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Policía Sandinista. ARCHIVO

El día que los sandinistas asaltaron la Embajada de Costa Rica y secuestraron a un asilado político

Al igual que sucedió en Ecuador con la embajada mexicana, los sandinistas asaltaron la Embajada de Costa Rica para secuestrar a un asilado político que después fue torturado en El Chipote. La presión diplomática de entonces hizo que Daniel Ortega lo liberara.

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Fue un 24 de diciembre de 1984. Ese día, un joven de 21 años llamado José Manuel Urbina Lara fue sacado por la fuerza de la sede diplomática costarricense en Managua por un grupo de agentes de la Seguridad del Estado que llevaban varios meses vigilándolo y tratando de capturarlo.

Este hecho provocó tensiones diplomáticas entre Nicaragua y Costa Rica, a tal punto que el gobierno costarricense consideró romper relaciones con Nicaragua, la cual estaba gobernada por los sandinistas y se mantenía en guerra con la contrarrevolución.

El pasado 5 de abril de 2024, la policía ecuatoriana irrumpió en la Embajada de México en Quito y se llevó detenido al exvicepresidente Jorge Glas, quien había solicitado refugio en esa sede diplomática tras ser encontrado culpable de corrupción. Esto llevó a México a romper relaciones con Ecuador, y la dictadura de Ortega decidió hacer lo mismo en supuesta solidaridad con el gobierno mexicano.

Sin embargo, la Seguridad del Estado asaltó la embajada costarricense en Managua y secuestró a Urbina Lara hace cuarenta años cuando Daniel Ortega era coordinador de la Junta de Gobierno y acababa de ser escogido como presidente en unas elecciones poco confiables. En aquel entonces, no mostró esa solidaridad diplomática.

Actualmente, Urbina Lara tiene 61 años y es un preso político de la dictadura de Ortega desde que, el 25 de enero de 2021, tuvo un accidente automovilístico en el que falleció una persona a la que él le daba un aventón. Los familiares de la víctima denunciaron que aceptaron llegar a un acuerdo económico con Urbina Lara, lo cual es permitido por la ley y garantizaría la libertad del detenido, pero la Policía no ha permitido que se establezca este acuerdo.

“Él ha sido antisandinista desde siempre”, cuenta doña Amada Urbina Lara, hermana del abogado y considera que esta es la razón por la cual el régimen de Daniel Ortega lo mantiene en prisión.

Parte del reporte de El Espectador, un diario colombiano, sobre Urbina Lara. ARCHIVO

Contra el Servicio Militar

José Manuel Urbina Lara ha sido un personaje polémico casi toda su vida. Es proveniente de una familia de liberales de Granada que simpatizaban con el régimen de los Somoza y cuando llegaron los sandinistas al poder, el 19 de julio de 1979, los Urbina empezaron a ser perseguidos.

Amada Urbina Lara recuerda que para 1984 su hermano ya estudiaba Derecho en la UCA y junto a otros compañeros empezó a hacer protestas expresando su inconformidad con el Servicio Militar obligatorio que debían hacer los jóvenes en aquel entonces. También tenía vínculos con la guerrilla contrarrevolucionaria de Edén Pastora, Alianza Revolucionaria Democrática (ARDE).

En la Seguridad del Estado identificaron a Manuel Urbina Lara como uno de los líderes de las protestas contra el Servicio Militar, además de ser contra. “Tomás Borge ordena la captura de él vivo o muerto”, señala su hermana.

La Policía Sandinista empezó una cacería en contra del joven, quien anduvo escondiéndose en casas de amigos y conocidos, mientras que las casas de sus familiares eran allanadas y en más de una ocasión, sus hermanos y su padre fueron detenidos y liberados al poco tiempo. “Una vez nos pusieron desnudos, nos tomaron huellas de pie y de manos. Mi hermana que en ese entonces tenía catorce añitos la desnudaron”, relata Amada Urbina.

Debido a la persecución feroz, la familia decidió que Manuel Urbina Lara se refugiara en la Embajada de Costa Rica en junio de 1984.

Ahí fue recibido por el entonces embajador costarricense Jesús Fernández, quien lo acomodó y gestionó con la cancillería de Nicaragua un salvoconducto para que Urbina Lara pudiera viajar a Costa Rica como asilado político. El permiso jamás llegó y el joven tuvo que confinarse al terreno de la embajada para mantenerse a salvo.

Amada Urbina recuerda que agentes de la Seguridad del Estado mantenían rodeada la sede diplomática a la espera de que Urbina Lara saliera para detenerlo.

Llegó diciembre y Urbina Lara todavía seguía en la embajada. Su familia lo visitaba de vez en cuando con horario programado y para el 24 de ese mes tenía agendada visitas durante el día y parte de la noche.

Manuel Urbina Lara durante su juventud. ARCHIVO

Como nadie trabajó en la embajada ese día, Urbina Lara se quedó solo con dos guardas de seguridad. “Uno de ellos estaba con los sandinistas y manejaba el programa de visitas. Él sabía quiénes iban a llegar en el día a visitar a Manuel”, cuenta su hermana.

Por la mañana lo visitó su papá. En la tarde llegaron sus hermanos, y después de las 6:00 llegaría su esposa. Urbina Lara esperaba aquella visita y por una ventana vio que frente a la embajada se parqueó un vehículo similar al de uno de sus hermanos. “Manuel creía que en el carro del hermano llegaba la esposa”, relata Amada Urbina.

A los pocos minutos, el guarda de seguridad que estaba como infiltrado le dijo a Urbina Lara que podía abrir la puerta porque había llegado su esposa. Él abrió y lo que vio fue a una mujer desconocida con tres hombres más detrás de ella. Intentó cerrar la puerta, pero sus captores actuaron rápido y se metieron a la fuerza.

Urbina Lara trató de correr y esconderse a lo interno de la embajada, pero no pudo. Los tres hombres lo agarraron, lo golpearon y le dispararon en una pierna. Según Amada Urbina, en el suelo de la recepción y en otras partes de la embajada quedaron charcos de sangre por la golpiza que le dieron a su hermano.

Después de eso, Urbina Lara fue obligado a subirse en el vehículo que habían llevado los agentes de la Seguridad del Estado.

—Subite y manejá. Sos libre —le ordenó uno de ellos.

Como no podía caminar por su cuenta debido a que tenía la pierna izquierda herida, sus agresores lo subieron al vehículo a la fuerza. Pero Urbina Lara sabía que era un engaño, así que decidió estrellar el carro en el portón de la embajada. Ahí se desmayó y la familia no supo nada de él hasta varios días después.

Costa Rica

Nadie daba razones de dónde estaba Manuel Urbina Lara. Llegó enero de 1985 y por fin los sandinistas aceptaron que tenían detenido al joven en el Chipote. El entonces embajador costarricense Jesús Fernández le dijo a la familia que los carceleros no daban con él porque supuestamente lo habían registrado con el nombre de Rosendo Munguía Zapata.

Las autoridades sandinistas daban una versión diferente de los hechos en aquellos tiempos que no existían registros de videos. Decían que Urbina Lara había salido de la embajada para reunirse con una novia y que había sido capturado en las afueras cuando se había montado en un vehículo, pero Costa Rica insistía en que se trataba del asalto a su sede diplomática cuyo propósito era arrestar al joven que se encontraba asilado ahí.

A pesar de que los sandinistas aceptaron tenerlo detenido, sus familiares aún no habían podido verlo y solamente sabían que había sido golpeado, pero no sabían en qué condiciones estaba. Fue hasta febrero de 1985 que se le permitió a la familia visitarlo. “Tenía engangrenada su canilla. Le cortaron la carne podrida”, recuerda doña Amada Urbina.

El caso creó fricciones con el Grupo de Contadora conformado por México, Venezuela, Panamá y Colombia que buscaba mediar para la pacificación en Centroamérica. “Hablaron con Daniel Ortega y le dijeron que lo tenía que sacar”, relata la señora Urbina.

Recorte del periódico El Espectador, de Colombia. ARCHIVO

Tras varias gestiones y por presión del Grupo de Contadora, los sandinistas finalmente sacaron a Urbina Lara rumbo a Colombia en marzo de 1985. En el aeropuerto de Bogotá contó a varios periodistas que había sido torturado por el entonces ministro del Interior Tomás Borge, que le hicieron beber agua salada, que lo alimentaban solamente con arroz, y que le ofrecieron cien mil córdobas y su cuarto año de Derecho aprobado si renunciaba por escrito a su solicitud de asilo.

Como rechazó la propuesta, Urbina Lara dijo que Borge “se puso muy bravo y me dijo que yo era un huevoncito que se iba a morir porque los intereses de la revolución estaban por encima de cualquier vida humana”.

También acusó a Adolfo Pérez Esquivel, artista argentino y Premio Nóbel de la Paz en 1980 de ser “cómplice de los sandinistas” por supuestamente haber estado presente cuando Tomás Borge lo torturaba. Pérez Esquivel declaró días después a medios colombianos que “ese joven miente deliberadamente”.

Para entonces, Urbina Lara ya tenía decidido que se movería a Costa Rica para estar cerca de su familia, decía, pero un día, mientras brindaba una entrevista a Caracol en Bogotá, Edén Pastora se comunicó con él en vivo. Ambos se llamaron “héroe” y Pastora lo exhortó a reincorporarse a las filas de su guerrilla e incluso le dictó un número de teléfono para que se comunicara con él cuando se moviera a Costa Rica. El número era 32256 y Pastora se lo dictó durante la entrevista al aire.

El Gobierno de Costa Rica, entonces presidido por Luis Alberto Monge, le prohibió a Urbina Lara la entrada a su territorio si lo hacía para unirse a la guerrilla, por lo cual, inicialmente Urbina Lara tuvo que desistir y solicitó asilo en abril de 1985. Se estableció en Costa Rica y consiguió la nacionalidad costarricense. También estudió Comunicación Social, terminó su carrera de Derecho y, faltando a su palabra, terminó uniéndose a ARDE.

En menos de diez años, Manuel Urbina Lara pasó de secuestrado de una embajada, a ser el secuestrador de una. El 8 de marzo de 1993 se tomó la sede diplomática de Nicaragua en Costa Rica.

Luis Fley, un antiguo comandante de la Contra, conoció a Urbina Lara en 1990 durante la desmovilización de la guerrilla tras la llegada al poder de Violeta Barrios de Chamorro. “Era antisandinista hasta las cachas”, recuerda Fley y agrega que fue “combatiente en el Frente Sur, en la zona de El Almendro”, donde operaba ARDE.

Al finalizar la guerra y tras el cambio de gobierno en 1990, Urbina Lara se quedó en Costa Rica y en 1993 reapareció como líder de un comando armado llamado “Yolaina” y se tomó la Embajada de Nicaragua, en San José.

Durante 18 días, Urbina Lara junto con otros tres hombres armados mantuvieron como rehenes al entonces embajador de Nicaragua en Costa Rica, Alfonso Robelo y 24 personas más. Sus exigencias eran la destitución del jefe del Ejército, Humberto Ortega, y del ministro de la Presidencia, Antonio Lacayo.

También solicitó procesar judicialmente al jefe de la inteligencia del Ejército, Lenín Cerna, por dirigir a las Fuerzas Punitivas de Izquierda, acusadas de asesinar a desmovilizados de la Contra. Demandó un rescate de 6 millones de dólares, 5 de los cuales se debían entregar a la Iglesia católica para obras sociales y el millón restante para su comando. Y también un avión que los llevara sanos y salvos al extranjero.

Al cabo de 18 días, Urbina Lara y sus subordinados aceptaron un pago de 250,000 dólares y se fueron para República Dominicana. Ahí permaneció hasta que durante el gobierno de Arnoldo Alemán pudo regresar a Nicaragua en donde ejerció su carrera como abogado hasta que fue detenido en enero de 2021.

Jamás se le conoció militancia en algún partido, pero siempre criticó a los sandinistas y al gobierno de Daniel Ortega que lo mantiene hoy como su preso político.

Su hermana Amada Urbina dice que lo visita una vez al mes durante cuarenta minutos. Que está delgado, con su salud deteriorada y que ha sido maltratado. Incluso, señala que en 2021 cuando estaba detenido en el Sistema Penitenciario de Matagalpa, hizo una huelga de hambre y los guardas lo ultrajaron sexualmente con un bate de beisbol.

Esto provocó que no pudiera caminar por varios meses. Según Amada Urbina Lara, ella se dio cuenta hasta hace poco de esto porque su hermano no había querido contárselo porque sentía vergüenza.

La Prensa Domingo Nicaragua sandinistas

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COMENTARIOS

  1. Hace 2 semanas

    Tomas Borge está en el septimo círculo del infierno por haber sido un asesino, un torturador de reos políticos y un violador. Una crédula nacida, criada y educada en los EE.UU. ingenuamente fue a colaborar con los criminales sandinistas en el ministerio del interior. Resultó que el viejo de Tomas Borge intentó violarla. Era moclín el viejo degenerado.

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