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Periodista Roberto Mora

Periodista Roberto Mora, nicaragüense en el exilio.

Roberto Mora, la vida de un hombre pequeño con propósitos gigantes

La historia del periodista Roberto Mora, exiliado en Costa Rica, está marcada por la adversidad, la desgracia y la esperanza. Se ha enfrentado a la biología, luchado contra la sociedad y batallado contra una dictadura brutal que ha puesto a prueba el más grande sus recursos: la fe.

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En el umbral de una casa pequeña de verjas herrumbrosas, emerge una figura diminuta con piernas encorvadas y brazos cortos que se tambalea a cada paso para mantener el equilibrio. Roberto Nicolás Mora Cárcamo, a sus 47 años, saluda con amena camaradería y risa franca, mientras busca las llaves para abrir los cerrojos.

Apenas alcanza un metro con 15 centímetros de altura ya calzado y su cuerpo menudo, de apenas 85 libras, se mueve con una dificultad mansa, pero precisa, fogueada en una larga jornada por los caminos tortuosos de su existencia.

Sus ojos, siempre escurridizos, parecen evitar el contacto directo. Mira rápido y gira a otro lado, para luego volver brevemente a escudriñar y salir, como quien ha aprendido a detectar señales de burla o respeto en la mirada de los demás.

Su voz, un tanto aguda, emerge en ráfagas cortas que combina con risas igual de cortas y frases un poco más extensas.

Roberto Mora se descubre diferente

Nacido el 12 de diciembre de 1977 en Managua, Roberto era el menor de sus hermanos y el último de su madre, una mujer curtida por la pobreza y la desesperanza de los años ochenta. Desde muy temprano entendió que el mundo no era un lugar amable para alguien como él.

En la memoria de Mora, los años en Managua están marcados por la conciencia de su condición médica: pseudoacondroplasia, una forma de enanismo que sentencia la vida a uno de cada 30,000 humanos, según los datos de la ciencia.

“Era muy niño cuando supe que no era igual a mis hermanos o a los otros niños”, explica. Sus primeros años estuvieron llenos de citas médicas y visitas a hospitales, aunque sin un diagnóstico claro. “Mi mamá buscaba respuestas”, recuerda.

Intentaron con médicos locales y hasta con brigadas rusas de galenos, pero las respuestas siempre fueron esquivas y lo único en concreto que recuerda fue aprender a caminar con zapatos ortopédicos y ser obligado religiosamente a tragar pastillas ácidas.

“Lo más difícil llegó cuando ya estudiaba en la primaria”, admite Mora, quien enfrentó el acoso burlesco de sus compañeros de clase.

“Vos sabés que los niños suelen ser crueles: siempre hay burlas, bromas, groserías”, añade con serenidad y un toque de risa nostálgica.

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Roberto Mora Cárcamo, cuando era niño.
Roberto Nicolás Mora Cárcamo, usando zapatos ortopédicos cuando era un niño que apenas descubría su condición física adversa. LA PRENSA/REPRODUCCIÓN.

Adiós a las aulas

Pronto empezó a encontrar excusas para faltar a clases, hasta que un día se quebró y se aferró a las piernas de su madre para no ser obligado a ir a la escuela. Su mamá, comprendiendo la razón de su resistencia, dejó de insistir y fue así que Roberto abandonó la primaria en cuarto grado.

Pasó años en casa, alejado de las aulas, pero no de la educación. Aquellos tiempos duros le enseñaron a refugiarse en la seguridad de su casa, acompañado de la radio y la presencia protectora de su madre.

Robertito, a como le decían en casa y luego en la universidad, encontró en una emisora un refugio contra las adversidades. Desde que tenía memoria su madre le había inculcado la religión, enseñándole que, aunque la ciencia no tuviera respuestas para su condición, Dios tenía un plan para cada uno de sus hijos.

“Yo estuve como alrededor de tres o cuatro años así, encerrado, evitando la escuela como defensa a la presión, al bullying, pero en la casa mi mamá me enseñaba cosas de libros y yo hacía mi parte (como autodidacta). Y también rezábamos”, narra Roberto, quien no advertía aun que, en busca de fortaleza espiritual, iba entrando en los terrenos del periodismo.

“Yo creía en los milagros por la fe que fui ganando porque mi mama era bien creyente y siempre oíamos la Radio Católica. Me imagino que no aprendía sobre Ciencias Naturales, pero leía y oía mucho la radio y aprendía sobre la fe y a la vez, sobre locución, porque había unas prédicas y mensajes de sacerdotes que hablaban sobre el valor espiritual que tenemos todos como seres humanos y que Dios nunca crea basura, que nos otorgó gran valor para enfrentar la vida”, cuenta.

“En ese entonces esos mensajes empezaron a calar mucho en mí y lo otro que también aprendí es que las metas uno se las puede proponer si tiene fe y disciplina…”, dice.

Para ese tiempo todavía estaban grandes voces en la radio y eso le llamaba también la atención. “Poco a poco fui ganando confianza y ya salía a la calle a platicar y un día noté algo que me golpeó el ego. Mis amigos siempre platicaban entre ellos de tareas, de clases, de exámenes y cuando yo quería participar me decían cosas como ‘vos callate, que te quedaste burro’’, recuerda. 

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Roberto Nicolás Mora
Periodista Roberto Mora Cárcamo, exiliado en Costa Rica.

Las razones de Roberto para volver a la escuela

Aquellos desprecios llevaron a Mora a regresar decididamente a la escuela, pero a su modo.

“A inicios de los 90, en el 91 para ser exactos, surgió la educación nocturna o acelerada”, rememora y explica que eran opciones de estudio para trabajadores que querían seguir aprendiendo.

En un ambiente donde los compañeros de clase eran adultos y trabajadores, Roberto encontró un trato más digno y respetuoso en medio del desafío de ponerse al día tras años de ausencia de las aulas.

Sin embargo, con determinación, terminó la secundaria en la educación nocturna y se fijó un propósito: “Entrar a la Universidad Centroamericana (UCA) y ser locutor de radio”.

En la universidad comprendió que su verdadera vocación no era tanto la locución sino la comunicación en un sentido más amplio, el arte de contar historias, de escribir guiones y reportajes que dieran voz a los olvidados, a los invisibles, como él mismo se había sentido durante tantos años

“Me di cuenta de que no necesitaba tener una voz potente para ser locutor como aquellos maestros de la radio, pero conocí la prensa escrita y aprendí que podía usar las letras para hablar…”, relata.

Un capitalino en Estelí

“En el imaginario colectivo Roberto Mora es un periodista de Estelí, pues allá desarrollé mi carrera periodística. Pero la verdad es que era un capitalino autóctono buscando una ciudad adecuada a mis condiciones y si bien terminé como esteliano, bien pude ser matagalpino o jinotegano.

“Vamos en orden cronológico. Yo nací en Managua el 12 de diciembre de 1977. Fui el menor de mis hermanos y el último hijo de mi madre. A Estelí llegué a establecerme buscando una ciudad más amigable, con un clima más fresco y menos propenso a los temblores que tanto azotaban a Managua.

“Desde joven, ya graduado de la UCA, tuve la aspiración de vivir en el norte, en Matagalpa, Jinotega o Estelí. El calor de Managua me era insoportable, y los temblores, una constante que nunca me gustó. Así que cuando se presentó la oportunidad de ir a colaborar a una radio allá, la tomé sin dudar.

“Llegué a Estelí en 2002 al salir de la universidad. Comencé a estudiar Comunicación Social en la UCA en 1997 gracias a una beca, ya que venimos de la pobreza y sin beca no lo hubiera logrado.

“Me gradué en 2001 y defendí mi tesis en 2002. Luego me ofrecieron una prueba para colaborar allá y me fui, llevaba solo una mochila y una almohada.

“Estando allá comencé a trabajar como corresponsal de LA PRENSA durante doce años. Al principio, iba los fines de semana a Managua, pero cuando me convertí en corresponsal y periodista de planta en la radio, todo cambió y me quedé ya definitivamente en Estelí”.

Dejar Managua no fue difícil. No me gustaban los temblores ni la inseguridad. Aunque mi zona en Managua no era tan peligrosa en ese tiempo, las cosas empeoraron. Ya había sido víctima de varios robos, incluido uno en el que me quitaron la bicicleta mientras iba a la universidad y otro donde me robaron la mochila en el bus.

Periodista Roberto Mora

“Recuerdo que cruzar las calles también era complicado debido a mi condición y ya no se diga viajar en aquellos buses llenos de gente donde sentía que me podían aplastar…”

Roberto Mora, cuando estudiaba comunicación social en la UCA
Roberto Mora, cuando era estudiante de la carrera de Comunicación Social en la UCA. LA PRENSA/REPRODUCCIÓN.

Del amor al destierro

En el transcurso de su vida, cuando parecía que el periodismo sería el único refugio en la vida y que el destino ya había escrito para él una ruta de soledad y resignación, Roberto Nicolás Mora Cárcamo decidió desafiar el destino con una chispa de astucia y la fuerza indomable de su carácter.

Roberto, como todo joven de su época, llegó a la etapa en que el deseo de establecerse y crear una familia se volvió una urgencia en su vida.

Y aunque a primera vista no pareciera tener las armas necesarias para conquistar el amor, pronto se descubrió a sí mismo como un hombre enamoradizo y romántico, decidido a librar una nueva batalla en la adversidad de su físico: encontrar su media naranja.

Era consciente de que, para alguien como él, cuya figura desafiaba la norma, la conquista amorosa era un reto aún más grande. “Es más difícil porque, en principio, en el noviazgo hay que entrar por la vista y luchar hasta contra la biología”, dice con una mezcla de picardía y vergüenza.

“Vos sabés que hay mucho de disposición biológica en la reproducción humana y hay ciertas condiciones que en el caso del hombre son atractivos para una mujer. Yo sabía que no contaba, digamos, con esos estándares que tradicionalmente busca una mujer: que la altura, que la fuerza, que bailes…”, dice.

Pero Roberto, sin la altura ni la fuerza de otros, comenzó a valerse de otros recursos más sutiles y aprendió, como reza la cultura popular, a “endulzar el oído”.

Recurrió a los poemas, a dedicar canciones que hablaban de sueños compartidos, a abrirse como ser humano sensible y a exteriorizar ideas que salían de su corazón, logrando que las mujeres lo vieran más allá de su apariencia física.

Roberto Mora, el periodista frente al poder

Y así, a fuerza de ternura y poesía, Roberto se emparejó dos veces. Primero, en una ceremonia civil sencilla, y después, en una boda religiosa que coronó su ideal de formar una familia. Tuvo dos hijos, frutos de esas uniones, y aunque no todo fue fácil y cometió errores, Roberto construyó una vida en la pequeña y tranquila ciudad de Estelí, donde pensó que podría ser feliz para siempre.

Pero la tranquilidad nunca dura para quienes están destinados a enfrentar las tempestades y ya el mismo Roberto dice que había visto señales de lo que pronto vendría a azotar a Nicaragua.

En 2018, la tragedia asomó su rostro cruel. La convulsión política que sacudió los cimientos de Nicaragua desde aquel abril hasta estas fechas, llevaron al pequeño periodista por unos caminos difíciles que hoy lo tienen en el exilio.

Como periodista, Roberto dice que nunca había guardado silencio ante las injusticias y que su pluma y su voz habían sido siempre dos armas en contra de la corrupción, la violación de los derechos humanos y los abusos de poder.

“Mi posición personal, como periodista, siempre ha sido al lado de la justicia. Yo como periodista muy pocas veces me quedo callado ante los abusos de poder, porque he vivido en carne propia los abusos de los más grandes y poderosos contra los más pequeños, entonces yo denunciaba mucho el régimen de Daniel Ortega porque ya venía cerrando espacio desde el 2007 que inició”, dice.

“Nunca su régimen dejó de cometer abusos, y cuando llega 2018 se destapa toda su maldad y denuncio entonces los asesinatos, las torturas, la corrupción, la violación de los derechos humanos y ya ahí empezamos a sufrir las consecuencias, las amenazas todo el tiempo de policías y fanáticos, los daños directos”, señala.

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Roberto Mora, periodista de Nicaragua en el exilio.
“Mi posición personal, como periodista, siempre ha sido al lado de la justicia”, dice el periodista Roberto Mora. LA PRENSA/DOMINGO.

LA PRENSA: ¿En tu caso cómo fue?

A mí me amenazó directamente el jefe de la Policía de Estelí. Me dijo que yo caminaba armas en mi carro y se lanzó a registrarlo, luego de que denuncié la captura arbitraria de unos jóvenes.

Unos paramilitares me siguieron y amenazaron con matarme, un periodista oficialista inventó que yo había recibido miles de dólares de la Fundación Violeta Barrios para desestabilizar al Gobierno y la Fiscalía me citó a interrogación en una investigación por lavado de dinero que me podía llevar a la cárcel.

Había muchas señales de peligro y la gota que derramó el vaso fue la captura del periodista Miguel Mendoza. Cuando lo capturan y lo desaparecen, yo dije que ya no podía estar en el país y decidí exiliarme.

El exilio de Robertito, ¿un viaje sin retorno?

La última vez que Roberto estuvo en Nicaragua fue el 28 de junio de 2021. También fue la última vez que vio con vida a su madre.

El recorrido en busca de libertad fue tortuoso: en la oscuridad, a través de fangales y ríos en una zona húmeda y en pleno invierno, cuando los caminos entre las veredas se vuelven lodos que todo lo atrapan.

Hubo ocasiones en que tuvieron que detener la marcha para esperar a Roberto, que se quedaba atrás, y cuando hubo baches insalvables para su estatura, tuvieron que cargarlo, cosa que agradeció con mucha pena porque siempre ha luchado para no sentirse carga de nadie.

Cuando el guía les dijo que ya podían sentirse tranquilos, que estaban en Costa Rica, Roberto no sintió alegría. Al contrario, se desplomó y lloró desconsoladamente.

“Sentí una tristeza y una impotencia tremenda; yo, que siempre quise hacer las cosas bien, por las vías correctas, estaba saliendo como delincuente de mi país. Yo no había hecho daño a nadie, no había matado, ni mentido ni robado. Solo denuncié las injusticias de la dictadura”, dice reflexivo.

Luego vino el largo y confuso viaje a San José, la primera noche en una ciudad ajena y extraña, y la primera llamada desde el exilio.

Eligió llamar a su madre y tuvo que inventarse una cara que no tenía para aparentar tranquilidad. No sabe si habrá logrado convencer a la señora de que sí estaba bien, porque ella, que lo conocía mejor, le preguntó varias veces si en realidad estaba bien.

“Yo le ponía buena cara, hasta sonriendo y queriendo transmitir ánimos, pero mi mamá me conocía mejor que nadie en el mundo”. Roberto calla. Suspira profundo y se quita los lentes para enjugarse las lágrimas por el recuerdo.

Roberto Mora periodista
Periodista nicaragüense Roberto Mora, exiliado desde 2021. LA PRENSA/DOMINGO

Despedida de su madre y golpe tras golpe

Cuarenta días después de esa primera llamada desde el exilio, María Cristina Cárcamo murió. El periodista no pudo ir a su entierro y aquella es una pena que carga desde entonces, pero no es la única.

Roberto había pensado en dejar el periodismo y dedicarse a reconstruir una nueva vida en otro oficio y procurar darles a sus hijos la oportunidad de aspirar a vivir en un país más avanzado.

Ya el oficio de sus pasiones juveniles no estaba rindiendo los frutos para sobrevivir en Costa Rica. Y, sumado a la cercanía con Nicaragua y el temor siempre constante de ser víctima de un atentado transnacional, decidió probar suerte en Estados Unidos tras mucha reflexión.

Acudió al llamado de Acnur para aplicar a un programa migratorio llamado “Movilidad Segura” y le transmitió sus planes a su hijo adolescente en Nicaragua. El muchacho saltaba de alegría y empezó a hacer planes para su nueva vida.

Roberto se mostró optimista porque pensó que ser periodista, exiliado y perseguido político, con evidencias para demostrarlo, era razón suficiente para ser elegible. No bastó.

Un correo de Acnur lo aterrizó a la realidad: no era elegible. Y no hubo explicaciones.

“No hubo ninguna respuesta. Solo me mandaron un correo diciendo que no cumplía con las condiciones y nunca supe por qué. Me dolió porque se supone que es un programa migratorio para refugiados, para personas que sufren persecución y peligro en sus países, y los periodistas nicaragüenses somos perseguidos, pero no les importó”, lamenta.

“Si yo fuera mal pensado, diría que me desecharon por discriminación, por haber puesto que tenía una discapacidad; no sé si fue una decisión del gobierno de los Estados Unidos o de las mismas oficinas de ACNUR en Costa Rica, pero ya lo hecho…”.

Periodista Roberto Mora Cárcamo

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Roberto Mora: de pie por la fe

La mala noticia llegó acompañada de una tragedia que destrozó la vida de Roberto Mora. Su hijo adolescente, quien hacía planes para salir de Nicaragua y restablecerse con su padre en Estados Unidos, murió en enero de este año después de la negación del programa.

“Se le rompieron sus sueños”, dice, acongojado por el recuerdo. Ha sido el enero más triste en la vida de Roberto.

La desgracia lo sacó de órbita. Le quitó las fuerzas que le quedaban y lo arrinconó a las soledades de su niñez, aquellas de cuando desertó de las aulas y se refugió en la protección de una madre que ya tampoco está.

Ahí estaba otra vez Roberto queriendo huir del mundo. Pero ahí estaba la fe de nuevo, dice él, tintineando en su cabeza. “Dale, Roberto, arriba”. “Vos podés, amigo”.

Poco a poco levantó la cabeza. Saludó a los colegas y amigos que lo alentaban, que le daban ánimos. Y volvió a estudiar el rompecabezas de su vida y a tratar de armar las piezas. ¿Ahora qué voy a hacer? ¿Qué puedo hacer?

“Dos de mis motivaciones principales en esta vida, mi madre y mis hijos, ya no estaban para mí”, confiesa que alegaba como motivo para rendirse.

De nuevo se sumió en los pensamientos y dice que ni el rugir del hambre lograba alejarlo del dolor. Cuenta que se volvió a refugiar en la fe, a buscar respuestas en las oraciones, a dialogar a solas con Dios y a revalorar lo que ahora quedaba de su vida.

Y ahí está otra vez en pie, dando por milagro el hecho de estar vivo y buscando, de nuevo, un reacomodo en la vida.

Roberto Mora Carcamo
A sus 47 años, Roberto Mora ha enfrentado la vida gracias a la fe para salir adelante. LA PRENSA/DOMINGO

¿Volver a Nicaragua? “Mi entorno ha desaparecido”

Entonces empezó a reorganizarse y lo primero que hizo, por muy doloroso que resultara, fue enterrar la esperanza de regresar pronto a Nicaragua.

Concluyó que, aun si mañana desapareciera la dictadura, el país no sería nunca el mismo para los que salieron de ahí hace años. Especialmente para él.

“Han pasado tantas cosas que me golpearía más regresar”, dice.

“Mi entorno ha desaparecido. Prácticamente ya no está el país que dejaste. No importan las circunstancias que ocurran, ya no tengo casa a dónde volver; parte de mis seres queridos ya no están y todos mis colegas y amigos se han ido al exilio. ¿Qué queda allá para mí?”, se cuestiona.

“A pesar de todo, yo tengo la expectativa de un cambio; las dictaduras no son eternas, ni las personas, pero eso no me puede detener tampoco como para no ver nuevos horizontes y yo sigo replanteándome la vida. Es difícil estar en otro país, conocer sus calles, encariñarse con sus lugares. No es como cuando uno es joven y anda explorando, ya no tenemos las mismas energías; yo, cuando me fui a Estelí, llevaba solo una almohada, pero tenía 25 años y muchos sueños”, dice riendo.

Confiesa que ahora ya las circunstancias vienen cambiando y, claro, los años le pesan también.

“No es que me declare viejo, todavía tengo chance, pero mis condiciones físicas se van desgastando más por mi condición. El cuerpo no responde igual. Hay mañanas en que no me quiero ni levantar, pero la realidad me llama”, dice.

En la recta final de los cuarenta, Roberto ha decidido firmemente abandonar el principio de los alcohólicos anónimos de vivir un día a la vez y cambiarlo por una visión más a largo plazo.

“Ya tengo que pasar también de esa etapa de sobrevivencia del día a día a un establecimiento sólido; entonces tengo que cultivar oportunidades y echar raíces. Yo creo que con la ayuda de Dios uno puede lograr sus metas. Solo hay que tener fe, pero con acciones”, dice.

Periodista Roberto Mora, al frente del volante y haciendo Uber en Costa Rica.
El periodista Roberto Mora alterna entre el oficio y el trabajo como conductor de una plataforma de transporte. LA PRENSA/DOMINGO

La vida desde el volante

“Mi realidad es esta. Aquí debo ajustarme”, dice, y es a partir de esa realidad que narra su nueva faceta de vida: conductor de Uber.

Vendió la casa que durante más de 20 años construyó con sacrificios; adquirió un vehículo y ajustó la silla y los cambios a su estatura y ahora divide su tiempo entre el periodismo, al que le dio una segunda oportunidad tras la crisis, y la conducción.

Cada día, después del café de rigor, organiza los asuntos del periodismo: las colaboraciones, las notas, las entrevistas y las redes sociales. Avanza hasta donde pueda.

Luego, ya libre de la agenda, toma las llaves de su carro y zarpa a San José. ¿Fácil? Nada lo ha sido para él y manejar en otro país tiene sus costos y riesgos.

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Periodista Alberto Mora.
Pese a las dificultades de manejar y guiarse en un país ajeno, Roberto Mora no se ha amilanado y cada día sale a buscar la vida como conductor de plataforma. LA PRENSA/DOMINGO

Perderse es un asunto de cada día

“El principal lío es perderse o que el Waze te mande por una ruta complicada”, dice, pero admite que es asunto inevitable de cada día, tan complicado como atorarse “en las presas” o ser sorprendido por un aguacero al salir de un cantón a otro.

Sin embargo, hasta ahora ha corrido con suerte con los pasajeros. El siempre latente temor de la discriminación por su condición física ha quedado en eso, en temor.

“A veces hay miradas de la gente que uno reconoce, de asombro, cuando te miran; más de algunos se sorprenden, pero no es nada que no haya vivido antes. Nada de groserías, fíjate, o discriminación; la mayoría de clientes lo toma normal. Parece que aquí le dan mucha importancia al respeto a los derechos de las personas con discapacidad y pues no me quejo en ese sentido”, dice con tranquilidad.

El teléfono de Roberto no ha dejado de vibrar con mensajes y ya el sol va buscando ocultarse entre las nubes oscuras de la tarde, que es cuando Roberto usualmente sale a trabajar. Entendemos que es hora de permitirle atender sus asuntos y planificar su ruta hacia el futuro suyo de cada día.

La Prensa Domingo Nicaragua periodistas Roberto Mora

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