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Douglas Castro, exiliado nicaragüense.

Douglas Castro: “El exilio me impulsó a cumplir mis metas”

Douglas Castro, sociólogo y economista nicaragüense exiliado, relata su lucha por alcanzar el éxito académico desde el destierro, enfrentando persecución política y obstáculos personales, hasta graduarse con honores en Oxford y continuar su preparación en Londres.

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Cuando Douglas Ernesto Castro Quezada cruzó por un punto ciego de la frontera de Nicaragua hacia Costa Rica, en octubre de 2021, aparte de un bolso con apenas lo esencial para sobrevivir, cargaba consigo el pensamiento de un pronto retorno al país que dejaba a sus espaldas.

Dos ideas ocupaban su mente: el sueño por estudiar una maestría en Oxford y la certeza de que su lucha social no terminaría al abandonar Nicaragua. Atrás quedaban amigos encarcelados, un país en llamas y un sueño aplazado por años de persecución.

Lo que siguió fue un recorrido de sacrificios que lo llevó a conquistar las aulas de las universidades más prestigiosas del mundo, sin perder nunca de vista su meta final: regresar mejor preparado para reconstruir una Nicaragua democrática.

Su historia es la de un hombre de origen rural que no solo enfrentó el exilio, sino que lo transformó en un trampolín hacia la excelencia académica y el activismo global.

Nació en 1987 en Ocotal y cursó gran parte de su educación en el Colegio Inmaculada Concepción Fe y Alegría, donde obtuvo casi siempre excelencia académica. De su natal Ocotal saltó a las que entonces eran las dos principales universidades de Managua: la Universidad Nacional Autónoma (UNAN) donde estudió Economía y luego a la Universidad Centroamericana (UCA), donde estudió Sociología y empezó a impartir clases.

De las aulas de la UCA saltó a la cabina de Radio Universidad donde creó el programa De Criterio, desde el cual debatía sobre democracia, política, desarrollo, derechos humanos y demás temas propios de las libertades humanas.

Luego llegó el 18 de abril de 2018 y lo atrapó la vorágine de luchas y cambios; con ello llegó la represión, amenazas, persecución y finalmente el exilio, que lo ha llevado a varios países hasta aterrizar en Reino Unido e ingresar a las aulas de clase de prestigiosas universidades, como Oxford.

Douglas, a sus 37 años, es hoy por hoy, un buen ejemplo de cómo la resistencia no solo se libra en las calles, sino también en las aulas, las fronteras y los foros internacionales. Esta entrevista narra no solo su lucha personal, sino también la de miles de nicaragüenses que, lejos de su tierra, mantienen viva la esperanza del retorno.

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El sociólogo y economista Douglas Castro, ahora exiliado, ha logrado una maestría en la prestigiosa universidad de Oxford, Reino Unido.

¿Dónde comienza tu historia de exilio y cómo llegaste adonde estás hoy?

Bueno, el camino para llegar aquí ha sido larguísimo. Fue un proceso que comenzó incluso antes de mi exilio, porque siempre tuve como meta estudiar fuera. La idea de compartir con académicos de renombre y aprender de ellos siempre fue un sueño para mí.

Comencé a aplicar a universidades en el exterior en 2016. Sin embargo, me enfrenté a varios obstáculos: mi inglés no era suficiente, ya que no estudié en un colegio bilingüe, y a pesar de obtener becas, no podía aprovecharlas porque no alcanzaba el nivel de idioma requerido. Llegué a realizar el examen de inglés hasta siete veces antes de lograrlo.

A partir de 2018, los retos fueron más allá de lo académico. Ese fue el año del estallido social en Nicaragua y me involucré profundamente en el activismo. Esto hizo que no pudiera seguir estudiando inglés de forma constante. Además, la crisis política me dejó sin pasaporte, lo que complicó aún más mis posibilidades de estudiar fuera.

¿Dónde estabas el 18 de abril de 2018, al inicio del estallido social?

En ese momento era profesor en la UCA. Durante esa semana se percibió un ambiente de cambio en el país, especialmente en las universidades. La rebelión no fue algo de un día a otro, ya se venía percibiendo los ánimos de cambio. Luego participé en las marchas y hablé con muchas personas que estaban activas en ese entorno. Aunque no estaba formalmente organizado en ninguna sociedad civil o grupo juvenil, mi conexión con el ámbito político y social venía de un programa de análisis político que conducía en Radio Universidad, llamado De Criterio y desde entonces yo percibía señales de una presión social que entonces estalló en abril.

A raíz de las actividades de abril, ¿te involucraste después con organizaciones sociales o directivas?

Sí. El 23 o 24 de abril de 2018 fundamos la Alianza Universitaria Nicaragüense (AUN) junto con otros jóvenes que participaron en las protestas. A partir de ahí, comenzamos a organizar movilizaciones y dar forma al movimiento. Más tarde, en ese mismo 2018, contribuí a la creación de la Alianza Cívica, que reunió a la sociedad civil y al sector privado. También participé en la propuesta de reformas electorales y en otras iniciativas que buscaban articular una respuesta organizada a la crisis.

¿Qué edad tenías entonces?

Tenía 31 años.

En ese momento ¿creías posible un cambio en Nicaragua?

Sí y lo sigo creyendo. Aunque sabemos que este es un proceso largo, tenemos claro que la lucha por la democracia puede llevar tiempo, incluso después de la salida del dictador Ortega. La historia nos demuestra que todas las dictaduras en Nicaragua han terminado, y creemos que este régimen no será la excepción. Va a tomar tiempo, pero es un proceso en camino e irreversible.

Las medidas de Ortega y Murillo, como la reciente reforma constitucional indican que, al contrario, la dictadura busca cómo afianzarse más.

Yo no tengo una visión catastrofista de la situación. Hay que tratar de entender que esto es un proceso largo y cuando me refiero a largo, pues significa que no va a ser de la noche a la mañana. Saliendo de Ortega inclusive mañana, el proceso de reconstrucción democrática va a ser largo, complejo y difícil. Tengo una noción de que para cambiar el país se necesitan un sinnúmero de cambios que van a requerir mucha paciencia. Saber que ese proceso comenzó en 2018 creo que nos ha permitido a muchos mantenernos cohesionados y no desmayar, porque creo que a veces cuando uno tiene unas expectativas de que todo va a ser automáticamente fácil, fácilmente se decepciona; uno pierde como el ritmo y no adquiere la lógica de que hay que resistir. Frente a una dictadura lo primero que hay que tener claro es que debemos tener resistencia y la resistencia es esa concepción de que toda lucha cuesta y que los tiempos no son automáticos. Pese a las reformas constitucionales que ya conocemos, todos podemos mantener el optimismo de que en algún momento el régimen va caer, por su propio peso y por la presión de todos los que seguimos en esta lucha.

La historia no siempre termina a favor de la resistencia. Hay casos donde…

Van a caer sí, por supuesto que puede durar muchísimo años en el caso de la dictadura de la familia Somoza que estuvieron más de 40 años en Nicaragua; todas las dictaduras han terminado así en historia e inclusive en América Latina la única excepción es la cubana que tiene 60 años, pero lo mismo se creía de la Unión Soviética que duró de 1917 a 1990, alrededor de 70 años; entonces a lo que me refiero es que nuestra historia nos demuestra que va a haber un cambio, hay un proceso, lo que hay que hacer y lo que se debería mantener es la lucha cívica y evitar que el cambio no sea tan traumático como las guerras, que no sea tan largo y persistir. Las reformas que ellos están planteando más bien nos están reflejando su vulnerabilidad, la debilidad del régimen que necesita constitucionalizar lo que viene haciendo de facto, para aparentar fortaleza cuando más vulnerables y débiles están. Ahora, claro que sí, en estas circunstancias la dictadura se vuelve más peligrosa y es por eso que también hay que estar atento a eso.

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Douglas Castro
Douglas Castro, al lograr la ciudadanía de Colombia en 2023.

¿No estarás alejado de la realidad? Hace cuánto saliste de Nicaragua…

Al contrario, es cuando más comprendo la realidad. Yo salí en octubre de 2021, poco antes de las elecciones, en un momento de mucha presión y temor. Había intentado luchar hasta el final mediante negociaciones, movilizaciones y la vía electoral, pero el régimen dinamitó todas esas opciones. La decisión de salir fue difícil porque todo mi entorno estaba encarcelado o asfixiado y eso te dificulta pensar con claridad. Crucé por un punto ciego hacia Costa Rica como muchos otros migrantes.

¿Qué llevabas con vos al salir de Nicaragua?

Salí como un migrante más, cargando lo esencial y enfocado en la seguridad. Ya fuera de Nicaragua, me concentré en mantener mi meta académica y mejorar mis capacidades para regresar a ayudar a reconstruir Nicaragua.

Recuerdo que apareciste en Colombia solicitando refugio y denunciando la apatridia. ¿Cómo llegaste hasta allá?

De Costa Rica me fui a Colombia buscando refugio para seguir buscando una beca. No podía trabajar ni estudiar legalmente, pero aproveché ese tiempo para estudiar inglés intensivamente y aplicar a las universidades. Estudié inglés intensivamente, hasta ocho horas al día. Logré ser aceptado en la Universidad de Oxford para el Programa de Estudios Latinoamericanos, pero no podía viajar porque no tenía un pasaporte válido.

Todo cambió en 2023, cuando Colombia ofreció la nacionalidad a los 222 presos políticos desterrados y anunció una política de apoyo a los perseguidos por la dictadura nicaragüense, ampliando esta medida más allá de los desterrados. Me acogí a esa promesa presidencial y, con el apoyo de organizaciones y medios, obtuve la nacionalidad colombiana en agosto de 2023. Esto me permitió comenzar mis estudios en Oxford en octubre de ese año al contar con una nacionalidad y un pasaporte.

¿Qué estudiaste en Oxford y qué hacés ahora que ya concluiste?

En Oxford me especialicé en Historia y Política Latinoamericana, enfocándome en procesos de democratización y autoritarismo. Me gradué con distinción, lo que equivaldría a los máximos honores. Actualmente estoy cursando una maestría en Ciencia Política en la London School of Economics, con una beca que me habían reservado.

Con una maestría de Oxford y otra en camino de London School of Economics, ¿cuáles son tus planes a futuro?

Quiero continuar con una carrera académica, hacer un doctorado y trabajar en temas de democratización y autoritarismo en América Latina. Mi meta es regresar a la región y contribuir a la reconstrucción democrática, aunque sé que en Nicaragua eso no será posible mientras Ortega siga en el poder.

Si mañana se transformara la situación en Nicaragua y pudieras regresar ¿qué es lo primero que harías?

No lo dudaría: tomaría un vuelo al día siguiente. Quiero contribuir a la reconstrucción del país. Hay tanto que hacer: revitalizar el sistema universitario, reconstruir la sociedad civil y fortalecer las instituciones. Es un trabajo titánico, pero estoy dispuesto a hacerlo.

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