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Abril y “las palabras muertas”

Estos días de abril son grandes en Nicaragua por su especial significación sociopolítica e histórica.

Por supuesto que no todos los nicaragüenses valoran igual el significado de abril. Para los que detentan el poder y quienes los apoyan, su significación es contraria a la de los opositores y en general todas las personas democráticas. 

Lo cual es perfectamente entendible. En realidad solo hubo una clase de acontecimientos en abril y los meses siguientes de 2018, pero la valoración de su significado es determinada por la ideología y los intereses de cada persona y sector sociopolítico. Depende del cristal con que se miren, podemos decir parafraseando al gran poeta español del siglo XIX, Ramón de Campoamor, a quien Rubén Darío admiraba y le dedicó un elocuente poema laudatorio.

Dicho con otras palabras, la gente demócrata de Nicaragua conmemora los históricos sucesos de abril de 2018 por una parte como hechos trágicos y dolorosos, pero por otro lado como un episodio histórico glorioso y ejemplarizante. Se recuerda con dolor a las más de 350 personas muertas que dejó la represión y su secuela amarga de perseguidos y forzados al exilio, de  desterrados, confiscados y hasta privados de su nacionalidad.

Sin embargo, esos nicaragüenses conmemoran también en estos días de abril la gesta gloriosa de una rebelión ciudadana autoconvocada, que aunque fue derrotada dio una inmensa lección de heroísmo ciudadano.

En cambio, para quienes detentan el poder y sus partidarios, abril de 2018 tiene un significado opuesto. Lo  que hubo para ellos fue un intento de golpe de Estado organizado por criminales al servicio de potencias extranjeras. Y celebran una paz de cementerios que fue impuesta con una represión sin límites ni escrúpulos de ninguna clase.

Pero no es la primera vez que tal alteración de la realidad con palabras falsas ocurre en Nicaragua. En su libro Diario de un preso, que escribió en la cárcel en 1959, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal calificó como “palabras muertas” las acusaciones falsas y denigrantes de la dictadura somocista contra los nicaragüenses que junto con él se alzaron en armas en junio de 1959.

“Me imagino que las palabras son objetos muertos”, escribió el legendario director de LA PRENSA. “Tienen que serlo. Sólo cobran vida cuando se aplican correctamente al hecho o persona que les corresponde. Así yo puedo llamar a un hombre ‘carretón’, y no por eso deja de ser hombre. Es decir que cuando aplico el vocablo ‘carretón’ a un ser humano, aquel es un vocablo muerto, sin vida, y sin verdad. Si las palabras tuvieran vida propia, se trastocaría el orden del Universo, porque correrían todas ellas danzando en una forma anárquica y representarían a su antojo lo que no pueden representar. Para  evitar este desorden, el hombre creador del lenguaje ha dado a cada palabra un uso, y un sitio. Pero los tiranos se complacen en variarlos”.

Las “palabras muertas” de la dictadura somocista en aquella época son las mismas de la dictadura sandinista en la actualidad.

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