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El sindicalismo: otra víctima de la dictadura

Podría decir sin temor a equivocarme, que el andamiaje de la democracia descansa sobre un conjunto de pilares que la mantienen incólume y que cuando uno de esos pilares falla, hay que dudar de si en realidad estamos en presencia de una auténtica democracia. Entre esos pilares se podría mencionar: la libertad de expresión, el Estado de derecho, la alternabilidad en el poder, la economía de libre mercado, la libertad religiosa y la libertad sindical.

Quiero referirme en esta ocasión a esta última o sea a la libertad sindical, no solo porque alberga a la gran mayoría de nuestra población trabajadora, hombres y mujeres, obreros y campesinos, sino porque hace dos domingos estuve viendo un video en el que se presenta a las vetustas calles de las grandes ciudades europeas y algunas latinoamericanas, pletóricas de ciudadanos(as) que marchando al compás de sus sindicatos, conmemoraban con música y exultante alegría el primero de mayo, Día Internacional de los Trabajadores. Obviamente pensé, ellos tienen múltiples razones para celebrar, en cambio nosotros los nicaragüenses no, porque seguimos bajo el yugo de una dictadura que no reconoce los derechos humanos.

Antes de proseguir sobre el estado de la libertad sindical en nuestra patria y para los que no están muy familiarizados con el tema, permítanme expresarles que sindicalismo es el sistema de organización de la clase obrera fundamentado en la defensa de sus intereses económicos y sociales. Uno de sus precursores lo fue el economista y teórico socialista británico Roberto Owen (1771-1858). Fundó el primer sindicato (trade union) y es el autor de varios libros relacionados con el tema.

Algunos de mis lectores se estarán preguntando: ¿Por qué el primero de mayo se conmemora en casi todos los países del mundo el Día Internacional de los Trabajadores? Es en memoria de los Mártires de Chicago que cayeron luchando por la jornada de 8 horas, en el lugar conocido como Haymarket de ese Estado norteamericano. La protesta comenzó el primero de mayo de 1886 y culminó 3 días después con el saldo de 70 heridos y 100 encarcelados. Posteriormente se realizó un juicio en el que 5 dirigentes sindicales fueron condenados a muerte, rubricando así con su sangre una de las páginas más gloriosas de la lucha de los trabajadores, por mejores condiciones de vida para todos los asalariados del mundo.

Me he permitido hacer estas breves reminiscencias sobre los avances del sindicalismo, para que nuestro pueblo esté cada día más consciente de los derechos fundamentales que le han sido arrebatados por el régimen de los Ortega-Murillo. Muchos recordamos que aún bajo la férula oprobiosa de la dictadura somocista los trabajadores tenían libertad de organizarse, de hacer huelgas laborales y de marchar en protestas callejeras, ora para demandar salarios más justos ora para reivindicar mayores conquistas sociales.

En ese afán, siempre en defensa de la clase trabajadora, vimos destacarse y brillar con luz propia en las décadas de los 60, 70 y 80 del siglo pasado a una pléyade de líderes sindicales que no escatimaron ningún sacrificio por sacar adelante las demandas de sus respectivas organizaciones. Las principales eran: la CGT (independiente); la Confederación de Unidad Sindical (CUS) y la Central de Trabajadores de Nicaragua (CTN). Todas estas fueron obligadas a desaparecer por las bayonetas de la dictadura del FSLN, dirigidas por el dúo satánico de los Ortega-Murillo y suplantadas por la Central Sandinistas de los Trabajadores (CST) que está encabezada por un grupúsculo de neoburgueses corruptos al servicio incondicional de la tiranía.

No ha llegado todavía el día de cantar victoria, porque seguimos bajo “la oscurana” de que nos habló su santidad Juan Pablo II en 1996, cuando visitó Nicaragua por segunda vez. Pero ese día llegará, porque es ley de la naturaleza que el bien siempre triunfa sobre el mal y ya se vislumbra sobre el horizonte patrio, el momento anhelado en que no solo podremos volver a celebrar cada primero de mayo el Día Internacional de los Trabajadores, sino que podremos desplegar con entera libertad y en democracia, nuestra bandera azul y blanco, símbolo inmarcesible de nuestra nacionalidad y de las más sentidas aspiraciones del pueblo nicaragüense. Tengamos fe y confianza que el futuro es nuestro.

El autor es periodista y secretario general de la Asociación de Nicaragüenses en el Extranjero (ANE)

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