La presentación de la renuncia del cardenal Leopoldo José Brenes, arzobispo de la Arquidiócesis de Managua presentada al papa Francisco, las eufóricas felicitaciones de Rosario Murillo en el cumpleaños 75 del obispo, sumado a un inesperado cambio de discurso de la primera dama donde dice superar “cristales rotos” con la Iglesia, ha hecho que la investigadora Martha Patricia Molina analice la situación dejando claro que no existe ninguna normalización.
Murillo en medios oficialistas el 7 de marzo expresaba que como Gobierno dejaban atrás “los días de campanas y cristales rotos, esos días terribles, cuando intentaron romper el sentido de familia y comunidad”, haciendo referencia a la situación con la Iglesia católica.
“El cardenal seguramente ni cuenta se dio de este mensaje (de Murillo), pero si ya existe un canal de diálogo y entendimiento entre los dos sería genial y provechoso que él le recordara a la señora Murillo que aún existen centenares de sacerdotes y religiosos que no viven una bonanza mencionada por ella”, dice la experta.
Molina afirma que todo lo que dijo Murillo se contradice, ya que son palabras “cínicas y mentirosas”.
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De forma introductoria detalla que “la mayoría de los familiares de sacerdotes permanecen bajo vigilancia y asedio, principalmente las familias de los sacerdotes desterrados/exiliados y que las cuentas bancarias de la Iglesia y sacerdotes continúan bloqueadas”, por lo que no se puede definir la relación del régimen con la Iglesia como una mejoría.
Aunque el cardenal Leopoldo Brenes durante una entrevista realizada por su equipo de prensa la noche del 7 de marzo no expresó palabras sobre la relación de la Iglesia y la dictadura, y menos sobre los actos de persecución, asedio y destierro de religiosos y religiosas, Molina enumera más actos que evidencian que la dictadura sigue con actos intimidatorios contra la institución religiosa.
“Existe una investigación penal, donde el cardenal Brenes es uno de los principales investigados y al menos 5 laicos comprometidos se encuentran condenados y encarcelados por el juicio a Cáritas. Hay más de 200 religiosos y religiosas que han sido expulsados o desterrados y que no pueden regresar a Nicaragua”, detalla.
No hay tregua
La dictadura Ortega-Murillo afirma que los tiempos de fractura con la Iglesia “han quedado atrás, y ahora las campanas repican con seguridad, alegría y victorias, porque Cristo reina en nuestra Nicaragua” y que apuestan a un “encuentro, en una cultura y una pastoral de justicia, concordia y liberación de todo mal, sobre todo del odio”.
Para la investigadora la situación expuesta por Murillo “no es una tregua, ni suenan campanas de paz, solo cambian el estilo de represión, persecución y ataque”.
“El cardenal es un miembro más de la Iglesia católica, no la representa en su totalidad. Existen cientos de sacerdotes y religiosas que no están viviendo esa bonanza mencionada por la señora Murillo”, expresa Molina.
Solo basta ver, expone, cómo los sacerdotes en Nicaragua continúan siendo asediados, intimidados y amenazados (algunos hasta de muerte) por la Policía sandinista y alcaldes.
“Llegan a las parroquias y casa curales y hacen revisión hasta en los servicios higiénicos, revisan libros y piden a los curas que informen todo”, agrega.
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Además, indica que no se puede dejar de ver que el régimen ha confiscado 16 propiedades que pertenecían a la Iglesia y que “muchos bienes muebles robados por la dictadura tampoco han sido devueltos”.
El cardenal Brenes en la entrevista afirmó que no puso condición alguna al papa Francisco para su renuncia por respeto a la máxima autoridad de la Iglesia y la única razón para renunciar es por el límite de edad.
