Ejército y la Policía. No hay necesidad de ser ni genios ni científicos ni sociólogos para determinar que el fin de ese gobierno está cerca.

La reforma constitucional que anunciaron recientemente, ¿cree que ha acercado al régimen a esa caída tan pronta de la que habla?

No quiero poner fechas específicas, pero sí plazos y plazos más o menos inmediatos de que esta dictadura ya no vive. También pueden llegar a fórmulas como establecer Juntas de Gobierno con civiles y militares, como hacía Somoza, jugar con algunos títeres. Todas estas locuras que ha hecho con la Constitución la dictadura lo que ha ocasionado es un hermetismo dentro de sus propias filas. Afuera no ocasionan ningún impacto porque solamente han hecho constitucional lo que de hecho ya hacían, entonces el impacto es entre sus aliados porque el nerviosismo está cundiendo en sus filas. Imaginate hasta qué grado habrán llegado estas aberraciones que la dictadura está introduciendo que ya ha decidido proteger directamente a sus sancionados, pero proteger a sus sancionados significa poner en peligro todo el Sistema Financiero internacional.

Freddy Quezada tiene 66 años y ha estado tres veces detenido por las dictaduras que ha habido en Nicaragua en distintos periodos. LA PRENSA/Óscar Navarrete

Cuando estuvo detenido, en la revista DOMINGO hicimos un perfil de usted y algunas personas cercanas nos decían que usted siempre ha sido un anarquista

(Ríe) Yo soy una mezcla de varias cosas. Lo que sí he llegado a estar claro y a tener conciencia ya en los últimos años de mi vida son los peligros del poder. He llegado a creer que el poder, como lo imaginábamos antes… pues cuando yo era joven creía que el poder era un instrumento que podía permitir grandes transformaciones en las manos correctas. Con el tiempo he llegado a ver que el poder es inseparable de la constitución humana. Entonces, ¿qué hay que hacer con él? Hay que tratar de convivir con él, pero también de mantener la distancia y bajo control, y eso quienes mejor lo han hecho han sido los anarquistas.

Usted ha sido perseguido por las dictaduras desde muy joven, ¿cómo fue la primera vez que estuvo preso?

En 1976 creo que fue. Yo era estudiante de Ingeniería en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua y empecé a militar con el Movimiento Cristiano Revolucionario que apoyaba al Frente Sandinista. Una mañana llegué a retirar unos periódicos que ofrecía a los estudiantes en la parte que en aquella época eran los laboratorios de Química y que están situados del otro lado del puente en la vieja UNAN y unos agentes de la Seguridad de Somoza como a las 7:00 de la mañana, eran tres personas, y me capturaron dentro. Me llevaron a la parte trasera donde hoy es el comedor estudiantil, y me llevaron ahí en un auto Nova, de los autos típicos de la Seguridad de esa época.

Me condujeron primero a lo que creo que era el Búnker porque era un lugar donde había aire acondicionado muy fuerte. Me interrogaron ahí, me golpearon, me dijeron que yo era agente subversivo del Frente Sandinista. Luego me llevaron a la cárcel y después a una cárcel clandestina que ellos tenían en Monseñor Lezcano. Ahí estuve junto con otros presos, pero eran comunes, yo era el único preso político y a los presos comunes les amenazaron con que, si revelaban que yo era político, los iban a matar.

Ahí es donde me sorprende a mí la llegada del vicerrector de la UNAN, Julián Corrales, con mi mamá a traerme un día y a ponerme en libertad, pero después de haber pasado tal vez como un mes. A mi mamá no le daban noticias de nada. En esa época los jóvenes aparecían en la cuesta El Plomo y mi mamá y mi hermana recorrieron todo eso para ver si no estaba dentro de esos cadáveres. Luego de mi libertad regresé de nuevo a militar con las organizaciones revolucionarias.

En los ochenta también estuvo detenido

Eso fue cuando establecieron ya la obligatoriedad del Servicio Militar de Reserva, que ya me cubría a mí por la edad y me obligaron a ir a cuidar puentes. Yo trabajaba en un centro de investigación agropecuario adscrito al Ministerio de la época. Ahí me llevaron pues a cuidar militarmente y con los compañeros de esa época se hacían círculos de estudio, todas las mañanas, con el editorial de Barricada. En uno de esos círculos me opuse a uno de esos editoriales.

A las 2 o 3 horas estaba llegando una patrulla de Inteligencia Militar. Me desarmaron, me arrestaron y me llevaron al campamento central de toda el área que era de la región quinta que era en Chontales. Me llevaron a sentar frente al jefe de la región quinta de esa época y me censuró, me criticó y me condenó, me desarmó y me hizo pasar como reo dentro de la instalación de la región quinta. Sin poder salir, desarmado, sin tener asignaciones. Me declararon prisionero dentro de ese recinto y para ironía el que me arresta y el que me condena y me desarma fue un rival mío en la época de la dirigencia estudiantil de los setenta. Él se llamaba Irving Dávila, entonces creo que era coronel en esa época.

¿En qué momento lo liberan?

Como a los dos meses. Ya pasó el convoy que me había llevado de ida y que nos iba a llevar de regreso y a dejarme ya en Managua, con una baja deshonrosa y con mi hoja de Servicio Militar manchada por criticar al gobierno de la época.

¿Ni con Somoza ni con los sandinistas decidió irse al exilio?

No, nunca. Hasta ahora. Había salido por otras razones, civiles, académicas, recreativas, pero salir del país porque me ha expulsado un gobierno hasta ahora.

¿Por qué nunca se planteó el exilio si sufría persecución?

Porque tal vez no vi la necesidad. En los ochenta fue fuerte la presión, eso es cierto, pero no vi la necesidad de huir. Más bien aproveché las pocas posibilidades que daban los escenarios políticos de la época. Yo milité en un partido político que fue a las elecciones en el noventa, el Movimiento de Unidad Revolucionaria que se fundó con un montón de exmilitantes de distintos partidos y que se constituyó para hacerle frente a la UNO y al Frente Sandinista. El MUR quedó en tercer lugar, pero pírrico, casi insignificante. Logramos una diputación en la Asamblea encabezada por Moisés Hassan.

Freddy Quezada en un autobús en Guatemala tras ser desterrado a ese país el 5 de septiembre de 2024. AFP

Usted dio clases en la UNAN por varios años, ¿cómo podía enseñar en un ambiente controlado por el Frente Sandinista?

En la UNAN me encontré a la mayoría de los funcionarios que corrieron a refugiarse a esa universidad después de la derrota del noventa. Muchos de los que fueron funcionarios de los ochenta terminaron en las decanaturas de esa universidad y empezaron a hacer una nueva vida en la academia y terminaron como funcionarios académicos, como profesores dando clases. En medio de eso yo impartía clases a los estudiantes de Comunicación

Solamente hasta después del 2018 ya empecé a sentir un poquito la presión de parte de las autoridades de la UNAN que empezaron a tratar de hacerme ver que me estaba excediendo con comentarios. A veces los moderaba, pero ya después de ver lo sanguinolento del gobierno, pues rompí con esa moderación.

Se le echa de menos en Twitter al “Uliteo”, que es como usted se ponía en su perfil

Sí, yo hasta después que salí de la cárcel empecé a recuperar mis cuentas porque fundé otras páginas, pero estoy tratando de reconstruir todo eso. Yo escribía diario en el Twitter y en el Facebook, mis consideraciones, casi todas eran académicas, pero nunca dejaba de dar opinión política sobre la situación. No he podido todavía recuperar mis cuentas. Mi nube en Google Drive donde tengo todos mis escritos, mis libros y todas mis reflexiones no la he podido recuperar, pero me están ayudando a recuperar esa información. Ahora estoy publicando en un perfil con mi nombre en Facebook, y el otro en Twitter, también con mi nombre.

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COMENTARIOS

  1. Hace 1 mes

    Tres meses es ser demasiado optimista. El país es una gigantesca cárcel. Retenes de la policía y el ejercito estan situados en todas las carreteras. Los YouTubers extranjeros la piensan dos veces ingresar a Nicaragua. Los mas corajudos lo hacen; a unos les niegan el ingreso porque estan en lista negra y a los que no estan les revisan todo el vehículo y solo que Managua autorize el ingreso pueden entrar al país y todo esto toma entre 5 y 6 horas para cruzar las fronteras en el Norte y Sur de Nicaragua. Por esas ironías de la vida, Irving Dávila el cual arrestó a Quezada en los 80’s es el padre de Tamara Dávila actualmente desterrada y desnacionalizada .

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