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Mauricio y Filosofito estuvieron unidos por una amistad de muchas décadas, durante las cuales compartieron escenarios en toda Centroamérica. Fueron teloneros de muchos artistas internacionales. LA PRENSA/ ARCHIVO/ ÓSCAR NAVARRETE
El último “acto” en la vida de Filosofito
El fonomímico divirtió a niños y adultos. Si en la mañana amenizaba en un centro escolar, por la noche entretenía en un night club de Managua. Esa era su vida, hasta que se apagó hace pocos días.
Era la Managua de finales de la década 1950, durante la época de oro de la radiodifusión en Nicaragua. En medio de gritos, aplausos y humo de cigarrillos, un joven alto, de piel tostada y cabello ensortijado se prepara para su presentación artística. Comienza a sonar El Politécnico, ritmo de mambo del cubano José Dámaso Pérez Prado. El cuerpo de Manuel Castillo Álvarez se empieza a contorsionar al sonido de las trompetas, mientras un locutor de la radio Panamericana anima y transmite en vivo el show.
El protagonista del espectáculo, Castillo Álvarez, para esa época ya estaba consagrado como el rey del baile con ritmos de chachachá, cumbias, mambos y hasta rock and roll acrobático, a pesar de que para esos años apenas despuntaba como artista, antes de adoptar el seudónimo de Filosofito, el cual se le ocurrió inspirándose en una guaracha panameña que usó en sus primeras presentaciones.
Castillo Álvarez tenía su propio espacio en la radio debido a la habilidad con el baile y pronto conoció al peruano Harry Morán, quien le ofreció enseñarle el arte de la fonomímica a cambio de que Castillo le enseñara a bailar. Desde entonces, combinó el arte del baile con la fonomímica y así nació Filosofito.
También inició un programa radial con el mismo nombre, al cual invitaba a estrellas como los “Davids Boys”, un dúo de bailarines compuesto por los hermanos Orlando Mauricio y José David Granera, invitación de la cual nació una profunda amistad y una mancuerna que años después dio origen al mejor espectáculo de fonomímica que ha existido en el país: “Filosofito y Mauricio”. Lo llevaron a toda Centroamérica.
Este dúo de la comedia, con sus bailes y sus sketches picantes, se presentó en centros escolares, en las radios que tenían sus propios anfiteatros para transmisiones en vivo, teatros y clubes nocturnos. El repertorio era tan versátil que se adaptaba a cualquier público.
Lograron codearse con grandes artistas al ser teloneros de presentaciones de Dámaso Pérez Prado, Angélica María, Rafael, Julio Iglesias, Libertad Lamarque, Lucha Villa, Marco Antonio Muñiz, José José, Rocío Durcal, Camilo Sesto, Rubén Blades, José Feliciano y hasta del elenco de Chespirito.
Vivieron días de gloria, de éxitos y de mucha parranda, mientras disfrutaban de la fama y los aplausos del público.
El paso de los años no los perdonó, pero, aún ya ancianos, continuaron con el show, que se fue congelando al punto que hubo un momento en que ya no divertían a tantos como antes.
Quedaron obsoletos ante una nueva generación que nació de la mano de los avances de la tecnología. Los aplausos se fueron apagando junto a sus voces.
Hoy, poca gente los recuerda. Y cada vez será menos, porque el fin de semana pasado dejó de existir Manuel Castillo Álvarez y con él también Filosofito.
En el último acto de su vida, sin público y en el olvido, no hubo aplausos ni gritos de furor, como en la gloria de su mejor época como bailarín y el primer fonomímico que tuvo Nicaragua.
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