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¡Viva Argentina y viva Milei, carajo!

Javier Milei, el de cabellera charraluda, roquero efusivo  y gran imitador del cantante Leonardo Fabio  ganó la elección presidencial en Argentina, rompiendo todos los esquemas y hablando claro, sin pelos en la lengua y haciéndole ver a los votantes que era una locura seguir con esos gobiernos insalvables, peronistas y fracasados que han llevado a su país a la hiperinflación más grande de su historia.

Aunque algunos lo vieron ofensivo y hasta malcriado durante la campaña electoral, fue capaz también de retractarse en algunos casos y hasta de ofrecer disculpas. Después de todo, haberse enfrentado a una maquinaria bien aceitada en discursos bonitos pero inútiles hacia los pobres y hacia todo lo que huela a progreso no fue nada fácil; más las conspiraciones de rigor típicas de las  izquierdas  cuando se va viendo derrotada, así como haberse fajado  a una prensa hostil en gran medida, le infundieron un liderazgo con el cual supo sortear hasta el final de este primer round para cambiar la economía de su país; ese al que lo han empobrecido no solo los pesados lingotes de oro puro con los que huyó Juan Domingo Perón a España tras su salida del gobierno en septiembre de 1955, sino las aletargadas administraciones bajo la sombra del sistema que lleva su apellido marcadas por el asistencialismo y el populismo más que por auras de bienestar ciudadano general.

El tablero se sacude y lo empiezan a remplazar reyes de peso apartando con el voto popular a desequilibrados peones del comunismo internacional y sus secuaces folclóricos según cada país. En este caso le tocó al peronismo y al enquistado kirchnerismo (el aún presidente  Alberto Fernández siempre ha sido una desabrida papa sin sal), abandonar el poder, con lo cual ese hermoso país antaño próspero y hoy derruido por la torpeza administrativa de las izquierdas, habrá de iniciar una nueva era de cambio para revertir la  pobreza y la hiperinflación económica.

Salvo algunas pocas administraciones, como el gobierno de Mauricio Macri, los regímenes peronistas que vinieron sucediéndose llevaron al derrumbe económico a la vital Argentina de antaño. Pero como en la vida todo tiene un final, esta vez para bien de Latinoamérica, el mapa político empieza a girar hacia las democracias, las libertades, que solo pueden darse desde la centroderecha y la derecha, como recientemente ocurrió en Ecuador con el triunfo del empresario Daniel Novoa.

Los dos más antiguos sistemas populistas, asistencialistas y comunistas están llegando a su fin.  Acaba de suceder en Argentina con este triunfo de Milei y está por verse en la pobre Cuba de Fidel Castro, en la Venezuela de Hugo Chávez y en la Nicaragua de Daniel Ortega. Es un hecho que el peronismo ni militar ni represivamente se compara con el castrismo, aunque sí fue de izquierda y bajo su influencia se dio el surgimiento de la guerrilla de los Montoneros, una de las más subversivas en Suramérica y formada para combatir a quienes derrotaron a Perón. Bajo esa visión combativa fue que se impuso la lucha armada en América del Sur, el Centro y el Caribe, con Cuba en 1959, con la guerrilla fracasada del gatillero Ché Guevara en Bolivia, la sandinista en Nicaragua en 1979 y las otras  en Guatemala y El Salvador.

Ahora ya la batalla no es en las montañas ni en los atentados criminales de las ciudades hechas por los comunistas. Ahora la lucha es eminentemente cívica, electoral y de unidad entre fuerzas democráticas. Hacia esos procesos debemos encaminarnos, conscientes de que las raíces de la influencia en el discurso populista de izquierda son  bastante agresivas y demoledoras, para lo cual se requiere de mayores brillos para esos desafíos.  Es  más, sus dirigentes, como en el caso de Nicaragua, aunque alejados del oficialismo sandinista, continúan aferrados a volver a ser parte de nuevos gobiernos. No les basta lo malo que hicieron y no se contentan con aceptar sus derrotas como sistema y como dirigentes, lo que también ocurrirá en Argentina ahora que Milei enfrente a esa masa inconforme y perdedora desde la oposición.

Nuestros pueblos aún no están acostumbrados al debate agresivo aunque certero, por eso Milei chocó en muchas ocasiones con algunos sectores, sobre todo por la virilidad de sus discursos, su histrionismo apasionado en descuartizar los fracasos económicos y abusos de poder de “la casta”, lo hicieron muchas veces parecer confrontativo, aunque en realidad hizo lo que tenía que hacer con sus rasgos personales y su liderazgo volcánico. Y al final logró enchufar con la gente, y que esta se diera cuenta que no es posible llevar una vida de condena y miseria social por culpa de gobiernos inservibles.

En otras palabras, le hizo ver a la ciudadanía que sí es posible alcanzar la felicidad social, el pan en la mesa,  el bienestar floreciente, el progreso humano, el desarrollo económico, las fuentes de trabajo y todo eso que conlleva a la potencialidad de la convivencia con la explotación de los recursos naturales en provecho de todos, con una administración sensata, austera, bajo un gobierno limitado en donde el sector privado sea el pujante motor fuente de trabajo y prosperidad.  

De eso se trata la vida, la economía, la sensibilidad humana hacia los más pobres y la búsqueda de la felicidad. Y el pueblo argentino lo comprendió a tiempo, como lo comprendieron las fuerzas políticas democráticas, de derecha y otras,  sociales, que no dudaron en apoyar en la segunda vuelta a La Libertad Avanza.

¡Viva Argentina, viva Milei, carajo!
El autor es periodista y escritor exiliado en Estados Unidos. Preside el partido Organización Política Accionaria (OPA), libero conservador clásico.

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