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La Marcha de las Madres: una imagen olvidada de la Nicaragua posible

En la Marcha de las Madres, el 30 de mayo del 2018, los nicaragüenses vivimos una experiencia excepcional: la de la Nicaragua posible; la de una Nicaragua cívica y de mano extendida que contrastaba con la otra Nicaragua: la Nicaragua de puño cerrado, morterazos e insultos; la Nicaragua del todo o nada; la del ¡¿sos o no sos?!

La periodista Gabriela Selser cuenta que en esa marcha escuchó, por primera vez, la consigna “Patria Libre o Vivir”, que invierte la exaltación del martirio que encierra el “Patria Libre o Morir”. En realidad, en esa marcha casi no se gritaban consignas. Más bien, en ella, un importante sector del pueblo nicaragüense caminaba esperanzado y resuelto, ondeando nuestra bandera azul y blanco como un símbolo que expresaba la aspiración de todos los nicaragüenses a vivir juntos y en paz. Nadie, pues, invocaba la muerte de nadie. Nadie ofendía ni demonizaba a nadie. Hombres, mujeres, niños y ancianos formaban una masa desbordada de rara, pero auténtica nicaraguanidad.

A casi seis años de la Marcha de las Madres, el espíritu efusivo, generoso y abierto de ese momento histórico se ha desvanecido. El régimen lo sofocó a balazos. Y la oposición lo ignoró sin enterarse nunca de su profundo significado.

Los caminos de la oposición

Frente a la barbarie desatada por el gobierno, el movimiento de oposición surgido en el fatídico 2018 tuvo dos opciones: la primera fue responder instintivamente, siguiendo el impulso animal que nos mueve a los humanos a contratacar para defendernos. La segunda opción era tratar de evitar la confrontación para continuar impulsando el espíritu generoso e inclusivo que se hizo manifiesto en la Marcha de las Madres y facilitar la articulación de un amplio consenso social para enfrentar nuestra principal deficiencia histórica: la “ausencia de un sentido nacional compartido”, como lo señalara el agudo observador de nuestra cultura política, mi maestro y amigo Emilio Álvarez Montalván.

Lo que sucedió es bien conocido: optamos por el activismo combativo y aquí estamos. Aún hoy en día, los asesores de la oposición y sus dirigentes invitan al pueblo a luchar, “confrontando y respondiendo de forma práctica y oportuna […] las estrategias de control y desmovilización que impulsa la dictadura” (José Antonio Peraza, Confidencial, 01/01/24). En algunos casos, la imaginación de estos actores es desbordante. Manuel Orozco, por ejemplo, señala que los nicaragüenses resisten hoy “ahorra[ndo] para no pagarle impuestos a la dictadura”, en tanto que José Antonio Peraza ofrece una lista de recomendaciones “prácticas” que incluyen, la organización de “huelgas de simpatía” y la ejecución de “ataques aéreos no violentos” —supongo que contra El Carmen— (Orozco, Confidencial, 02/01/24; Peraza, LA PRENSA, 15/01/24).

Y como ninguna de estas recomendaciones “prácticas” funcionan, los dirigentes opositores depositan cada vez más sus esperanzas en las interminables actividades de “incidencia política” que ellos/as realizan en las capitales de Europa y América del Norte.  “Ya no sabemos que más tenemos que hacer”, lamenta la dirigente Haydée Castillo, para quien, lo mejor que puede sucedernos es que “la comunidad internacional pase en realidad a proteger al pueblo de Nicaragua” (Castillo, 100% Noticias, 09/01/24).

Sí que hay mucho que hacer: en defensa de la reflexión teórica

Detrás de la Marcha de las Madres operó el inconsciente colectivo de un pueblo que ansiaba consolidar una paz duradera e inclusiva, libre de violencia —física o discursiva—. Ese inconsciente colectivo proyectaba una imagen de nuestro país que debió haber sido teorizada para diseñar estrategias de acción y un discurso capaz de inspirarnos y movernos a resistir. Uso la palabra “teorizar”, a sabiendas de que me arriesgo a que muchos/as dejen de leer este artículo porque, desdichadamente, la palabra “teoría” es una de las más malentendidas —y por malentendida, menospreciada— en nuestro país.

Por ejemplo, creemos que “lo teórico” y “lo práctico” son dos planos separados e independientes. Más aún, asumimos que “lo práctico” es superior a “lo teórico”, por su efectividad. De ahí que, para muchos/as, teorizar es “cosa de diletantes”, como acostumbra decir una prominente líder opositora.

En realidad, toda la actividad humana, particularmente la social, se sostiene en “tejidos de significados y valores” que la teoría verbaliza para reproducirlos o modificarlos. En este sentido, “teorizar” significa pensar crítica y ordenadamente, haciendo uso del conocimiento acumulado por las ciencias humanas, para moldear la realidad y, especialmente, para lograr trascender el frecuentemente engañoso, “nivel de las apariencias”. En ese nivel se mantiene el observador pre-teórico, pre-científico y pre-moderno que es incapaz de percibir que, detrás de la mítica “caída de la manzana” de Newton, opera la fuerza invisible de la gravedad; o que detrás de la aparentemente desordenada variedad de organismos que han existido y existen en nuestro planeta funciona la dinámica que Darwin pudo descubrir y verbalizó en su teoría de la evolución; o que, detrás del aparente caos del mercado, existe un orden y sistematicidad manejada por la “mano invisible” teorizada por Adam Smith.

En nuestro país, la ausencia de una masa crítica con la predisposición y/o capacidad para teorizar nuestra realidad, nos impidió captar y desarrollar imaginativamente la imagen de la Nicaragua posible que se perfiló en la Marcha de las Madres. Más aún, esa incapacidad nos impidió explicitar esa imagen en pronunciamientos orales y escritos, así como en música, poesía y otros medios discursivos para contraponerla a la “sociedad disociada”, como define Alejandro Serrano Caldera, nuestra condición nacional.

 Todavía hoy, casi seis años después de esa marcha, nuestra ceguera nos impide trascender el nivel de las apariencias para ver más allá de “la coyuntura” que, moldeada por las acciones del régimen, nos empujan a reaccionar ciegamente contra cada cosa que dice y hace la pareja presidencial. Esta misma incapacidad nos hace pensar, que “Daniel y la Chayo” son “el problema” que debemos resolver y que, por lo tanto, bastará salir de ellos, para alcanzar el ahora de moda “día después”, que supuestamente dará inicio a una alegre “transición democrática” sin destino definido (Manuel Orozco, Confidencial, 18/12/23; Espacio de Diálogo y Confluencia de Actores Nicaragüenses, Nicaragua Investiga, 19/06/23).

Hace casi trescientos años, Immanuel Kant nos advirtió que “la teoría sin experiencia no pasa de ser un juego intelectual”. Pero también señaló el filósofo alemán que “la experiencia sin teoría es ciega” y, por lo tanto, impredecible. Sin el sostén de la reflexión teórica, el “día después” puede abrirnos el cielo o arrojarnos al infierno, el mismo que hemos visitado una y otra vez a lo largo de nuestra historia.

P.D. ¿La oposición no sabe qué más hacer? Con la mejor voluntad del mundo y sin ánimos de ofender a nadie, le digo a esa oposición: por amor a Nicaragua, bájense del avión, dejen de escuchar a “los donantes”, y pónganse a pensar.

El autor es profesor retirado del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Western Canadá.

COMENTARIOS

  1. Hace 3 meses

    Por quién doblan las campanas?.

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