La dictadura Ortega Murillo no deja de sorprender. Y nunca para bien. Además de dedicarse a la caza de cualquier voz disidente o no alineada, desde 2018 ha protagonizado persecuciones que, en el reino de lo absurdo, destacan por ser especialmente descabelladas e, incluso, ridículas.
La confiscación de bienes y derechos, los allanamientos y los secuestros son el pan de cada día en un país dominado por un régimen totalitario dispuesto a no salir del poder. Pero la represión ha llegado tan lejos que la dictadura ha ordenado la captura de chimbombas, penalizado la actividad de correr, encarcelado por “ciberdelitos” a un campesino que no sabía usar un celular inteligente y confiscado un traje de zanate.
Para algunos analistas, el comportamiento del régimen Ortega Murillo responde a una visión totalitaria en la que no cabe nada ni nadie que no exista por y para el partido sandinista. Pero hay cosas que no caben dentro de ningún análisis que intente partir desde la razón.
Las maletas de Sheynnis
Lo que debió ser una alegría nacional, se convirtió en una pesadilla para las personas involucradas, luego de que, el pasado 18 de noviembre, la joven Sheynnis Palacios se alzara como la primera nicaragüense y centroamericana ganadora del certamen Miss Universo. En lugar de celebrar el acontecimiento, cinco días después el régimen Ortega Murillo impidió que Karen Celebertti, directora de Miss Nicaragua, ingresara al país cuando volvía de México con una de sus hijas. Las despatriaron sin dar explicaciones.
No contentos con eso, rodearon de policías la casa de los suegros de Celebertti y el 27 de noviembre secuestraron a su esposo, Martín Argüello, y a su hijo Bernardo, de solo 16 años de edad. En medio de esta tragedia familiar provocada por la dictadura se supo que, días antes de su secuestro, el 19 de noviembre, a Argüelllo le habían confiscado cinco maletas. Sucedió cuando entró al país proveniente de El Salvador, donde se realizó el certamen.
Según una nota de prensa de la Policía, el 25 de noviembre entregaron en casa de la familia de Sheynnis tres maletas, un bolso café y una bolsa de plástico color negro con pertenencias de la ahora Miss Universo 2023. Debió ser una encomienda importante, pues se apersonaron en la vivienda los comisionados generales Thelma Collado y Fernando Borge, acompañados por Griselda Rivas, directora de Cultura de la Alcaldía de Managua. Incluso tomaron fotografías para registrar el momento.
Como para no dejar dudas sobre la honestidad de la institución que dirige Francisco Díaz, consuegro de Ortega, la nota de prensa detalla en una larguísima lista las pertenencias entregadas. Vestidos, camisetas, calcetines, brasieres, guantes, bufandas, trajes de baño, chocolates y botellitas de plástico forman parte de los bienes devueltos a la familia de Sheynnis. No se mencionó ningún traje de zanate.
Chimbombas criminales
El episodio del zanate no es la primera acción descabellada del régimen Ortega Murillo. En 2018 las chimbombas se convirtieron en blanco de persecución de la Policía. Pero no cualquier chimbomba: las azules y las blancas cuando estaban juntas.
Cientos de miles de personas habían salido a las calles portando banderas nacionales, por ello esos colores se volvieron “non gratos” para la dictadura. Los globos azul y blanco también eran un elemento común en las protestas masivas y, al intensificarse la represión, pasaron al uso clandestino para burlar la vigilancia de policías y paramilitares. La gente esparcía globos a manera de protesta, pero incluso esa inofensiva actividad fue criminalizada.
El viernes 14 de septiembre de ese año las calles de varios municipios amanecieron cubiertas por chimbombas azules y blancas. Por ese motivo se reportaron detenciones en San Marcos, Carazo, y Nandasmo, Masaya.
En el primer caso, dos jóvenes que liberaron chimbombas en las calles de San Marcos fueron trasladados a la estación policial con todo y “evidencia”: una bolsa negra por cuya boca asomaban varios globitos. En Nandasmo fueron diez las personas detenidas, luego de que unos cuarenta paramilitares y dos policías llegaran al parque con la misión de reventar las chimbombas azules y blancas que alguien había soltado ahí. Al no hallar culpables en el sitio de los hechos, se llevaron a las personas que encontraron a media cuadra, en una panadería, relataron testigos de las capturas.
En esos días se difundieron varios videos donde aparecían policías reventando chimbombas lanzadas a las calles.
Campesino cibernauta
Entre los actos represivos más insólitos de la dictadura está el que cometió contra don Santos Camilo Bellorín Lira, campesino de la comunidad Guasuyuca, municipio de Pueblo Nuevo, departamento de Estelí. En noviembre de 2021 la Policía se lo llevó detenido, sin dar una explicación. El 10 de febrero de 2022 lo condenaron a 11 años de prisión por supuestamente haber cometido “ciberdelitos”.
El Ministerio Público lo acusó de crear “alarma, temor y zozobra” a través de redes sociales. La “prueba” era una cuenta registrada en Twitter a nombre de Santos Bellorín, con el usuario @Bellorin51, aunque no pudieron probar que él la administraba.
De hecho, según su familia y amistades, don Santos andaba tan ocupado con su ganado y su milpa que ni siquiera sabía usar un teléfono celular inteligente. Nada más tenía “un chiclerito de teclas”.
“Estar preso es triste. Estar preso y sin saber por qué. Soy campesino. Si me pregunta por el arado, yo se lo digo, en cuestión de política soy inocente, la tecnología me come, no sé grabar ni un número de teléfono. Solo tengo quinto grado aprobado, apenas sé leer y escribir, y mi intención solo es el trabajo y la agricultura”, dijo don Santos antes de su condena.
En febrero de 2023 don Santos fue despatriado junto con otros 221 presos políticos de la dictadura. En un hotel de Estados Unidos otro exreo le enseñó a usar su primer celular inteligente. Lejos de su tierra, su vida “se volvió un infierno”, dijo en junio de este año en entrevista con Domingo, de LA PRENSA. En ese momento tenía 58 años de edad.
Bandera perseguida
Si fue absurdo que la Policía ocupara tiempo y recursos para perseguir chimbombas, también lo es la criminalización de la propia bandera nacional. Un fenómeno del que no se tiene reportes en ningún otro país, porque en algunas naciones se penalizan los insultos a la bandera, pero nunca su portación.
En 2018 el régimen encarceló a ciudadanos que la portaban y persiguió a comerciantes que las vendían. Dos profesores sufrieron asedio, y uno de ellos incluso llegó a prisión, por ondear la bandera azul y blanco en las calles de sus respetivos municipios. Y en diciembre de 2020, la Policía detuvo al joven Sergio Beteta en la Avenida Universitaria de Managua por protestar con la bandera azul y blanco y quemar la rojinegra del Frente Sandinista. Más tarde lo acusaron por “tráfico de estupefacientes”.
La dictadura ha criminalizado el uso de la bandera nacional al punto de que nadie se atreve a ondearla en público, pues se expone al inminente riesgo de ir a prisión. Por esa razón a muchos les emocionó ver la bandera azul y blanco nuevamente en las calles con motivo del triunfo de Sheynnis Palacios en Miss Universo. La alegría duró poco, pues la reacción represiva del régimen hacia la familia de Karen Celebertti y otras personas empañó las celebraciones.
Prohibido correr
En los días de las protestas ciudadanas, allá en 2018, se hizo popular en Nicaragua don Alex Vanegas, un señor de entonces 62 años que corría solitarios maratones en protesta contra el régimen. La Policía lo detuvo en al menos cinco ocasiones y, en la última ellas, estuvo preso durante casi cuatro meses antes de su liberación en un grupo de 100 presos políticos, el 27 de febrero de 2019.
Un contingente policial, que los testigos de la detención estimaron en al menos 50 efectivos, se lo llevó por cantar el Himno Nacional en un cementerio de Managua, el 2 de noviembre de 2018. Tras ser acusado por “escándalo público”, el maratonista fue a parar a La Modelo, donde le prohibieron que trotara y saltara en su celda.
Al día siguiente de su excarcelación, don Alex se puso sus zapatos deportivos y salió a correr por su barrio. La policía lo retuvo dos veces y le advirtió que no debía salir de su casa.
Actualmente don Alex lleva varios años en el exilio, donde puede correr todo lo que quiera.