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El PLC y el liberalismo en los 80

La década de los 80 ha sido quizás la más intensa y compleja debido a la llegada violenta al poder del sandinismo y sus  atropellos cometidos desde la euforia triunfalista, posicionándose ellos por encima de la historia aterrorizando a la nación y en medio del gran festín internacional que aplaudía exageradamente la “valentía antiimperialista” de los muchachos hijos del castrismo. Intentaron desaparecer cuanto oliera a pasado y más aún a somocismo, no obstante, abrieron una pequeña válvula al darle la personería jurídica al  Movimiento Liberal Constitucionalista ((MLC), para ser partido gracias a la persistencia del dirigente Ramiro Sacasa Guerrero, honorable llanero solitario capaz de haber mantenido encendida la llama del liberalismo ante tanta vocinglería y desparpajo “revolucionario”.

No debió ser nada fácil para Sacasa Guerrero haber logrado esa personería jurídica. Ese hecho demuestra ante los registros notables de nuestros acontecimientos políticos que sí es posible aún en medio de las insoportables tempestades del antagonismo, por parte de los sandinistas en el Consejo de Estado, y el espíritu legítimo y patriótico de este, la viabilidad para lograr objetivos en bien del país, como dicha conversión de movimiento a partido a través del diálogo.

Desde ese ángulo de la negociación política sin beneficios ni prebendas personales bajo la mesa, sí es factible el diálogo entre sectores políticos adversos, y en mayo de 1981, si bien es cierto que el Consejo de Estado cargó con sus estructuras sociales, como la Juventud Sandinista, la Asociación de Mujeres, el Ejército y muchas otras, también permitió la apertura para dicho partido, el cual, años más tarde, ya en los 90, se convirtió en el referente liberal trascendente  para el triunfo presidencial de 1996 con el doctor Arnoldo Alemán, y en 2001 con el ingeniero Enrique Bolaños.

Lo ocurrido posteriormente con el PLC mediante el pacto con el sandinismo en 1999 y la posterior división en las elecciones de 2006, en la que participaron divididas las fuerzas liberales permitiendo el retorno a Daniel Ortega al gobierno, ya es otra historia. De ahí la debacle social hasta 2018 y sus consecuencias al día de hoy, que son el resultado del mal manejo político de las cúpulas liberales, incapaces de mantener viva la cohesión política partidaria y de no haber establecido un plan de nación ajustado a la Nicaragua de posguerra que, mal que bien y bajo chantajes sandinistas, iba recuperándose del pasado bélico y el atraso social.

Pero ese liberalismo y su desgaste partidario, producto de seducciones y malversaciones desde el ajedrez del poder —en el que bajo otras aristas hay que incluir también al gobierno de la señora Violeta Chamorro—,  sigue manteniendo intactas sus bases, siendo el legado más importante en una nueva contienda electoral desafiante que, de llegar a darse con las reglas de la democracia y la transparencia, le devolverían al país la oportunidad de crear mejores oportunidades de vida y libertad.

El expresidente Enrique Bolaños, en uno de sus artículos colgados en el internet de lo que ha sido su biblioteca presidencial, titulado “Auge y caída del PLC”, señala que esa jugada política de Sacasa Guerrero, a pesar del  acoso revolucionario a todo vestigio liberal, marcó la pauta para que la gran masa liberal comenzara “poco a poco, a retoñar a lo largo y ancho del país, evitando identificarse ni asociarse con el liberalismo somocista ni con los vestigios del Partido Liberal Nacionalista que fueron proscritos por el nuevo régimen…”

Es meritorio también mencionar que en las elecciones de 1990 fue otro partido, el Liberal Independiente (PLI) histórico, bajo la conducción del doctor Virgilio Godoy, quien unió a los liberales en general con lo cual en gran medida se logró el triunfo de la entonces coalición de la UNO, para lograr la victoria sobre el Frente Sandinista. Godoy fue compañero de fórmula presidencial de la electa mandataria Violeta Chamorro, pero fue apartado de sus funciones una vez instalado el nuevo gobierno, siendo esta una de las primeras crisis institucionales en esa administración.

El periodista Carlos Alberto Montaner (q.e.p.d.), amigo fiel de muchos liberales nicaragüenses, se asombraba de la “gran facilidad” para producir estos  divisionismo, y era del criterio que es muy difícil reponer o levantar la imagen y credibilidad de un exlíder arrastrado por la corrupción y la traición, o bien una institución, lo que lamentablemente es lo que le sucede actualmente al PLC. Habiendo este partido surgido en períodos difíciles, habiendo fallecido su principal impulsor Sacasa Guerrero en circunstancias no claras del todo en ese mismo año de 1981,  coronando dos triunfos electorales y teniendo además una alta representatividad en las instancias públicas como alcaldías, es difícil sino imposible lograr volver a ser lo que fue.

Lo bueno de esa cruda realidad es que sus bases al igual que las de otros partidos, no se contaminaron de los errores cupulares, lo que permite mantener abierta la esperanza de un cambio en el que sus actores políticos, sobre todo quienes están dentro de Nicaragua, sean capaces de saber manejar bien sus estrategias, negociaciones y diálogo con el partido gobernante bajo el respaldo institucional y decidido de la  comunidad internacional. Es fundamental la unidad del liberalismo en conjunto con el resto de fuerzas democráticas.

Es un hecho contundente el triunfo de Javier Milei en Argentina, contra el  peronismo desvencijado y su izquierda asistencialista y deprimente. En lo único que no comparto es en su negativa a dialogar con los comunistas, con los “zurdos” como  dice él, lo que terminará haciendo una vez electo presidente. En Nicaragua en un momento u otro todas las partes, políticas, por supuesto, deberán sentarse a dialogar, siempre y cuando la sensatez y el buen juicio por la patria y sus banderas rotas, prevalezca. En Chile, Pinochet aceptó las reglas  del diálogo con la oposición y en nuestro caso la contra y el sandinismo ya lo hicieron una vez. También Sacasa Guerrero con el que fuera el naciente PLC en los 80.

El autor es poeta y periodista. Presidente del partido OPA y exsecretario privado presidencial.

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